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Yann Reznak, CEO de Grassy: «Con un reloj no estás comprando oro, sino un trabajo bien hecho de una manufactura»

La firma relojera alemana Nomos Glashütte es conocida por su experiencia con los colores, aunque su modelo más vendido, el Tangente, se ha mantenido intacto durante más de tres décadas. Sin embargo, este año la manufactura ha sorprendido con una nueva versión de edición limitada que la semana pasada se presentó en emblemático establecimiento de la Gran Vía de la Joyería Grassy de Madrid, en un exclusivo evento en el en el que se descubrieron las 31 piezas diferentes que componen la colección limitada a 175 unidades. “La originalidad de este set es que no hay dos relojes iguales, ya que cada uno tiene un colorido distinto”, apunta Yann Reznak Grassy, perteneciente a una estirpe de orfebres y actual CEO de Grassy, un templo del lujo fundado por su abuelo.

En los últimos años, el establecimiento se ha distinguido por ofrecer marcas independientes, como Nomos Glashütte, una enseña de culto de 175 años de historia que aúna sobriedad minimalista y destreza técnica. “Desde hace tres años trabajamos con esta manufactura, que fabrica relojes mecánicos y automáticos en la localidad alemana de Glashütte en producciones bastante restringidas con un precio medio que oscila entre los 2.000 y los 6.000 euros. Cuenta con pocos puntos de venta y cuida mucho su imagen”, explica quien creció entre joyas y maquinarias precisas y ya desde niño reconoce sentirse fascinado por los relojes. “Aprendí mucho de mi abuelo y de mi padre”, confiesa la tercera generación de la saga joyera.

¿Cómo empezó su pasión por el mundo relojero?

Ya desde pequeño me gustaba venir a la joyería y ponerme los diseños en la muñeca. También me paseaba por el Museo de Reloj Antiguo que tenemos (Gran Vía, 1), que acoge una colección de modelos de los siglos XVI a XIX. Y compaginándolo con mis estudios y mi carrera, pronto empecé a viajar para descubrir nuevas piezas. La afición me viene de mi abuelo y de mi padre y gracias a ellos recibí una formación muy equilibrada. A mi abuelo le gustaban más los objetos de arte y las piezas antiguas de sobremesa, pared y bolsillo, y con mi padre me sumergí en el mundo del reloj más contemporáneo. Con él me picó la vena del reloj de muñeca.

La picadura con la que empezó su colección…

Fue poco a poco. Me divertía comprar relojes donde podía, como en mercadillos y hacía cambio con amigos.

¿Qué debe tener un reloj para que llame su atención?

Debe tener una personalidad, un ADN marcado, que se diferencie por la calidad de su esfera y por la maquinaria. La correa es un elemento importante también y las de Nomos son de anca de potro, un material que utilizan poquísimas marcas. Me gustan todos los detalles e incluso me fijo en el estuche.

¿Cuenta con algún modelo de Nomos Glashütte?

Tengo el que hicimos para conmemorar los 70 años en la Gran Vía y un Zürich, que es un reloj que me encanta porque viajar no en el tiempo sino en la geografía. Tiene un sistema muy ingenioso de puesta en hora que puede identificar las ciudades con sus husos horarios. Permite saber automáticamente qué hora es en Sídney, Dénver, Alaska o Nueva York, por ejemplo. Y también tengo una pluma muy bonita de Nomos.

¿Adquiere sus relojes por inversión o como pasión?

Si no te gusta y se compra por inversión me parece un cálculo muy frío y un error porque no se va a disfrutar y solo se piensa en pegar el pelotazo, que es justamente de lo que queremos huir. Un reloj hay que comprarlo porque te gusta, porque aciertas con él y además, a largo plazo todos son inversión. Yo en mi colección jamás he pensado en que son una inversión, siempre me los pongo. Algunos sé que se van a revalorizar y otros no, pero no me quita el sueño. Con un reloj no estás comprando oro, sino un trabajo bien hecho de una manufactura.

¿Cómo hay que guardar los relojes en casa?

Es importantísimo que no se toquen entre ellos, que no se rocen, y usarlos con cariño para que no se sequen los aceites.