Con el 50% de la población por encima de los 50 años en 2030, según datos del portal Statista, se abre una inmensa oportunidad de mercado sénior para productos y servicios relacionados no solo con las áreas de la salud y el bienestar, sino en todos los sectores, también el ocio, la imagen personal o la tecnología. Un escenario que choca frontalmente con la vetusta idea que relaciona el sector sénior con el mercado residencial. “La residencia debería ser el último recurso”, coinciden los expertos encuestados por Sigma Dos en el primer Estudio Nacional sobre la Vivienda a partir de los 55 años, impulsado por el Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM) y Leroy Merlin, la empresa líder en acondicionamiento del hogar en España. De hecho, en sus entrevistas cualitativas, las expertas en gerontología enfatizaron la importancia de “alargar al máximo posible el tiempo de vida en el hogar”.
Sin embargo, nuestras viviendas no están preparadas para garantizar la seguridad, la comodidad, la autonomía o la accesibilidad de las personas a medida que cumplimos años. Si a esto se suma el hecho de que queremos evitar la vejez no pensando en ella, no terminamos de aceptar la necesidad de realizar reformas en la casa para que sirva mejor a las necesidades de una nueva etapa vital: más del 90% de los españoles no hace reformas preventivas hasta pasados los 65 años (el 50% no las acomete hasta después de los 75 años). Es más, cuanto más años cumplimos, más retrasamos la edad en que consideramos necesarias estas reformas. Y, sin embargo, a ocho de cada 10 españoles (el 83%) les preocupa no poder valerse sin ayuda en su propia casa cuando tengan más edad.
Para poner un poco de objetividad, el estudio consulta a los expertos qué edad sería la ideal para adaptar el hogar y la respuesta es unánime: la franja ideal es entre los 55 y los 65 años y, sobre todo, en el momento de la jubilación. ¿Por qué? Las reformas se abordan con más ilusión y energía cuando se tiene la autonomía para tomar las decisiones sin necesitar de la validación de familiares, algo que desgraciadamente se hace más común a medida que avanza la edad.
El mito de la casa de la ortopedia
Arreglar la casa para adaptarla a las nuevas necesidades no es sinónimo de convertirla en la casa de la ortopedia, como muchos piensan. Según arrojan los datos del estudio, aunque los mayores dan importancia a la accesibilidad (38,9%) y a la seguridad (52,5%), muchos prefieren sacrificarlas para evitar un impacto estético en su hogar.
El primer paso para salvar este escollo se trata de abordar las reformas de manera preventiva y con suficiente antelación y planificación: si dejamos que sean los problemas los que nos urjan, acabamos comprando “el banquito ortopédico y el asa de plástico fea para la ducha… Todo feo, sin criterio”, lamenta un interiorista consultado para el estudio: “Hay que incorporar una vertiente estética en las reformas: nade con 55 años quiere reformar su baño para que se parezca al de un hospital”.
El segundo paso consiste precisamente en acudir a los mejores profesionales. «Entre lo que creemos necesitar y lo que realmente necesitamos en nuestro hogar hay una gran diferencia, por eso es esencial un asesor experto que te guíe y que pueda empatizar contigo”, apunta Sergio Vicente, director de Marca y Comunicación de Leroy Merlin. “El 16,5% de nuestra plantilla es sénior y en tienda ves cómo los clientes de más edad tienden a buscar a estos vendedores, porque se ven reflejados en ellos y saben que van a entender sus necesidades e incertidumbres», concluye.
Las reformas menos conocidas y las más necesarias
Cuando se habla de funcionalidad, la reforma del baño —sobre todo, cambio de bañera por plato de ducha—, es la más demandada por los mayores (90,1%); pero el porcentaje cae drásticamente cuando se trata de la cocina (35,5%), el dormitorio (19,8%), poner rampas para salvar desniveles o escalones (11,5%) o ensanchar pasillos y puertas (10,2%).
Los expertos, en cambio, recomiendan varias reformas que no se encuentran en nuestro listado de prioridades. Por ejemplo, la iluminación de la vivienda para asegurar la visibilidad cuando se pierde agudeza visual (solo se acuerda de este punto el 8,6%), reemplazar los suelos por un material antideslizante, eliminar alfombras y muebles superfluos y, por supuesto, ensanchar pasillos y puertas para mejorar la movilidad, o hacer más accesibles los elementos de la cocina y menaje, y por supuesto, garantizar la seguridad en el baño.
“Poder movernos con libertad evita comportamientos que lesionan la autoestima y agravan el círculo vicioso de la depresión”, coinciden los expertos. Por ejemplo, asearse menos por el miedo a las caídas, no cuidar el aspecto y la imagen porque no se quiere recurrir a otros para pedir ayuda o reducir las salidas, las visitas y la vida social.
“Con los años, tendemos a comer menos y, en ocasiones, peor. Una cocina adaptada a la edad sénior hará que cocinar y alimentarse sea algo más sencillo. Cambiar los sistemas de almacenaje de la cocina, que nos eviten agacharnos o coger cosas de armarios demasiado altos, es ya un motivo para acometer una reforma”, dice Sara Solé Wert, arquitecta y socia fundadora del estudio Tresunouno.
La oportunidad de negocio
La oportunidad es clara: cuatro de cada 10 séniors (el 44%) está dispuesto a invertir más de 5.000 euros en una adaptación de sus hogares, el 13,7% dedicaría de 4.000 a 5.000 euros y el 12,3% gastaría entre 3.000 y 4.000 euros. Pero, según los expertos consultados, el mercado no está ofreciendo un asesoramiento y previsión de cómo podrían mejorarse las viviendas para que los mayores puedan maximizar su calidad de vida a medida que envejezcan.
Además, los especialistas identifican la necesidad de impulsar campañas informativas y de marketing sobre estos temas, y proponen formar específicamente al personal comercial y de atención directa al cliente, para que puedan presentar soluciones ajustadas a las necesidades de este segmento de consumidores. “Con el informe queremos invitar a la reflexión y abrir la conversación sobre si nuestras viviendas están adaptadas para esta etapa de la vida», concluye el director de Marca y Comunicación de Leroy Merlin.