Puede que creamos que estamos invirtiendo de forma correcta nuestro dinero, pero, ¿es realmente así? Nos reunimos con tres asesores financieros de Banco Mediolanum para aprender a identificar los fallos más comunes. Y atentos, porque como señala Raúl Sacristán, «con la coyuntura actual es muy probable que una persona que no esté acompañada por un asesor financiero cometa varios pecados, o incluso los cinco».
Raúl Sacristán: Con la coyuntura actual es muy probable que una persona que no esté acompañada por un asesor financiero cometa varios pecados, o incluso los cinco.
Sergi Bergé: El primero sería seguir las modas. Las criptomonedas fueron la del año pasado, pero hemos tenido de todo: inversiones en árboles, el fórum filatélico…
Gracia Ortega: Están basadas en el efecto rebaño y en el sesgo de confirmación. También en que no todo el mundo dispone de un asesor financiero con una planificación sólida ajena al ruido externo y a los productos de moda.
R.S.: Eso ocurre sobre todo en mercado alcistas, que están subiendo. La gente compra, compra, y cuando caen, vende de golpe. Nosotros hacemos justo lo contrario.
S.B.: El segundo sería el market timing, que es intentar adivinar el momento de entrar y salir del mercado.
R.S.: O sea, pensar que tenemos la «bola de cristal» del inversor. Que les digas dónde poner el dinero y de qué manera.
G.O.: Nuestra labor es crear un método, que haya una estrategia que, con nuestra ayuda, pueda dar respuestas a las necesidades reales del cliente.
R.S.: Los clientes deben tener claro que tienen un horizonte temporal a largo plazo, y que durante esos años pasarán muchas cosas. En los últimos años el brexit, los aranceles con Trump a China, el coronavirus, ahora la guerra… El cuándo entrar y cuándo salir no lo sabe nadie. Nuestros clientes tienen muy interiorizado que en el largo plazo es mejor estar quieto, porque son inversores, no especuladores.
S.B.: Al principio siempre nos preguntan «¿me has traído la propuesta?», y aparecemos con un folio en blanco, a escuchar. Hacemos un traje a medida en función de cada cliente.
G.O.: Vemos primero las necesidades de nuestro cliente, y según sean, le recomendamos una herramienta o instrumento financiero. Muchas veces se piensa primero en el producto, es un error.
S.B.: El tercero sería la ausencia de diversificación.
G.O.: Un ejemplo clásico de esto es un cliente español que tenga acciones de las compañías más importantes españolas en el IBEX y piense que eso es diversificación. Y resulta que es el mismo país, la misma divisa, a veces el mismo sector…
R.S.: Cuando estamos con un cliente le decimos que una correcta diversificación es intentar “comprar el mundo”. Porque si tienes tus inversiones ancladas a la economía mundial, al final ésta siempre va a crecer, da igual que pasen guerras o pandemias o lo que sea.
S.B.: El cuarto sería no respetar los plazos de las inversiones, los horizontes temporales. Tenemos un volumen de información tan grande que parece que cada poco se acaba el mundo; nosotros tenemos las herramientas para aprovechar las
fluctuaciones.
G.O.: Un ejemplo clásico es un cliente que piensa en un activo a largo plazo, como las acciones, pensando que, si mañana las necesita, las vende. Está usando productos que no son los adecuados en un eje temporal que no es el correcto. Y uno de los errores más habituales es pensar en todo a corto plazo: «de aquí a dos años», mientras que la vida es muy larga. Nosotros valoramos todas las etapas por las que vas a pasar para ver si están bien solucionadas.
S.B.: El quinto es el que coloquialmente llamamos el «ya lo hago yo». Como el cliente gestiona su vida y su negocio con éxito, quiere gestionar sus ahorros, que no tiene nada que ver. Necesitas la figura de un profesional en el que confíes y al que hagas caso. La contrapartida sería el «haga usted», y las cosas tampoco funcionan así.
R.S.: Para luchar contra estos cinco pecados, el modelo Mediolanum propone educación financiera. Cuanto más sepa el cliente, mejores decisiones va a tomar. En otras entidades donde he trabajado a veces todo giraba en torno al producto, y aquí no; no solo es importante el traje a medida de cliente, que decía mi compañero, sino que se entienda todo a la perfección.
S.B.: Es importante no cambiar tu lenguaje, que haya una coherencia en el mensaje que transmites. El cliente lo valora mucho.
G.O.: Aquí trabajamos con la regla de los tres síes: si es bueno para el banco, si es bueno para el cliente y si es bueno para el asesor, adelante. Si no, no. Nosotros hacemos asesoramiento personal recurrente; no seleccionamos títulos, sino estrategias, para lo que uno necesite según su necesidad vital. Porque al final, el dinero se traduce en vida.