Un producto de lujo lo es porque emplea los materiales más exclusivos y escasos para su confección. En joyería, las perlas rosadas que proceden de caracolas (un tipo de caracol de mar con una concha en forma de espiral) son rara avis, e igual de preciosas que las que se originan en el interior de las ostras. Con ellas se componen alhajas tan valiosas como el brazalete que guardaba en su colección privada la reina de España Victoria Eugenia, esposa de Alfonso XIII, bisabuela de Felipe VI y gran coleccionista de joyas.
La pulsera salió de los talleres de Cartier a finales de los años 20 del pasado siglo, pues Alfonso XIII había otorgado al joyero francés una orden como proveedor oficial de la casa real. Mostraba un diseño armonioso que mezclaba 14 perlas ovaladas en distintos tonos de rosa con una base de esmalte negro y diamantes dispuestos a modo de enredadera. Y no era muy común, pues los brazaletes que Cartier había alumbrado en el periodo de entreguerras solían emplear dos o tres piedras preciosas de distintos colores, talladas y pulidas, mientras que la estructura natural de las perlas de concha del brazalete de la reina no requería tallado alguno.
De unos 186 mm de longitud, dotado de un diseño de gran finura y pocas imperfecciones, el tesoro fue un encargo de la propia Victoria Eugenia, muy probablemente. A su muerte, en 1969, fue a parar a alguno de sus descendientes, si bien no ha trascendido a cuál de los miembros de la familia Borbón. En su seno permaneció hasta 2012, cuando la casa de subastas Sotheby’s lo puso en venta.
¿Quién lo compró? La compañía solo reveló que fue un coleccionista privado europeo quien se hizo con la joya en la puja que tuvo lugar en Ginebra (Suiza), a cambio de 3,27 millones de francos suizos (2,71 millones de euros de entonces). Se había estimado un precio de entre 750.000 y 1,3 millones de francos suizos, pero la belleza de sus trazos y el hecho de que hubiera tenido una ilustre propietaria aumentó el precio de tan jugoso botín. En ese momento fue la segunda pulsera firmada por Cartier más cara de la historia, según Sotheby’s.
Como el brazalete de Victoria Eugenia, cualquier producto que aspire al apellido “de lujo” debe aportar, además de exclusividad, una historia de la que procede, e idealmente requiere contar con el respaldo de una gran marca con tradición y herencia. Ese es exactamente el caso de la colección M de The Macallan, el tesoro de edición limitada al que aspiran los más fervientes seguidores de la casa escocesa y que celebra los Seis Pilares de The Macallan, las piedras fundacionales que han iluminado el camino para crear su espíritu único y excepcional.
Desde su fundación en 1824 en la región de Speyside, por obra y gracia de Alexander Reid, que convirtió The Estate en la famosa y mundialmente reconocida destilería a partir de una pequeña comunidad granjera, The Macallan ha forjado una trayectoria en la que se ha acompañado de la mejor cebada 100% natural y de los más exigentes modos de elaboración. Los alambiques que emplea para destilar son inusualmente pequeños, y eso permite que el licor esté muy en contacto con el cobre, lo que ayuda a que éste se concentre, brindando sabores complejos, afrutados y con cuerpo que siguen desarrollándose en barricas de roble envejecidas con jerez. Podemos encontrar expresiones que son un tributo a la implacable creatividad y artesanía: M Black y M Copper.
M Black es una de las expresiones más excepcionales siendo una perfecta armonía entre lo clásico de The Macallan y una nota inesperada de turba. Para hacer irrepetible esta edición, se han seleccionado meticulosamente barricas únicas de acabado negro que contienen notas de turba. Además, va encapsulada en un decantador de Lalique negro, uno de los materiales más difíciles de realizar en el repertorio de soplador de vidrio.
M Copper es la encarnación de nuestro respeto por el legado de los que nos han precedido y una oda a los alambiques curiosamente pequeños que desempeñan un papel fundamental en la elaboración del preciado espirituoso. Con un color natural de oro hilado, M Copper es una expresión vibrante y elegante.
El hecho que The Macallan sigua utilizando alambiques más pequeños permite maximizar el contacto del destilado con el alambique de cobre, lo que da como resultado un single malt con una capa cremosa y viscosa en la boca, rebosante de sabor afrutado con un toque de malta dulce. El decantador de cristal Lalique de color cobre de este single malt representa los alambiques y refleja la autenticidad que impulsa a la marca a través de su dedicación a métodos innovadores.
*Este contenido ha sido elaborado en colaboración con The Macallan.
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