En un mundo en constante transformación, es imprescindible una educación adaptativa y receptiva a las necesidades cambiantes de los niños. Cada alumno es diferente y cada cerebro encierra unos potenciales, intereses y desafíos distintos.
En este contexto, “el verdadero reto educativo es lograr que cada uno alcance la mejor versión de sí mismo”, señala el director de Mirasur School, Pedro Sampedro, cuya escuela toma la neurociencia como arma para ofrecer una pedagogía educativa basada en la comprensión de que el cerebro del niño es moldeable y adaptable, y que el entorno educativo puede influir significativamente en su desarrollo.
Con esta filosofía, se sirve de las diferencias de cada alumno y de su plasticidad neuronal para que aprendan a pensar, analizar, hacer conexiones y elegir correctamente. Sampedro detalla: “Aprovechamos esta capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse estructural y funcionalmente en respuesta a la experiencia y al aprendizaje para especializar al alumno en la resolución de problemas, priorizando las habilidades de pensamiento complejo frente a una instrucción unidireccional”.
Una de las mejores vías para lograrlo consiste en conectar las disciplinas mediante experiencias de aprendizaje basadas en contextos reales. Dar un rol activo a los alumnos en situaciones del mundo real les permite mejorar su capacidad de resolver problemas y les ofrece un aprendizaje más significativo y duradero. “Reconocer que cada niño es único y que aprende de manera diferente nos permite adaptar nuestras estrategias de enseñanza para maximizar su potencial y talento, preparándolos para un futuro brillante”.
