José Moro lleva toda una vida dedicada al vino. Tras décadas aprendiendo grandes lecciones del sector, vuelca todo su aprendizaje en su proyecto estrella, Cepa 21. Hoy sus vinos traspasan fronteras y están presentes en más de 45 países.
Tercera generación de viticultores, ¿qué valores le transmitieron su padre y su abuelo?
El vino, como siempre digo, es un catalizador de las relaciones humanas, une a las personas y saca lo mejor de ellas. Mi padre sintetizaba los valores en una frase: “hay que ir con la cabeza bien alta”. Eso significa que has sido buena persona, honrado y que has cumplido con la gente. Buena parte de esos valores tienen que ver con la nobleza que te da el vino.
¿Cómo surge Cepa 21?
Fue un proyecto que empecé a soñar en el 98. Quería hacer un vino diferente, donde la frescura fuera determinante, y que tuviera también nobleza y amabilidad. Tenía que ser un vino que no nos hiciera fruncir el ceño al beberlo, sino que nos diera sensaciones agradables. Quise desarrollar un proyecto del siglo XXI, de ahí su nombre, y cuando se inauguró la bodega en 2006 era absolutamente innovadora. Cuando empecé, no preveía que las condiciones climáticas iban a tener tanta influencia. La subida de temperatura hace que las características de las uvas y, por consiguiente, de los vinos tengan un pH más alto, sean menos ácidos, menos frescos. Por eso, hemos actuado durante 20 años desde la viticultura y los procesos de elaboración para conseguir vinos más suaves, frescos y melosos.
¿Cuál es la clave para combinar tradición e innovación?
Van unidos totalmente. La innovación que aplicaron mi padre y mi abuelo a la hora de plantar o al hacer las cosas es nuestra tradición. Y nuestra tradición, será la innovación de las siguientes generaciones. Es absolutamente compatible. A medida que han avanzado las nuevas tecnologías, no he dudado en apostar por ellas. Quise aplicar metodologías como la IA para medir todo lo que pasa desde que una cepa empieza a llorar en abril; durante el ciclo vegetativo; y posteriormente, en la bodega. Esos índices nos ayudan a tomar decisiones. Pero no hay que olvidar que el vino es sabiduría. Cuando hacemos un vino, aplicamos el conocimiento y la tradición. Por ejemplo, la cata, en la toma de decisiones, es absolutamente fundamental. Pero, la innovación es conocimiento: a más conocimiento, menos intervención y a menos intervención, vinos más naturales.
¿Qué le aporta Cepa 21 y qué aporta usted a Cepa 21?
Me ha aportado conocimiento, saber hacer y trabajar con herramientas diferentes para conseguir nuevos objetivos. Y yo le he dado mi vida, todos esos años desde la primera botella que embotellé en Emilio Moro hasta que abandoné el proyecto. Ahora estoy más ilusionado que nunca, porque lo que más me entusiasma es encontrar un vino que te emocione, que te ponga los pelos de punta.
Malabrigo es su vino estrella. ¿Por qué es tan especial?
Es el vino que mejor representa la filosofía de Cepa 21. Proviene de una parcela donde hace mucho frío y su etiqueta refleja mis recuerdos de cuando mi padre me enseñaba a podar. Cuando estoy en cualquier parte del mundo explicando la filosofía de este vino, me enorgullece porque cuando crees en algo y luchas por ello, eres capaz de conseguirlo. Malabrigo es un sueño hecho realidad.
2024 ha sido difícil con el asalto a la bodega y una vendimia complicada. ¿Cómo lo ha afrontado?
Ha sido un año complicado, pero la vida es eso. El sabotaje fue un sacrilegio. Esa noche estaba allí durmiendo y cuando lo vi, me puse a llorar, pero a las horas tuve que recomponerme y seguir adelante. La desgracia no te puede parar la vida. Hay que sobreponerse. Igual que en una vendimia tan complicada como ha sido esta. Ahí es donde tienes toda tu experiencia para sacar lo mejor de las cosechas difíciles, que tienen un encanto especial también.
Es un referente en el sector y ha recibido numerosos reconocimientos. ¿Que suponen estos premios?
Es una satisfacción. No sé si es justo o no cuando la gente determina que José Moro un año es el mejor CEO u otro año entra en la lista de Forbes. Solo sé que lo único que he hecho en mi vida es trabajar. En mi sector, hay tres elementos que forman el triángulo perfecto de una empresa. La parte técnica hay que cuidarla, y seguir evolucionando para hacer vinos mejores. Luego, hay que comunicar lo que haces y por qué lo haces. Y sin duda, otro elemento diferenciador es el comercial. Trabajar duro y coger, como he cogido yo, la botella debajo del brazo desde los años 90, y recorrer el mundo sin complejos, desde Estados Unidos hasta Asia.
La solidaridad está muy presente en Cepa 21. El último ejemplo es el apoyo con la DANA y Mensajeros de la Paz. ¿Por qué es importante?
Es la expresión de mi forma de ser y de los trabajadores de Cepa 21. Llevo apoyando proyectos solidarios mucho tiempo y creo que lo hago por egoísmo, me hace sentir bien y en paz. Y, eso para mí es importante, porque, en definitiva, son valores que me han transmitido mis padres.
¿Cómo ve el futuro de Cepa 21?
Quiero que tenga el reconocimiento que se merece. A pesar de estar muy bien situado, creo que merece un sitio más alto y hay que luchar por ello.