En los más de treinta años que llevamos en FYR Legal prestando servicios jurídicos, hemos sido testigos, y partícipes, de una evolución profunda: la de la función legal dentro de las organizaciones. Lo que antes era percibido como un centro de coste o una función reactiva, hoy reclama su lugar como una palanca estratégica. Esa transformación no ha sido teórica. Ha ocurrido sobre el terreno, impulsada por las necesidades reales de las compañías.
En este contexto, la externalización de servicios jurídicos ha dejado de ser una medida puntual para cubrir picos de trabajo o contener el gasto. Se ha convertido en una decisión estructural, que redefine cómo operan muchos equipos legales. No se trata solo de quién hace el trabajo, sino de cómo se hace, con qué enfoque, con qué metodología, con qué nivel de integración. Nuestros clientes ya no buscan “refuerzos”, sino colaboradores con los que construir soluciones sostenibles, prácticas y alineadas con sus objetivos. Por eso en FYR Legal hablamos de partnership, no de externalización. Porque cuando un equipo legal te entrega una parte de su función, no espera solo capacidad técnica. Busca un socio que entienda su funcionamiento interno, que aporte fiabilidad operativa y esté plenamente alineado con la consecución de sus objetivos estratégicos.
En FYR Legal hablamos de partnership, no de externalización
Ahora bien, ese modelo de colaboración solo funciona si se construye sobre bases sólidas. Requiere estructura, método, y, sobre todo, una comprensión clara de los procesos. Nos encontramos con una paradoja habitual: cuanto más esenciales son los procesos, menos atención se les presta. Cuanto más asumidos están, más opacos resultan. Por eso el primer paso no es incorporar tecnología, ni redibujar organigramas, sino detenerse a entender —de verdad— cómo se hacen las cosas. No para juzgarlas, sino para mejorarlas. Y eso implica hacer el ejercicio, a veces incómodo pero imprescindible, de revisar con honestidad lo que damos por hecho.
Cuando las organizaciones se atreven a hacerlo, se activa el cambio. Disminuye la fricción interna, se gana claridad, se acelera la toma de decisiones. El equipo jurídico recupera tiempo, foco y capacidad de anticipación. La eficiencia no es el objetivo final, pero sí el habilitador que permite que las cosas importantes tengan espacio. Por eso en FYR Legal invertimos en ordenar, simplificar y construir flujos que tengan sentido en la práctica, no solo en la teoría.
Y solo entonces, con una base sólida, es el momento de hablar de tecnología. No antes. Aplicar herramientas sobre una estructura débil no genera eficiencia, sino complejidad innecesaria. Antes de incorporar cualquier solución digital, hay que tener claro qué se quiere mejorar, con qué fin y para quién. En nuestro caso, por ejemplo, desarrollamos una app para nuestro equipo que asignaba automáticamente los asuntos según la experiencia y la carga de trabajo de cada profesional. Una solución sencilla, pero de alto impacto por su utilidad real: resolvía un problema concreto, de forma medible. Y, sobre todo, lo hacía no para sustituir a las personas, sino para potenciar su trabajo. La tecnología debe estar al servicio de las personas, no al revés.
Para mí es la verdadera clave: tecnología al servicio de los procesos, procesos alineados con la estrategia, y una estrategia que no se queda en el papel, sino que guía las decisiones operativas del día a día a través de las personas que las ejecutan y hacen tangible la estrategia. Cuando ese equilibrio se consigue, la función legal no solo mejora, se transforma.
Cualquier transformación real empieza con una mirada honesta hacia dentro
Transformar la función legal no consiste en hacer más cosas, sino en hacerlas con más sentido. Con foco. Con aliados que sumen de verdad. No es un camino sencillo ni rápido, pero sí posible. Y cuando se logra, no solo mejora el trabajo jurídico: mejora la forma en la que el equipo contribuye al negocio y se relaciona con él.
Después de todos estos años, si tuviera que quedarme con una idea esencial, sería esta: cualquier transformación real empieza con una mirada honesta hacia dentro. Con la capacidad de hacerse buenas preguntas, aunque incomoden. Y con la determinación de actuar sobre las respuestas. Lo técnico puede venir después. El cambio —el que de verdad transforma— empieza por ahí.