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La ciberseguridad financiera, el pilar estratégico que rige el rumbo del sector bancario

Fotografía: Pexels.

La ciberseguridad financiera ha dejado de ser un asunto puramente técnico para convertirse en un frente estratégico en el sector bancario. En la última década, la digitalización transformó la manera en que los clientes interactúan con los bancos y en cómo las entidades gestionan sus operaciones. Esa revolución abrió oportunidades de eficiencia y cercanía, pero también expuso a las empresas a una amenaza constante: el cibercrimen. El problema: cada avance digital es observado con atención por atacantes que buscan explotar cualquier resquicio.

Tanto es así que, según el Informe de Amenazas 2023 de ENISA, los ataques de ransomware crecieron un 45% en Europa en comparación con 2022, y es precisamente sector financiero el que se mantiene entre los tres más atacados del continente.

La lista de amenazas cibernéticas en el sector financiero es tan extensa como sofisticada

Además, la lista de amenazas cibernéticas en el sector financiero es tan extensa como sofisticada. El phishing sigue siendo la técnica más utilizada: correos con mensajes alarmistas que suplantan la identidad de entidades bancarias para engañar tanto a clientes como a empleados. El objetivo, directo: impulsar la acción del usuario para que actúe rápido y en esa vorágine de tensión y alarma desviar su atención para lograr de forma eficiente y veloz el fin último.

No obstante, no es la única técnica. Variantes móviles como el smishing o el vishing se han multiplicado en los últimos años, según ENISA, que contabiliza un aumento del 30% en este tipo de incidentes en la Unión Europea. A ello se suman los ataques de ransomware, capaces de paralizar la operativa de un banco durante días. Y por su parte, la ingeniería social convierte al factor humano en un eslabón vulnerable, ya que un empleado distraído puede abrir la puerta a pérdidas millonarias.

A estas amenazas hay que sumar otras más silenciosas. Por ejemplo, el acceso indebido a APIs bancarias, que conectan sistemas críticos, representa un riesgo creciente. Los ciberdelincuentes buscan vulnerabilidades para extraer información confidencial o manipular transacciones. El fraude del CEO —también conocido como Business Email Compromise—, ha provocado daños superiores a los 2.400 millones de euros a nivel global en 2023, según estimaciones de Europol. Y en la dark web, bases de datos con millones de credenciales filtradas se comercializan al mejor postor, alimentando nuevas oleadas de ciberestafas bancarias.

Ante este panorama, las entidades financieras están obligadas a reforzar sus defensas. Y entidades como Deutsche Bank ya han dado un paso al frente. La ciberseguridad en banca ya no puede depender únicamente de herramientas tradicionales como firewalls o antivirus. Hoy, la estrategia se apoya en sistemas avanzados de inteligencia artificial capaces de analizar patrones de comportamiento y detectar anomalías en tiempo real. También en soluciones de autenticación multifactor y biometría que elevan la barrera de entrada para los atacantes. El cifrado extremo a extremo y la protección de APIs críticas son ahora parte del núcleo operativo.

Sin embargo, la tecnología por sí sola no basta. El factor humano sigue siendo el origen de la mayoría de los incidentes. Así lo apuntan los datos del BCE, que señalan que más del 60% de los fraudes digitales en banca tienen como detonante un error humano o un engaño exitoso de ingeniería social.

En paralelo, los ciberseguros han ganado terreno como mecanismo para mitigar el impacto económico de un ataque. No eliminan la amenaza, pero ofrecen a las entidades financieras un colchón que puede resultar decisivo tras un incidente grave.

El marco normativo también marca el rumbo. Regulaciones como NIS2 y DORA (Digital Operational Resilience Act) obligan a las entidades financieras a elevar sus estándares de ciberresiliencia. Mientras, en España, el Banco de España ha reforzado sus directrices para garantizar que las entidades cuenten con planes sólidos de continuidad operativa y gestión de riesgos. Y cumplir con estas normativas no es solo una cuestión de evitar sanciones, es un factor de competitividad. Porque una entidad que demuestra solidez en seguridad financiera digital transmite confianza y fideliza a clientes que valoran la protección de sus datos. Esta máxima es una de las fortalezas de Deutsche Bank, entidad que ha demostrado que no solo busca reforzar y asegurar las finanzas de sus usuarios, sino que también se preocupan por cada uno de sus clientes y sus datos para que la relación entre ambas partes sea sólida y confiable.

El futuro plantea retos aún mayores. Y esto en Deustche Bank lo saben muy bien. La convergencia entre inteligencia artificial generativa y cibercrimen abre un escenario donde los ataques serán cada vez más creíbles y personalizados. Pero también ofrece oportunidades: tecnologías de detección más precisas, marcos regulatorios maduros y una mayor concienciación social. Por eso, la ciberseguridad financiera ya no es un gasto operativo, es una inversión estratégica que protege activos, garantiza continuidad y preserva la confianza. Y en un sector donde la confianza lo es todo, ese puede ser el mayor valor de un banco.

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