Hace diez años, estábamos en plena crisis financiera global. En marzo de 2009, los mercados bursátiles tocaron fondo, con el Euronext 100 perdiendo el 60% de su valor. El efecto de la crisis en la actividad de fusiones y adquisiciones (M&A por sus siglas en inglés) fue igualmente severo, provocando que el valor total de las operaciones que incluían compañías europeas se desplomase un 65% entre 2007 y 2010.

En retrospectiva, 2009 fue el punto más bajo de la crisis y el inicio de un proceso de recuperación para la economía global que, en 2018, culminó con el restablecimiento del nivel máximo que el Euronext 100 había logrado antes de la crisis.

En contraste con los mercados bursátiles, sin embargo, la recuperación de la actividad M&A sólo ha sido parcial. El valor total de las operaciones en 2018 fue casi un 65% mayor que en 2010, pero aún está un 40% por debajo de la cifra de 2007. Esto es un claro indicador del impacto que las crisis de la década pasada ha tenido sobre las economías europeas.

Aun así, la recuperación de la actividad ha sido significativa, alentada por las favorables condiciones tanto a nivel macro como sectorial. Los bajos tipos de interés han permitido que endeudarse sea más barato y fácil. Las compañías que se enfrentaban a perspectivas inciertas de crecimiento orgánico durante el periodo inmediatamente posterior a la crisis aprovecharon el dinero barato para crecer con adquisiciones, que continuaron a un ritmo acelerado a medida que se iban reactivando las economías y el estado de ánimo de los actores económicos.

Entretanto, numerosas compañías han incorporado las operaciones de M&A como elemento central a su estrategia al adaptar sus modelos de negocio a desafíos tales como la digitalización y la creciente competencia, lo que les ha permitido desarrollar rápidamente nuevas áreas de especialización o incrementar su internacionalización.

Este último punto se puede apreciar en el hecho de que casi un 50% de las operaciones europeas (por valor) en 2018 fueron transatlánticas, comparadas con el 25% de 2007.

Si se analiza la financiación de las operaciones a lo largo de este periodo, destacan dos aspectos: el primero es que el papel de los bancos en la financiación de las adquisiciones se ha ido definiendo cada vez más en los últimos años. En España, por ejemplo, durante los años de la crisis, los bancos locales e internacionales competían por las transacciones disponibles, que, por lo general, eran pequeñas y de carácter doméstico. Sin embargo, a lo largo de los últimos cinco años, los bancos internacionales se han enfocado casi exclusivamente en el mercado de adquisiciones de empresas de elevada capitalización bursátil, dejando las operaciones más pequeñas a los bancos españoles.

El segundo aspecto es la valoración media de las operaciones, que ha superado el crecimiento de la actividad económica general llegando a un máximo de 10,9 veces el EBITDA (beneficios antes de intereses, impuestos, depreciación y amortización) para transacciones de compras apalancadas europeas en 2018, muy por encima del máximo de 9,7 veces entre 2007 y 2008. La elevada liquidez a escala global ha sido decisiva en esta tendencia, pero otra causa podría ser la prevalencia creciente de los fondos de private equity en adquisiciones europeas.

Con las M&A como modelo de negocio y con ‘munición’ que desplegar, los fondos de private equity continúan aprovechando esta coyuntura en medio de una situación geopolítica atronadora y de subidas progresivas de los tipos de interés. Es probable que lo sigan haciendo hasta que surja algún pretexto en el mercado que les haga retirarse, golpeando la actividad M&A y las valoraciones.

Como dijo Herbert Stein, “si algo no puede moverse indefinidamente, se detendrá”.

Las valoraciones de las M&A, como el mercado bursátil, alcanzarán un punto máximo y a partir de ahí comenzarán a descender, y es bastante razonable imaginar que podrían llegar a estar en un nivel más bajo dentro de cinco años que en estos momentos.