Fue una de las bodas más mediáticas del país. Por la fama de la novia, Tamara Falcó, por los giros inesperados de su relación con el novio, Íñigo Onieva, y por la exclusiva del millón de euros (no oficiales). Se hicieron públicos los detalles más nimios del 8 de julio de 2023, corrieron ríos de tinta y minutos televisivos… Y, de todo aquello, en lo que más nos fijamos fue en la tiara que lució la marquesa de Griñón, porque brillaba poderosamente y encerraba en cada piedra preciosa el árbol genealógico de la aristocrática familia Falcó.
La joya, una diadema con frontal de diamantes de distintos tamaños, data de los años 20 del pasado siglo. De estilo art déco, con forma triangular y bordes redondeados, coronaba el peinado con moño bajo de Tamara. Y resultaba mucho más discreta que otra famosa tiara familiar de diamantes y perlas que adornó las cabezas de su hermana Xandra Falcó y de la esposa de su primo Álvaro Falcó, Isabelle Junot, en sus respectivas nupcias.
Perteneció originalmente a la abuela paterna de Tamara, Hilda Fernández de Córdoba, marquesa de Mirabel y condesa de Santa Isabel, quien la recibió como regalo por su enlace con Manuel Falcó y Escandón, duque de Montellano, en 1928. Hoy, la reliquia permanece en manos de Manuel Falcó Girod, hermano mayor de Tamara y su padrino de boda.
Antes que la única hija que tuvieron Isabel Preysler y Carlos Falcó la exhibieron otras testas. Primero, la hija de Hilda y Manuel, Rocío Falcó (hermana de Carlos, Felipe y Fernando y tía de Tamara), cuando se presentó en sociedad en un baile. Pero, entre este evento y el casamiento de los padres de Rocío, la diadema había sufrido un cambio. Según Vanity Fair, la hija prescindió de la pluma cuajada de brillantes que remataba la parte superior de la tiara. Después fue Carla Falcó Medina (hija de Felipe Falcó) quien la eligió para dar el sí, quiero a Jaime Matossián y Osorio, en 1981. También lo hizo Amparo Corisini, para el día en el que celebró su matrimonio con Manuel Falcó Girod, en 1999.
Esta joya que ha quedado inmortalizada en decenas de revistas, periódicos y vídeos cuenta parte de la historia del clan Falcó y condensa sus esencias, igual que una botella de The Macallan concentra la dedicación que los maestros destiladores han puesto en cada ejemplar de la casa escocesa durante siglos. Destapar uno de sus whiskies es liberar toda la tradición y la artesanía acumuladas por los profesionales que lo hacen posible desde 1824.
Es algo que se evidencia específicamente en su M Collection, formada por tres whiskies de malta de edición limitada que reflejan la herencia y la excelencia de la firma. Cada una de sus botellas rinde tributo a los seis pilares fundacionales de The Macallan, que han iluminado el camino a lo largo de los años para crear el espíritu único y excepcional que caracteriza a la marca: el color natural, la maestría, las excepcionales barricas de roble, la icónica destilería de la firma, los matices de Jerez y sus pequeños alambiques, tan característicos.
De esas tres expresiones, The Macallan M es la que personifica la transparencia. Rara y exclusiva, su calidad resplandece a través del cristal Lalique de su decantador, diseñado por el gurú creativo Fabien Baron y numerado individualmente. En él, el espirituoso se muestra como uno de los más oscuros de The Macallan. Su contacto prolongado con el roble de Jerez de las barricas ha pulido un single malt profundo y melancólico.
El whisky The Macallan M sabe a jerez, a chocolate, a frutos secos y a especias. En nariz se perciben notas de cereza negra dulce y azúcar con una mezcla sensorial de roble pulido y cuero, suavizada con toques de chocolate y vainilla. Y en el paladar, los gourmets más dotados descubrirán sus notas verbales de regaliz y hojas de té combinadas con una suave crema inglesa y chocolate de naranja con un toque de especias de madera. Un producto complejo y elaborado con mimo que es, en sí mismo, una auténtica joya.
*Este contenido ha sido elaborado en colaboración con The Macallan.
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