En comparación con China, son las industrias alemanas las que compiten más directamente con las estadounidenses, según un informe reciente de Wall Street Journal . El superávit en cuenta de Alemania respecto a su PIB es del 8,4% a finales de 2015, frente al 3% de China.
El año pasado, el superávit alemán alcanzó el récord mundial de 278.000 millones de euros, un 21% más que el superávit de 230.000 millones de euros que presentó China. Peter Navarro, asesor del presidente del recién creado National Trade Council, criticó el superávit comercial de Alemania y pidió negociaciones bilaterales para reducir el déficil de Estados Unidos frente a Alemania.
La Reserva Federal de Dallas indicó en un informe de 2013 que con un valor agregado, el déficit comercial de Estados Unidos con China se sitúa en realidad alrededor del 33%, mientras que con el país europeo es de un 33% mayor. Quizás el dato más relevante para los norteamericanos es el hecho de que 9 de cada 10 categorías de exportación principales para la economía alemana son las mismas que las de Estados Unidos.
Las tres principales categorías de exportación para ambos países en 2014 fueron los automóviles, los aviones y los helicópteros (o incluso las naves espaciales). Sin embargo, las de China fueron los ordenadores, los equipos de radiodifusión y los teléfonos móviles.
A pesar de que Alemania en realidad es un competidor más directo, se ha librado en gran medida de las críticas del presidente Trump. En la última agenda de la política comercial del gobierno estadounidense, los países como China, Canadá, México y Corea del Sur llamaron la atención del gabinete y acabaron siendo calificadas de “delincuentes comerciales”.
Eso sí, el país sajón no ha pasado del todo desapercibido: el mes pasado, el siempre polémico y poco diplomático presidente de Estados Unidos acusó a Alemania de explotar un euro “subestimado” para su propio beneficio. Alemania se defendió indicando que la política monetaria es responsabilidad del Banco Central Europeo. El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäule, acordó que el tipo de cambio del euro era demasiado bajo para el país, pero señaló que las medidas del BCE se guían por las necesidades de la zona euro en su conjunto.
Dado que el euro está pasando por un periodo de debilidad respecto a fases anteriores de mayor potencia, a no ser que Alemania utilice alguna política fiscal para impulsar el gasto, seguirá bajo la atenta mirada de Estados Unidos como un obstáculo para el desarrollo de su economía.