Todo el mundo en Ibiza sabe quién es Abel Matutes Juan. Mencionar su nombre es sinónimo de negocios y de poder. Es, sin duda, la persona más influyente de la isla. Pero aparte de ser un hombre de un reconocido éxito en los negocios, también ha tenido una carrera política relevante, ocupando cargos importantes: ministro de Asuntos Exteriores, comisario europeo… Nos citamos con el empresario en las oficinas que tiene su grupo en una céntrica calle de la isla.
Cuando llegamos, preguntamos en recepción por Cristina, la responsable de comunicación. Al cabo de unos minutos viene y nos dice que don Abel está a punto de llegar. Después de unas llamadas telefónicas, nos confirma que ya se encuentra en su despacho, que se encuentra en la cuarta planta. Al entrar, lo primero que nos dice es que se ha puesto corbata y chaqueta en honor a Forbes, ya que normalmente acude al trabajo con ropa informal: un polo, una camisa, un suéter… Mientras Cristina y nuestro fotógrafo, Xavi, estudian localizaciones para hacer la sesión de fotos, el exministro nos indica que vayamos a la sala de juntas y, mientras tomamos un café, comenzamos la entrevista.
El pasado 31 de octubre cumplió 75 años. ¿Hay algo que no haya hecho y ahora se arrepienta?
No tengo conciencia de ello, y tampoco suelo arrepentirme de mis decisiones, aunque algunas de ellas serían mejorables, pero no he tenido el sentimiento de haber tomado una decisión radicalmente equivocada. Lo cierto es que cada día doy gracias a Dios por todo lo que nos ha concedido.
Tiene una trayectoria empresarial prolífera con cargos muy relevantes. Actualmente, es presidente del Grupo de Empresas Matutes y propietario de Palladium Hotel Group. ¿Cómo es un día de trabajo para usted?
Cada día es diferente del otro, pero en lo que se parecen es en que me levanto antes de las seis de la mañana y normalmente termino a la hora de la cena que, sin variación, es muy austera y convencional. Entre otras cosas, tengo por norma no aceptar invitaciones a cenar.
El ‘holding’ empresarial que preside está integrado por decenas de compañías de ámbitos tan diferentes como: hoteles, navieras, construcción, parques acuáticos, compañías de alimentación, distribuidoras de bebidas… ¿Hay algún sector en el que haya querido estar y por el motivo que sea no le ha resultado posible?
Sinceramente no, incluso estoy en algunos sectores por casualidad y sin haberlo buscado, pero el mundo de la empresa es así: tiras de una cereza y casi siempre, inevitablemente va acompañada de otras.
¿Cuál ha sido la decisión que más le ha costado tomar como empresario?
La verdad es que nunca he tenido que tomar una decisión que supusiera realmente una crisis: ni de conciencia, ni he tenido la sensación de que me lo jugaba todo. Aunque uno de los peores momentos que pasé fue cuando un ministro del Aire me dijo que tenía que tirar un hotel –que por cierto, tenía todos los permisos– porque le creaba un problema al tráfico del aeropuerto. Decidí que solo lo demolería si él me daba una orden por escrito para luego reclamar. Finalmente me la dio, y a los cinco años se me reintegró su importe.
¿Qué diferencia a su grupo empresarial de sus competidores?
La verdad es que no nos fijamos nunca en lo que hacen nuestros competidores. Nosotros trazamos nuestro propio rumbo y procuramos mantenerlo a menos que las circunstancias aconsejen otra cosa. Quizá lo que siempre nos ha caracterizado es la conciencia de que en la vida hay triunfos, pero también se producen fracasos. De estos también se aprende y, ya que no se puede ganar siempre, lo importante, cuando te caes o te derriban, es levantarse de nuevo y seguir.
Una de sus virtudes es tener un buen olfato para los negocios. ¿Cómo lo consigue?
No tiene más secreto que muchas horas de trabajo y que te cojan con las armas en la mano. Cuando algún amigo me dice: “Es que a ti te caen unos chollos y unas oportunidades increíbles”, le respondo lo mismo que decía Picasso, que la inspiración le cogía siempre con el pincel en la mano. A mí, las oportunidades siempre me han caído estando en el despacho. Esa es la razón, ya que si estás trabajando, estás abierto de espíritu, estás concentrado, y si en ese momento te proponen alguna cosa que parece interesante, la aceptas. Eso sí, nunca me la han ofrecido en un bar, ni en un baile, ni en un restaurante…
Su hijo Abel Matutes Prats es vicepresidente del Grupo de Empresas Matutes y director general de Palladium Hotel Group. ¿Cree que ya está preparado para sucederle en la presidencia a corto plazo?
Sin duda, y desde hace tiempo. Su incorporación al grupo supuso una gran renovación, introduciendo nuevos métodos de gestión. Siempre procura dar ejemplo, poniéndose en la primera línea de trabajo. Es una persona muy paciente, que sabe trasmitir ilusión, austeridad y constancia. Pero sobre todo, ha sabido integrar en la empresa nuevos equipos jóvenes que han supuesto una gran mejora cualitativa y cuantitativa en la gestión de la empresa.
El Grupo Palladium tiene hoteles en Jamaica, República Dominicana, Brasil, México, Italia y España. ¿Tienen previsto expandirse en los próximos años a otros países?
Sí, estamos abiertos a incrementar la inversión donde ya estamos y a abrirnos a nuevos países especialmente en América y a otras ciudades en nuestra cadena urbana Only YOU Hotels & Ayre Hoteles.
Fotógrafo: Xavi Torres- Bacchetta
¿Qué resultados ha obtenido el Palladium Hotel Group en 2015 y qué previsiones tienen para 2016?
En 2015 superamos los 500 millones de euros de facturación entre todos los hoteles de Palladium Hotel Group. En 2016 confiamos en haber incrementado esta cifra y, por supuesto, superarla también en 2017 gracias a la reciente apertura del Hard Rock Hotel Tenerife.
Usted reside y tiene la sede central de su grupo empresarial en Ibiza, que es una marca líder en el mundo. ¿De qué manera contribuye su firma al desarrollo de la isla?
Me he limitado a continuar la senda y la labor que iniciaron mi padre, sus hermanos y sobre todo mi abuelo Abel Matutes Torres, gran empresario e innovador que empezó su actividad a finales del siglo XIX y que logró transformar la Ibiza rural que le vio nacer en una sociedad dinámica y capitalista. A través de sus empresas (navieras, astilleros, fábricas de electricidad y compañías de comercio internacional) creó miles de puestos de trabajo en una pequeña isla que no podía ofrecer empleo a sus gentes, las cuales se veían forzadas a emigrar a otros países como Cuba, Argelia y Argentina, o incluso a otras ciudades y lugares de España. Y lo cierto, es que ahora los tiempos han sido más favorables para una mejora no sólo del nivel, sino también de la calidad de vida de esos habitantes de la isla.
España es ante todo un país turístico, ¿qué medidas le pediría al gobierno para que mejorasen el sector hotelero y lo hicieran más competitivo?
El turismo es, en efecto, una actividad de gran importancia para la economía española y ha resultado esencial en la superación de la crisis económica, ya que el sector ha incrementado de modo sustancial sus aportaciones al erario público y ha contribuido a la creación de empleo, así como a la mejora de la balanza de pagos. Por lo tanto al gobierno actual y a los futuros les pediría la constante mejora de las infraestructuras y, sobre todo, evitar nuevas subidas de impuestos que penalicen la competitividad del sector, ya que se trata de exportaciones invisibles que no son fácilmente desgravables. Cualquier subida supone un riesgo muy grande para el posterior desarrollo del sector. Cada país tiene una estructura productiva determinada y es muy importante que la política económica tenga en cuenta estos hechos.
¿Cómo ve la actual situación económica en España?
Si se hacen las políticas adecuadas, con optimismo, y si no, con mucho pesimismo. España tiene un exceso de déficit público y unas necesidades sociales que atender, pero si hay un gasto público desmesurado y queremos atender adecuadamente esas necesidades, no hay más remedio que hacer un ahorro. ¿Por dónde? Yo empezaría por las autonomías, que en general son un derroche y una muestra de ineficacia, contra lo que pensaban los padres fundadores de la Constitución.
Un hombre de éxito en los negocios como usted, ¿qué consejo le daría a un joven que quiera ser empresario?
El consejo que le daría es que no crea en los milagros y que intente identificarse con una actividad concreta, que le atraiga, y por encima de todo que nunca deje decaer su ánimo.
Su primera experiencia en el mundo de la política fue a los 28 años, cuando le hicieron alcalde de Ibiza. Siendo tan joven, ¿por qué acepto el bastón de mando y cómo le convencieron?
La primera vez me lo ofrecieron tenía 24 años y pude evitarlo porque por entonces (1969) la Ley de Régimen Local establecía que sólo podían ser alcaldes “los españoles mayores de 25 años con idoneidad para el cargo y arraigo en la localidad”. De modo que aquella vez pude regatear la embestida… En la segunda, con 28 años, acepté porque creí que podía aportar juventud y nuevas ideas a la Ibiza de aquel entonces, que estaba necesitada de empuje para abrirse al mundo y mostrarse tal y como era.
En 1996 José María Aznar le nombró ministro de Asuntos Exteriores. ¿Cómo le convenció el presidente?
La verdad es que no me tuvo que suplicar mucho, sino que me hizo un razonamiento que era impecable. Durante mis once años como comisario de Cooperación y Desarrollo de Asuntos Exteriores, había tenido la oportunidad de conocer a muchos jefes de Estado, presidentes de Gobierno, ministros de Exteriores… a la vez que estaba de presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores y de Seguridad del Parlamento Europeo. Así que un día el presidente me dijo: “Mira Abel, tú eres nuestro hombre internacional. No hemos estado hasta ahora en el gobierno, y tienes unas relaciones no solo políticas, sino personales, con la mayoría de jefes de Estado y mandatarios del mundo, por lo que me resultaría muy útil tu ayuda en este primer mandato”. Entonces le dije que adelante, que contara conmigo.
En los cuatro años que estuvo como ministro de Exteriores con Aznar, tuvo que lidiar con varios temas complicados. ¿Cuál fue el más tenso de todos?
Uno de los temas que más disgustos y preocupación me causó fue la demanda de extradición que hizo el juez Garzón del general Pinochet cuando viajó a Londres para hacerse un tratamiento médico. La transición en Chile se hizo inspirada en el modelo de España, y se negoció con el gobierno y la oposición chilena en la embajada de España en Santiago de Chile, con todas las bendiciones de nuestro ejecutivo. Al respecto, le puedo contar una anécdota, y es que estando yo entonces de comisario de Exteriores, Paco Fernández Ordóñez, me dijo que se estaba negociando en la embajada de España la transición democrática en Chile, y que el embajador le había pedido permiso para ofrecerle nuestra sede, pero que él no se había atrevido a dar el sí porque si salía mal, las repercusiones que esto podía traer serían difíciles de explicar. Entonces, le preguntó a Felipe González si creía que era pertinente cederles la embajada para que tuvieran lugar esas negociaciones, y el presidente le contestó: “Pues claro que sí, y diles que aplaudimos con las orejas”.
Así que, con todos estos precedentes, y después de que Pinochet ya había cedido el poder porque estaba en Inglaterra, el hecho de que se le quisiera traer a España para juzgarle, suponía evidentemente una intromisión en la política de un país hermano como era Chile, que era quien tenía que juzgarlo si lo consideraba pertinente. Desde luego que aquellos meses los pasé mal, porque de haber prosperado la demanda de extradición, nos habría enfrentado con todos los países hermanos de Iberoamérica: desde las dictaduras de extrema derecha a las de extrema izquierda, ya que todas ellas habrían considerado una intromisión y un acto de neocolonialismo la demanda de extradición que realizaba el Gobierno de España. Fueron unos meses difíciles y angustiosos, pero templé gaitas con mi colega chileno y le proporcioné una entrevista con el ministro de Exteriores británico, Jack Straw, para que pudieran hablar y le convenciera de que Inglaterra tampoco tenía motivos para inmiscuirse en un asunto interno de Chile. Por fortuna, y como sabe, finalmente le denegaron al juez Garzón la extradición.
En el año 2000 tuvo que abandonar la política debido a un infarto de miocardio que le dejó siete días ingresado en la UVI, entre la vida y la muerte. ¿Cómo fue tomada esa decisión cuando estaba en lo más alto de su carrera política?
Mi familia, mi mujer y mis hijos se plantaron, y ya no hubo argumentos que valieran.
¿Quizá éste ha sido el momento más crítico que ha pasado en su vida, o ha habido otros?
Sí, sin duda, a nivel personal ha sido uno de los momentos más críticos, pero ha habido otros que han sido más dolorosos como la pérdida de mi mujer y de mis padres.
Precisamente en febrero se cumple el primer aniversario del fallecimiento de su esposa Nieves Prats a los 69 años, con la que estuvo durante 47 años, toda una vida. ¿Cómo es su vida ahora y cómo se organiza?
Me organizo como siempre y he aumentado si cabe el ritmo de mis viajes y mis ausencias de la isla. También es cierto que cuando regreso a casa solo, toda su inmensidad se me cae un poco encima, pero su recuerdo y su ejemplo me siguen estimulando.
De los viajes que realizó con su esposa por el planeta. ¿De cuál guarda mejor recuerdo por lo especial que fue?
Recuerdo especialmente un viaje de vacaciones que hice con Nieves y mis cuatro hijos en julio de 1990. En quince días dimos la vuelta al mundo pasando por Roma, con visita al papa Juan Pablo II, a quien había pedido una audiencia, y continuando por Singapur, Malasia, Tokio, Los Ángeles, Nueva York, Barcelona… Fue un viaje muy estimulante y muy instructivo para todos nosotros.
Usted en política ha ejercido casi todos los cargos: alcalde, senador, diputado, comisario europeo, eurodiputado, ministro de Exteriores… Solo le ha faltado ser presidente del Gobierno Español. Con el prestigio y respeto que ha tenido en el mundo de la política, ¿no ha pensado alguna vez en dar ese último paso?
Nunca. Siempre he sido consciente de que un hombre de empresa que tenía intereses en muchos sectores de la vida económica no debía optar a la presidencia del Gobierno ni a ningún cargo económico, porque automáticamente me vería implicado en un conflicto de intereses. Por ello sólo podía aceptar un cargo de Estado como fue el caso.
Ahora se están juzgando varios casos de corrupción política. ¿Cómo piensa que habría que combatirla?
Con ejemplaridad, y procurando que las leyes, que ya la castigan, se apliquen con mayor celeridad.
Tras más de veinte años de militancia en el Partido Popular, en el 2008 decidió abandonarlo y entregó el carnet. ¿Cómo ve actualmente a su expartido?
Estoy muy alejado de la actividad política, y lo que pido a nuestros políticos es que por encima de los intereses de partido sepan situar siempre el interés general de los ciudadanos, que son, por este orden: la estabilidad, la creación de empleo, una justa distribución de la riqueza y un clima de confianza para estimular las inversiones necesarias para lograr todo lo anterior.
¿Qué opinión le merece la gestión que está llevando a cabo en la CEOE su presidente, Joan Rosell?
El señor Rosell, como presidente de todos los empresarios, creo que estaría muy de acuerdo con cuanto acabo de decir. Por mi parte sólo puedo afirmar que todo lo que le he oído hasta ahora me ha parecido razonable y coherente con los objetivos que le exige la representación de todos los empresarios.
¿Qué le motiva en estos momentos?
Me sigue motivando todo, pero muy especialmente el trabajo, y lo hago siempre pensando que me puedo morir al cabo de un minuto, pero actuando como si fuera a vivir veinte o treinta años más. Espero jubilarme algún día, pero la realidad es que siempre encuentro un motivo para posponerlo.
¿A qué tiene miedo Abel Matutes?
A nada, excepto a todo lo relacionado con la familia y la salud.
Tiene cuatro hijos, y todos trabajan en el Grupo Empresas Matutes. ¿Es muy exigente con ellos como jefe?
Si, soy exigente con ellos, y con todos los que trabajan en nuestras empresas, pero también pretendemos ser justos y tenemos en cuenta los méritos de cada uno.
Fotógrafo: Xavi Torres- Bacchetta
De sus cuatro hijos, Estrella Matutes ha sido la única con inquietudes políticas, ya que fue consejera de Hacienda, Vías y Obras Públicas del Consell Insular de Ibiza durante la legislatura 2003-2007. ¿Le hubiese gustado que alguno de sus otros tres hijos hubiera seguido sus pasos en la política?
Siempre les desaconsejé que se dedicaran a ello. Se trata de una actividad ilusionante pero ingrata, y a todos ellos les sobran temas de que ocuparse.
A los 17 años se trasladó a Barcelona a estudiar la carrera de Derecho y Económicas, y a pesar de ello sacaba tiempo para jugar en el RCD Español, club en el que estuvo tres temporadas. ¿Cómo se organizaba para compatibilizar los estudios con el fútbol, y además hacerlo bien? ¿Recuerda cuánto cobraba por temporada, y qué hizo con el primer millón qué ganó?
Como no hay milagros, antes como ahora, me levantaba al salir el sol y trabajaba hasta bien entrada la noche porque siempre me han apasionado el trabajo y el deporte. Por suerte, la facultad de Derecho donde estudiaba estaba a tan solo 500 metros del campo donde jugaba el RCD Español, por lo que lo tenía muy fácil: salía de la universidad a las 11:50, cuando acababa la tercera clase, me saltaba la de las 12:00 para ir caminando hacia el estadio, y a las 12:05 ya estaba equipado y corriendo por el césped de Sarriá. En cuanto a mis ingresos, sólo puedo decirle que con el fútbol me pagué mis estudios y que los dos millones de pesetas que ahorré en aquellos tres años como profesional me los gasté después, hasta el último céntimo, como presidente de la Sociedad Deportiva Ibiza. Al fútbol fue lo que del fútbol provenía; por tanto, no tengo queja alguna.
En el RCD Español jugó de interior izquierda, y lo hizo tan bien que recibió ofertas del Real Madrid y del FC Barcelona. ¿Alguna vez se ha arrepentido de no haber fichado por uno de estos grandes clubes?
No. Tengo una norma que me resulta muy práctica en la vida, y es que procuro convencerme de que todo lo que sea inevitable, o que ya es irreparable, es lo que más me convenía o lo que más me gustaba. En mi opinión es la mejor manera de no tener que ir maldiciendo las decisiones que uno ha ido tomando en la vida. Sólo puedo comentar que en el fútbol, como en todo, daba lo mejor de mí en el campo. Recuerdo que los derbis contra el Barça eran muy tensos, posiblemente más que ahora, y además algún gol les hice [risas]. Le voy a confesar una cosa: de mis cuatro hijos, dos son del Real Madrid y dos del Barcelona. Así que la cosa esta bien repartida.
Tiene diez nietos. ¿Ejerce de abuelo?
Todo lo que me dejan, y además los mimo todo lo que puedo, que para eso están los abuelos. Para educarles ya tienen a sus padres que, por cierto, lo hacen y muy bien.
¿Quién es el personaje que admira más?
Nelson Mandela y Sócrates. A Mandela lo conocí y tuve ocasión de tratarle en presencia del rey Juan Carlos. Nos explicó su vida y nos enseñó la celda en la que estuvo encerrado mucho tiempo, pero sobre todo me admiró la forma en que, como presidente, supo administrar con generosidad, equilibrio y templanza el inmenso poder que había acumulado y logró integrar dos razas que estaban enfrentadas en su país. En cuanto a Sócrates, siendo consciente de que no había corrompido a la juventud, bebió la cicuta dando un ejemplo de estoicismo y de integridad, y predicando esa integridad entre sus discípulos que le acompañaban en aquellos momentos dramáticos.
De todos los dirigentes mundiales que ha conocido, ¿cuáles son los que le han causado un mayor impacto?
El que más, Nelson Mandela, pero la verdad es que casi todos me han causado muy buena impresión, desde el Papa a Ronald Reagan, que era un hombre con un gran encanto y personalidad, que nunca se ponía nervioso y que aunque parecía que defendía principios solo conservadores, lo que creo es que sabía contemplar el mundo en su complejidad. También me impactó la señora Tachtcher, que era otra gran líder, junto a Jacques Delors, el que fuera presidente de la Comisión Europea. La verdad es que he tenido la suerte de conocer a grandes líderes, y entre ellos también destacaría a José María Aznar y a Felipe González.
¿Qué tipo de música le gusta?
No soy muy melómano, y no me gusta la música moderna, solo la clásica, los boleros y los tangos. Se nota que ya tengo cierta edad… [risas]. En septiembre pasado estuve en Moscú, viendo el ballet Bolshoi, y al día siguiente fui a un concierto.
¿Es aficionado al cine?
Sí, la verdad es que me considero un buen cinéfilo. Veo todo el que puedo. Hay películas que he visto en muchas ocasiones, como Casablanca, El hombre tranquiloi
¿Cómo desconecta del trabajo?
Me gusta mucho la pesca, y me considero buen pescador y buen marino. Cuando mis ocupaciones me lo permiten cojo mi barco y me pierdo por las aguas de las Baleares, incluso voy también hasta Gibraltar, que es una zona privilegiada, con unas condiciones naturales muy buenas y que no está muy frecuentada. Desde muy pequeño he sido un gran aficionado al deporte de la vela. También desconecto cuando me encuentro en casa. Suelo leer un rato, y si no basta pongo en el vídeo un western y a los diez minutos estoy roncando.
¿Qué hace para tener tan buena aspecto?
Me cuido mucho. Hago una hora de ejercicio cada día y empiezo antes de las seis de la mañana delante el televisor, de modo que a las siete estoy informado y dispuesto a comenzar la jornada de trabajo.