Los millennials y los Z, las generaciones que por turno les corresponde dirigir el mundo, no creen en la época que les ha tocado vivir. Son pesimistas sobre el progreso social, escépticos con las instituciones que han heredado de sus padres –medios de comunicación incluidos–, y lo que es peor: no se sienten satisfechas ni con sus vidas, ni con su situación financiera, ni con sus trabajos, ni con los líderes, sean políticos o empresariales, pero tampoco con el fenómeno coetáneo y más definitorio de su época: las redes sociales.

“Los millennials son una generación que ha sido impactada por la corrupción, la política con vicios, desastres ambientales […], y eso ha mermado su capacidad de soñar. En muchos casos la fragilidad emocional por la sobreproteccion del entorno familiar y escolar los hace poco tolerantes a la frustración. Los grandes cambios implican perseverancia y sacrificios; entonces, si no se obtienen resultados en el corto plazo hay apatía. Muchos miembros de esta generación no participan en decisiones importantes que involucran cambios significativos. Ejemplo de esto es el resultado del brexit. En teoría los millennials apostaban por quedarse en la UE, no obstante, se abstuvieron de votar”, afirma a Forbes Ana Sarmiento, ex chief investment officer (CIO) y experta en Liderazgo y Engagement.

Una generación atrapada

Es la “generación conmocionada” (generation disrupted), atrapada en el fuego cruzado de la conmoción social, política y económica, quizá a perpetuidad, como la califica el último estudio que sobre el tema viene realizando periódicamente la consultora Deloitte y cuyos resultados arrojan conclusiones que superan en desasosiego a cualquiera de las anteriores.

¿Qué ha fallado? Básicamente las expectativas. El estudio revela que en puridad las ambiciones de esas generaciones no son muy diferentes de las que albergaban sus padres o sus abuelos a la misma edad. Más de la mitad confiesa que aspiraba a hacerse rica, y también a poseer una casa y tener hijos. Hasta que la crisis quebró la sucesión de los sueños.

“El factor que más ha influido ha sido la recesión económica de finales de la década de 2000. En un extremo del espectro se encuentran los millennials más maduros que entraban en el mercado laboral a medida que se desarrollaba la crisis. En el otro extremo están los de la Generación Z, muchos de los cuales han pasado la mitad de sus vidas en un mundo poscrisis. En Estados Unidos, los millennials que accedieron al mercado laboral más o menos cuando la recesión, o durante los años de ralentización que la siguieron, experimentaron el menor crecimiento económico en su primera década de trabajo que cualquier otra generación anterior. Tienen ingresos reales más bajos, menos activos [financieros] que generaciones anteriores a edades similares y están más endeudados”, señala el estudio, elaborado a partir de las encuestas a 13.416 millennials de 42 países y a otros 3.009 de la Generación Z de 10 países. “Es una generación cuyos padres los impulsaron a creer en que todo es posible. La oferta global elevó el estándar de sus objetivos en diversos aspectos de su vida, con lo cual se amplió el horizonte. Esto es positivo, pero al mismo tiempo aumenta el riesgo de insatisfacción o de insuficiente tiempo u oportunidad de cumplir las metas autoimpuestas”, añade Sarmiento.

Pero no son solo las expectativas económicas la única fuente de frustración, lo es también el desmantelamiento del modelo social levantado en la posguerra, marcado ahora por una creciente desigualdad, el debilitamiento de la red de protección social, y, según Deloitte, por “gobiernos estrechos de miras y disfuncionales, el aumento del tribalismo alimentado por las redes sociales, cambios radicales en las relaciones laborales, y [por] unas tecnologías que están redefiniendo el lugar de trabajo y aislando a las personas pese a estar más conectadas”.

La adaptación al nuevo entorno consiste en un mix entre la resignación y lo epicúreo: ‘aparquemos las ambiciones y veamos mundo’, podría ser el apotegma. Casi el 60% reconoce que viajar y conocer el mundo es su principal prioridad y cerca del 50% se siente más atraído por realizar trabajos comunitarios o para el conjunto de la sociedad que por tener hijos o crear una familia. Ellas están más interesadas en asomarse al mundo que ellos (en más de 10 puntos porcentuales). No obstante, en términos generales los millennials creen que sus ambiciones son alcanzables: dos de cada tres esperan ascender en su trabajo y siete de cada diez conocer el mundo o poder comprar una casa. Y el 83% piensa que no encontrará impedimentos para crear una familia. ¿Y las empresas? ¿Apuestan por la generación conmocionada? “Muy a mi pesar, lo que oigo de directivos y jefes de RR HH es que no saben qué hacer con los millennials. Los consideran un problema […]”, sentencia Sarmiento.