La Gran Recesión dejó graves secuelas en la economía mundial, pero de entre todas ellas hay una que se engendró en las décadas previas, en los años del dinero fácil y la financiación barata, y que con el estallido de la crisis siguió engordando hasta convertirse en un problema inmanejable: el sobreendeudamiento mundial. El FMI, que acaba de actualizar su base de datos de 190 países desde 1950 hasta 2017, asegura que la deuda global –tanto pública como privada– ha alcanzado un máximo histórico de 184 billones de dólares en términos nominales (161,5 billones de euros), el equivalente al 225% del PIB mundial de 2017, superando el anterior récord del 213% en 2009. De media, cada habitante adeuda unos 86.000 dólares (75.500 euros), más de dos veces y media lo que gana.
Una herencia de los años ochenta
Este es el legado del intenso endeudamiento iniciado en la década de los ochenta y que en una parte muy considerable fue para paliar la caída de los salarios reales en las economías desarrolladas, alimentando una ‘ilusión monetaria’ con dinero barato para financiar consumo e inversiones inmobiliarias, según el informe de Deutsche Bank ‘An Ever Changing World…’ (‘Un mundo en constante cambio…’).
La ‘ilusión’ se desvaneció con el estallido de la Gran Recesión y sus secuelas de desempleo, crisis bancarias y explosión de mercados inmobiliarios (España o Irlanda), y de desaceleración económica y deterioro de las cuentas públicas. Todo ello generó aún más deuda con el doble objetivo de paliar los efectos sociales de la crisis y de capitalizar los sectores financieros dañados.
Según el FMI, las economías más ricas son las más endeudadas, con EE UU, China y Japón concentrando más de la mitad de toda la deuda global, y el sector privado el que más la ha aumentado desde 1950, a lo que ha contribuido China, cuyo meteórico crecimiento económico ha ido parejo al del apalancamiento de su sector privado.
Cambio de escenario
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha destacado en su último informe de perspectivas macroeconómicas que el largo periodo de bajos tipos de interés, que continúa en Europa (EE UU empezó a revertirlos en 2015), lejos de aprovecharse para reducir deuda ha servido para una “acumulación de vulnerabilidades financieras”.
En este sentido, advierte que un deterioro de las perspectivas económicas globales (el organismo ha reducido en 8 décimas las proyecciones de crecimiento para la eurozona en 2019 y en 4 para 2020), con caídas de los ingresos fiscales y aumentos del gasto, “aumentará sustancialmente los desafíos de atender la elevada carga de la deuda, incluso si los tipos de interés permanecen bajos durante más tiempo de lo esperado”.
Un caso preocupante es el apalancamiento de los países emergentes, endeudados en dólares cuando los tipos de interés de la divisa estaban en niveles más bajos que los actuales, y cuya solvencia se pondrá a prueba en los próximos tres años en que vencen bonos por un valor de un billón de dólares (0,9 billones de euros). La OCDE no descarta que pueda haber renegociaciones de la deuda y eventuales pérdidas para los inversores.
Otro de los riesgos derivados de la desaceleración económica se concentra en la ingente deuda privada empresarial, cuyo volumen en circulación de 13 billones de dólares (11,4 billones de euros) a finales del año pasado se ha duplicado en términos reales desde 2008. Las empresas han utilizado los bajos costes de financiación para realizar compras o amortizar deuda más cara durante los años de la crisis, pero ahora, según la OCDE, ya hay indicios de que los beneficios están disminuyendo, lo que podría abrir incógnitas sobre la capacidad de pago de algunas corporaciones.
China es diferente
La economía del país asiático es uno los casos más explosivos de sobreendeudamiento, público y privado, del mundo entero, pero con el añadido de que cualquier intento por conocer su situación real choca contra el oscurantismo de las estadísticas oficiales y la ignota parte de la economía que se encuentra fuera de balance, cuya cuantificación es un arcano para cualquier experto u organismo internacional.
Alicia García-Herrero, senior fellow en el laboratorio de ideas europeo Bruegel y economista jefe para Asia-Pacífico del banco de inversión francés Natixis, asegura que “la deuda total de China continuó creciendo en el año 2018, pero de una manera más moderada que en el pasado”. En otras palabras, la economía real del gigante asiático no ha dejado de apalancarse, pero por el momento parece estar calmándose. Curiosamente, el factor clave para la desaceleración del endeudamiento es el sector empresarial, que durante mucho tiempo ha sido la principal preocupación de los observadores de China. La deuda corporativa cayó del 134% (del PIB) en 2017 al 128% en 2018”.
La economista prevé que el banco central chino lleve a cabo este año una política monetaria más heterodoxa, con cuantiosas inyecciones de liquidez al sistema, para que los bancos faciliten más crédito al sector privado, sobre todo a las pymes. “Es un cambio preocupante, ya que parece implicar que las autoridades chinas rechazarán el proceso de desapalancamiento que comenzaron a mediados de 2017, cuando consideraron que el nivel de deuda era excesivo”, afirma Alicia García-Herrero.