¡Qué diferencia puede hacer un año!
El verano pasado, Irán parecía estar en plena marcha. Su principal aliado palestino, Hamás, había logrado empantanar a Israel en una costosa guerra terrestre en Gaza, poniendo en el proceso a la opinión pública mundial en contra del Estado judío. Estados Unidos, bajo la administración Biden, no parecía tener una respuesta concreta a la persistente búsqueda de Irán de un estatus nuclear, ni a la creciente amenaza regional que representaban sus otros aliados, como los rebeldes hutíes de Yemen. Y los vulnerables Estados del Golfo, plenamente conscientes de esta dinámica, buscaban cada vez más algún tipo de acuerdo con Teherán. Como resultado, las ambiciones estratégicas del liderazgo iraní habían comenzado a expandirse drásticamente.
Eso, sin embargo, fue antes de que la ofensiva israelí contra Hezbolá en el sur del Líbano diezmara a la milicia chií. El ataque paralelo de Israel contra Irán en octubre logró destruir la arquitectura de defensa aérea iraní, dejando expuestas sus instalaciones nucleares. Luego, en diciembre, el presidente sirio Bashar al-Assad cayó inesperadamente del poder, derrocado por fuerzas rebeldes islamistas, privando a Teherán de otro aliado regional.
Pero no fue hasta junio de 2025 que se reveló realmente el alcance de la fragilidad de Teherán. A partir del 13 de junio, la «Operación León Ascendente» de Israel atacó sistemáticamente nodos clave del programa nuclear iraní, así como a altos mandos militares y científicos nucleares responsables de su funcionamiento. Este esfuerzo, a su vez, se vio drásticamente amplificado por la decisión de la administración Trump de intervenir en la contienda, utilizando la superioridad militar estadounidense para atacar elementos consolidados y enterrados del programa atómico iraní, con efectos devastadores.
Ahora que la situación se ha calmado, el panorama regional en Oriente Medio se ve notablemente diferente. Pero, aunque la República Islámica se encuentra ahora en la ruina, no está fuera de combate. En las próximas semanas es probable que se produzcan grandes cambios en el país, mientras la clase política iraní lucha por sobrevivir. Aquí hay algunos aspectos a tener en cuenta:
Se acelerará la planificación de la sucesión iraní
El Líder Supremo de Irán, Alí Jamenei, tiene ahora 86 años y padece diversas dolencias. Sin embargo, hasta ahora, Jamenei ha evitado cuidadosamente nombrar un sucesor para el principal cargo ideológico de Irán, prefiriendo en cambio enfrentar a las diversas facciones de la bizantina estructura política de la República Islámica. Esta estrategia ya no es viable. La reciente guerra ha puesto de manifiesto la fragilidad del régimen clerical iraní y ha hecho que la planificación de la sucesión del liderazgo sea un asunto aún más urgente. De hecho, fuentes internas informan que el comité clerical encargado de seleccionar al sucesor de Jamenei ha acelerado su búsqueda en los últimos días. El resultado de dicha búsqueda nos dirá mucho sobre el futuro de la República Islámica y su comportamiento frente a la región y Occidente.
El Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica ganará más poder
El ejército clerical iraní ya es un centro de poder clave, pero el reciente conflicto lo ha dejado al borde de convertirse en la fuerza política dominante del país. Antes de la guerra, el Líder Supremo de Irán supuestamente delegó autoridad clave en materia de seguridad nacional y toma de decisiones estratégicas al CGRI. Y, al negociar un alto el fuego con Israel, se dice que la Guardia Revolucionaria evitó la comunicación directa con Jamenei y negoció el acuerdo por sí misma. En otras palabras, el CGRI está ganando poder de forma constante y, como resultado, pronto podría ejercer un control total sobre la República Islámica.
Una represión aún mayor se avecina
Irán ya es uno de los países más represivos del mundo, pero es probable que en los próximos meses se produzca una nueva ola de arrestos, ejecuciones y desapariciones mientras su gobierno busca restablecer la autoridad y el control. De hecho, esto ya está sucediendo. Tras la guerra, el majles iraní aprobó una legislación de emergencia que clasifica el espionaje en nombre de Estados Unidos o Israel como «corrupción en la Tierra», un delito capital según el código penal islámico iraní, y que convierte en delito una amplia gama de actividades, desde compartir imágenes con medios extranjeros hasta interactuar en redes sociales con cuentas vinculadas a Israel y contactar con figuras de la oposición en el exilio. Esta evolución se ha visto reflejada en una nueva ofensiva del régimen contra presuntos espías y colaboradores, con arrestos y ejecuciones masivas . (La organización sin fines de lucro Centro para los Derechos Humanos en Irán estima que casi 1500 iraníes han sido arrestados desde el fin del conflicto a finales de junio).
Todo esto nos da una idea de lo que podemos esperar en el futuro cercano de la República Islámica y dentro de ella. Tras superar la ofensiva militar israelí, el liderazgo iraní se centra ahora en la estabilidad interna, la legitimidad ideológica y el control político, con una clara convicción: deben endurecer su gobierno o perecer.
