Es innegable que la mirada de la comunidad internacional permanece fija en la dramática situación que vive la Franja de Gaza. Las imágenes que llegan desde el enclave palestino son estremecedoras, y las multitudinarias manifestaciones registradas en las principales capitales del mundo reflejan el rechazo generalizado ante lo que muchos describen como una tragedia humanitaria sin precedentes: la matanza de miles de civiles, en su mayoría mujeres y niños.
Mientras la población palestina enfrenta condiciones extremas, la diplomacia internacional intenta, con grandes dificultades, recomponer un escenario que durante años ha escapado a todo control político. En este contexto, Israel y Hamás han alcanzado un entendimiento inicial dentro del plan de paz impulsado por Estados Unidos, que contempla un intercambio de 48 rehenes israelíes por unos 2.000 prisioneros palestinos detenidos en cárceles israelíes. Las imágenes son claras: durante una rueda de prensa, el secretario de Estado Marc Rubio se acerca al oído de Trump y le susurra que las negociaciones de paz entre Israel y Hamás están llegando a buen puerto.
La firma de la primera fase del acuerdo está prevista para hoy en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij, donde las delegaciones de ambas partes permanecen reunidas desde el inicio de la semana bajo la mediación de Washington, Doha y El Cairo.
Según el Presidente estadounidense Donald Trump, promotor del plan, los cautivos israelíes “regresarán a casa muy pronto”. Además del intercambio, esta primera etapa incluye una retirada técnica y limitada de las fuerzas israelíes, que no abandonarán el paso fronterizo de Rafah, pero si permitirán por fin la llegada de ayuda humanitaria a Gaza, bloqueada desde hace meses. Los mediadores han adelantado que los detalles finales se darán a conocer en los próximos días. Lo que es cierto es que el líder palestino socialista que tanto preocupa Netanyahu, Marwan Barghouti, tampoco esta vez será liberado.
El acuerdo se produce apenas tres semanas después de que Trump presentara en la Casa Blanca, junto al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, su propuesta para poner fin a la ofensiva israelí. En estos dos años el ejercito israelí ha dejado más de 67.000 palestinos muertos, en su mayoría mujeres y menores, cerca de 190.000 heridos y una devastación material sin precedentes en la historia reciente de Oriente Próximo.
Pese al optimismo mostrado por Trump, muchos observadores señalan que el documento no constituye aún un verdadero acuerdo de paz, sino una fase inicial que requiere garantías y compromisos verificables por parte de ambas partes. Hamás, en su comunicado oficial, ha insistido en la necesidad de asegurar que Israel no reanude los bombardeos una vez liberados los rehenes, ni utilice el alto el fuego como táctica temporal.
El movimiento palestino también ha exigido que la retirada israelí sea completa y supervisada por los países garantes, para evitar que las tropas permanezcan indefinidamente en zonas periféricas del enclave, como ya ha ocurrido en anteriores treguas. Qatar, mediador clave en el proceso, confirmó que los detalles sobre las líneas de retirada y los mecanismos de verificación se harán públicos próximamente.
Entre los principales negociadores figuran el enviado especial de Estados Unidos para Oriente Próximo, Steve Witkoff; Jared Kushner, el yerno del presidente Trump; el primer ministro catarí, Mohamed Al Thani; y los jefes de inteligencia de Egipto y Turquía, Hassan Rashad e Ibrahim Kalin, respectivamente.
Hamás ha hecho un llamado directo a la comunidad internacional, y en particular al presidente Trump, para que ejerzan presión sobre el Gobierno israelí a fin de garantizar el cumplimiento íntegro de los compromisos adquiridos. En palabras del movimiento palestino, el éxito del acuerdo dependerá de que “las partes garantes impidan que Israel eluda o retrase la implementación de lo pactado”.
A pesar del anuncio, el escepticismo persiste entre los palestinos. La historia reciente de la región está marcada por promesas incumplidas y treguas efímeras. Para las familias gazatíes, la esperanza de una paz duradera sigue siendo una meta lejana, aunque este primer paso, por modesto que sea, ofrece una tenue luz en medio de la devastación.
