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Gamechangers | Martin Varsavsky: «Europa protege el presente; EE.UU. apuesta por el futuro. Por eso vivo en Europa, pero construyo en América»

“Crear una megaempresa transformacional para la sociedad” es uno de los sueños del hombre que ha creado 8 compañías gamechanger  —5 de ellas unicornios— en los últimos 30 años. El otro es llegar a la cima de “su” montaña de 5.000 metros en la cordillera de los Andes, algo que intentará, por cuarta vez, este mes de diciembre. Hablamos con el rock-star argentino-español del emprendimiento global.

Foto: Ana Cruz.

Para una emprendedora, pasar 90 minutos de conversación ininterrumpida con Martin Varsavsky en el salón de su casa en La Moraleja, es una experiencia fascinante. Un viaje inspirador por tres continentes y múltiples sectores, salpicado de aciertos, nuevas fronteras tecnológicas y algún que otro fracaso, y con un hilo conductor: “Los límites están mucho más lejos de lo que te imaginas”.

Pocas trayectorias en el ecosistema emprendedor global combinan la audacia, la escala y la capacidad de reinvención de Martín Varsavsky. Fundador de ocho compañías internacionales en telecomunicaciones, Internet, biotecnología, movilidad autónoma y salud reproductiva, Varsavsky, nacido en Buenos Aires en 1960, es uno de los pioneros que redefinieron el paisaje tecnológico europeo en los años 90 con Viatel, Jazztel y Ya.com —tres unicornios antes de que el término existiera— y que después volvió a hacerlo, desde Estados Unidos, transformando una industria tan sensible y compleja como la fertilidad. 

Foto: Ana Cruz.

Su última etapa profesional, donde ha pasado de CEO a Chairman hace poco más de un año, le ha convertido en un pionero de la salud reproductiva. Prelude Fertility, la red de clínicas de fertilidad que él impulsó es ya la mayor de EEUU y ha contribuido a cientos de miles de nacimientos. En paralelo creó Overture, que aplica automatización y robótica para crear el laboratorio del futuro; Gameto que desarrolla biotecnología para acortar y mejorar el proceso de fertilización in vitro y Vitara, que está creando un útero artificial para salvar bebés prematuros. Todo está diseñado para acompañar la realidad de la sociedad occidental actual: parejas que quieren tener hijos entre los 35 y los 50, cuando la biología ya no acompaña. El eslogan que creó para atraer inversores: “Sex is great but not to make babies” (el sexo es genial pero no para tener hijos). 

A lo largo de tres décadas, Varsavsky ha demostrado ser capaz de identificar industrias maduras, anticipar su disrupción y atraer cientos de millones de dólares de capital internacional para escalar soluciones visionarias basadas en el uso de tecnologías innovadoras. “Cada tres o cuatro años creo una empresa nueva”. La siguiente, en la que está trabajando ahora, estará en el ámbito de la salud: “una empresa que lleva a que la gente tome sus medicamentos o se haga exámenes, pero aún no puedo anunciarlo, hasta que no encuentre el product-market fit”.

MS: ¿Cuáles han sido los aprendizajes más importantes de tu trayectoria empresarial?

MV: Todas mis compañías nacieron de detectar una tecnología incipiente que iba a transformar el mundo: fibra óptica, cloud computing, preservación de la fertilidad… mi punto fuerte siempre fue ver antes que otros dónde crecería el futuro. En eso no me equivoqué, pero en ocasiones me falló el timing. Einstein Net, mi apuesta pionera por el almacenamiento en la nube, fracasó. Perdí 200 millones de dólares, no porque la nube no triunfara, sino porque ser el primero fue demasiado difícil. El aprendizaje es claro: idea, ejecución y timing tienen que alinearse para construir una empresa de éxito.

MS: ¿Qué te enseñaron tus fracasos?

MV: Muchísimo. Hubo muchos proyectos que ni siquiera llegaron a ver la luz porque yo mismo los interrumpí antes de buscar inversores. Tu tasa de éxito aparente aumenta cuando no compartes con terceros ideas que todavía no funcionan. 

MS: Todas tus compañías nuevas de los últimos años están basadas en EEUU (país al que emigró con su familia a los 17 años y donde se formó)
MV: Después del fracaso de Goggo Network, la empresa que montamos en Europa en 2018 para lanzar flotas de coches autónomos en España, Francia y Alemania y que tuvimos que cerrar porque no nos dieron los permisos —perdimos 22 millones de Euros— y de mi intento fallido de lanzar las clínicas de fertilidad en Europa —no pude hacerlo por motivos regulatorios— he optado por construir mis proyectos en EEUU, que sigue siendo un lugar fantástico para emprender: hay capital riesgo para financiar incluso las ideas más locas, tolerancia al fracaso y menos hiperregulación. España y Europa necesitan un giro radical: menos burocracia, más ambición y una visión menos ideológica y más pragmática del futuro. Deben aprender que sin riesgo no hay futuro.

Consejos de inversor

MS: Has invertido en más de 30 startups. ¿Cuáles te han dado las mayores alegrías últimamente?

MV: Invertí en Cook Unity, una plataforma que conecta a chefs independientes con amantes de la comida, fundada por un gran emprendedor y amigo mío argentino, Mateo Marietti, que va muy bien y camino de alcanzar la valuación de un unicornio (mil millones de dólares). También invertí en en Synthesia en Londres, que se dedica a la generación de vídeo por IA, cuando valía 20 millones; hoy vale 4.000. 

MS: Algún consejo para inversores particulares que no quieran perderse el boom de la IA?

MV: Yo invierto en creadores de empresas porque como emprendedor sé reconocer a los buenos. Tengo muy desarrollado ese radar. A quien no es creador de empresas le diría que compre un índice como el Nasdaq 100 y lo mantenga a lo largo del tiempo. Ha dado un rendimiento compuesto del 18% anual desde 2005.

Argentina y Milei

MS: También has invertido en Argentina: bonos, acciones y hasta un campo de 32.000 hectáreas en la provincia de Mendoza.

MV: Ha habido un reenamoramiento de la Argentina, de la que había estado alejado porque me parecía un país condenado al fracaso. Ahora creo que le va a ir muy bien. Las inversiones que he hecho han duplicado su valor y aún hay margen de crecimiento. Lo de Mendoza es una mezcla de raíces familiares, pasión por la naturaleza y refugio ante riesgos globales como una guerra nuclear. Compramos el campo con amigos emprendedores, construimos casas, caminos, una pista de aterrizaje. No es un hotel ni un negocio: es nuestro lugar en el mundo, donde vamos tres veces por año y nos encanta. Además descubrimos una conexión mística: en El Eternauta, un comic de ciencia ficción argentina, publicado en 1957, que relata una invasión alienígena que implica radiación, donde un grupo de sobrevivientes escapa a un lugar que coincide con la ubicación del campo que hemos comprado. Nos dejó alucinados.

MS: Asesoras al Presidente argentino, Milei?

MV: No formo parte del gobierno, pero conversamos y comparto ideas. Le acompañé en su primera gira por Silicon Valley, donde conoció a Tim Cook y otros líderes de las grandes empresas tecnológicas. Es un líder intelectual brillante, con una idea muy clara de lo que necesita Argentina y está enfocado al cien por cien en mejorar la vida de los argentinos. 

MS: Tienes cientos de miles de seguidores en redes, donde eres conocido por hablar de política y de otros temas sin filtros y últimamente también te prodigas en televisión. Como empresario y emprendedor, ¿te compensa exponerte tanto?

MV: Sí, porque tenía dos objetivos: apoyar a Milei para que ganara las elecciones legislativas del pasado mes de octubre —objetivo conseguido— y ayudar a que España despierte. Quiero que la gente entienda que España podría estar muchísimo mejor con un liderazgo político orientado al futuro. No me dedicaré a esto toda la vida, pero ahora mismo es importante porque en España hoy no se puede hacer empresa libremente. Pedro Sánchez es un impedimento para el progreso del país. Trump, con casi 80 años, está más conectado con el futuro que Sánchez.

Sobre China y Elon Musk

MS: Hace unos años dijiste que no invertirías en China mientras Xi Jinping siguiera en el poder. ¿Lo mantienes?

MV: Más que nunca. Occidente debe defender sus valores. China ha hecho cosas buenas para los chinos, pero casi nadie de Occidente gana dinero invirtiendo allí. Y tecnológicamente, Estados Unidos sigue siendo superior.

MS: También has dicho que Elon Musk es el mejor emprendedor del mundo. ¿Qué has aprendido de él?

MV: Qué he aprendido de él que se pueda contar (risas)… muchas cosas. Lo más importante: que los límites están mucho más lejos de lo que imaginamos, si uno se propone hacer las cosas. En nuestras conversaciones, que suelen ser por chat, ocho de cada diez veces él tiene razón. Es el emprendedor más visionario de esta era. Me equivoqué incluso cuando critiqué su compra de Twitter; X funciona mil veces mejor ahora. Ambos hemos hecho un giro político a la derecha en nuestras vidas, pero él lo hizo primero. 

Legado, sueños y consejos para gamechangers

MS: Tienes siete hijos. ¿Qué legado te gustaría dejarles?

MV: Un legado intelectual. Aprendí de mi padre —el astrofísico Carlos Varsavsky— la búsqueda constante de la verdad sin creer nunca que la encontraste. Ese es el ADN del judaísmo askenazí no religioso: cuestionar siempre la realidad. Y es lo que he aplicado en mi carrera de emprendedor. Mis hijos mayores ya trabajan, son independientes, y lo que quiero dejarles es ese modo crítico de mirar el mundo.

MS: ¿Un sueño por cumplir?

MV: Hacer cumbre en la montaña Wamani (5.000 metros), en nuestro campo de Mendoza. Me encantan los retos físicos. Y quizá, algún día, construir una mega-empresa realmente transformacional, como han hecho Michael Dell o mi amigo Marcos Galperín (fundador de Mercado Libre). Mis empresas llegaron a valer 5.000 millones pero no son mega-empresas. 

MS: Por último, tres consejos para emprendedores gamechangers.

MV: Tener un enorme escepticismo intelectual, cuestionarlo todo. Sin embargo, cuando creas que has encontrado algo que merece la pena ser cambiado, debes ser lo opuesto: increíblemente convincente para que los demás te sigan. Mantener la convicción a largo plazo es clave para construir. Y por último: ser un ‘gamechanger’ requiere balancear la convicción con el ingenio para lograr que las cosas funcionen.

La trayectoria de Martin Varsavsky demuestra que la innovación no nace de una genialidad puntual, sino que es una forma de mirar el mundo: cuestionarlo todo, detectar el futuro antes que los demás y tener el coraje de construirlo. Su historia es una invitación a ampliar fronteras —tecnológicas, intelectuales y personales— y a entender que, como él mismo dice, los límites casi nunca están donde creemos.