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Claudia Reig, directora de ‘Parir’: “Parir en España es una lotería”

«Aquí no se viene a gritar»; «No estás poniendo de tu parte, vas de cabeza a una cesárea»;  «No grites tanto que estás perdiendo fuerza». Son algunos de los testimonios que aparecen en Parir, el documental de Claudia Reig Valera (Valencia, 33 años) que recoge las experiencias de algunas mujeres que han sufrido violencia en el proceso de embarazo y parto. Este trabajo no sólo formaliza la denuncia de las víctimas, también recopila nuevas modalidades de asistencia médica durante el embarazo y aboga por promoverlas debido a la creciente presencia de los denominados «centros de nacimiento». Cuidado, si aún no has dado a luz, igual se te quitan las ganas. 

Todo empezó cuando Reig dió a luz a Parir en el siglo 21, un proyecto transmedia que sigue las historias de cinco mujeres durante su embarazo y el parto antes y durante la pandemia del coronavirus y que obtuvo el premio a «2021 Digital Storytelling Contest, Interactive, Outstanding Instructive Interactive», otorgado por la Fundación World Press Photo. A Reig le impactó y se puso manos a la obra.

Reig comenzó su incursión en el ámbito documental durante su período de prácticas en Barret, una cooperativa de la cual es socia desde hace más de ocho años. En sintonía con su estética, cuenta relatos en primera persona, genuinos y espontáneos, con el propósito de exponer diversas realidades que a menudo son pasadas por alto. Entre ellos, Resistencia Trans, Crónica Médica o En la brecha, todos ellos disponibles en la plataforma de cine independiente Filmin

El documental está rodado en el Hospital Público de La Plana, en Castellón.  ¿Qué diferencia a este centro médico del resto de hospitales de España? 

Iniciamos el proceso documental desde el punto de vista de parto respetado y por eso nos acercamos al hospital de La Plana. La principal diferencia es que en La Plana es una matrona la que lidera el servicio de partos, no un ginecólogo. El punto de partida para atender los partos es diferente, parte de la fisiología y no de la enfermedad. Soledad Carreguí inició el servicio de partos hace 20 años cuestionándose desde el principio si algunas prácticas relacionadas con el parto eran adecuadas. A partir de ahí se empezó a gestar un punto de vista más humano. Contó con un ginecólogo, Manolo Fillol , que fue el que dejó vía libre a ella y su equipo de matronas, a la hora de liderar ese servicio. El espacio en sí tiene muchas opciones para cubrir las necesidades de las pacientes: bañeras, sillas de parto, el material médico está escondido, puedes regular la luz, poner música, cuentas con un espacio más amplio para el movimiento o intentan que el personal sea mínimo. Son, en definitiva, salas integradas que favorecen la libertad de movimiento sin necesidad de estar en varias habitaciones. Por lo general, pasan primero por la sala de dilatación, a veces incluso se compartía con otras mujeres, y luego las trasladan al paritorio. Son momentos delicados en los que es importante que la mujer esté concentrada en su propio proceso y no se vea interrumpido. Por ello, La Plana optó por hacer una reforma que tuviese en cuenta las necesidades de las madres. Es fundamental que todos los profesionales implicados en el proceso de embarazo y parto compartan la misma filosofía de atención a las mujeres. Ese es el logro más grande que ha conseguido Sole, alinear a todos los sanitarios de la Plana.

Portada del documental ‘Parir’, dirigo por Claudia Reig

Parir nace de un mensaje en RRSS en el que se pedían testimonios de mujeres que habían sufrido violencia durante el embarazo y el parto. ¿Cuál fue la historia por la que dijiste: “Tengo que dar voz a estas mujeres”?

Uno de los primeros contactos que tuvimos relacionados con la violencia obstétrica es el de Francisca Fernández, abogada especializada en este tipo de violencias y protagonista de Parir, que ha llevado varios casos a Naciones Unidas por los que se ha condenado a España por violencia obstétrica. Gracias a ella nos pusimos en contacto con algunas mujeres que aparecen en el documental, como Mariola, que tuvo secuelas físicas incurables por un desgarro o Teresa, que parió en época Covid y le hicieron una cesárea cuando estaba a punto de parir naturalmente. Ambas vivieron los partos como un terror parecido a una tortura. Escuchar heridas tan profundas que siguen abiertas, te hace plantearte el tema del consentimiento. Muchas de ellas se preguntan, ¿por qué no me miran? ¿por qué no me escuchan? ¿qué va a pasar con mi cuerpo? ¿por qué no me informan de los movimientos que van a hacer? Ninguna de ellas está cuestionando una intervención, la mayoría de ellas sintió aislamiento, ninguneo, y desconsideración hacia ellas. No entienden cómo pueden haberlas tratado así. ¿Hasta qué punto debes distanciarte para no responder a la persona que estás atendiendo? Después de escuchar los testimonios de las mujeres que recibimos, te das cuenta de que sus relatos coinciden, utilizan incluso las mismas palabras. Es muy impactante.

¿Qué es un plan de parto y qué tiene que ver con la violencia obstétrica? 

El plan de parto es una herramienta que está en la cartilla del embarazo. En él, puedes expresar tus preferencias de cara al parto. Este documento sirve para prepararte para ese momento y tener claro cuáles son tus deseos. Es un punto de partida en el que informarse y por lo menos, no ir a ciegas sabiendo que tienes unos derechos. El piel con piel, no querer episiotomía o elegir el pinzamiento tardío del cordón son algunas de las preferencias que se ven recogidas en el plan de parto. La violencia obstétrica llega en muchas ocasiones cuando los profesionales del hospital no tienen en cuenta el contenido del plan de parto. Como recomiendan desde El Parto Es Nuestro, es importante que lo registremos en el hospital, solicitando que se anexe al historial para asegurar que se cumpla. Llevar una copia el día del parto también contribuye a que se tenga en cuenta. Esto son herramientas preventivas de la violencia obstétrica, aunque todo dependerá finalmente del profesional o el equipo que te atienda.

Syntocinon es el nombre comercial de la oxitocina sintética, un fármaco para inducir el parto. ¿Qué problema tiene la utilización de este medicamento para algunas mujeres?

El problema es cuando se utiliza sin indicación médica. Este medicamento sirve para provocar el parto o para acelerarlo, cosa que puede tener consecuencias que no suelen explicarnos, por mucho que sea necesaria y esté justificado su uso. Si no se explica, no hay consentimiento informado por parte de las mujeres. En el parto de Nahia Alkorta, por ejemplo, protagonista del documental Parir, le administraron oxitocina sintética sin esperar al tiempo marcado por el protocolo del hospital, cuando tenía un embarazo sano y el desarrollo del parto era normal. Eso derivó en una cantidad de intervenciones que le provocaron consecuencias físicas y emocionales que se podrían haber evitado. El caso de Nahia Alkorta es uno de los tres casos por los que el CEDAW (el Comité para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer de la ONU) ha condenado a España por violencia obstétrica en 2022. 

El método Kristeller se remonta al año 1867. ¿Qué puedes decirme de esta maniobra y qué fue lo primero que pensaste al escuchar sobre ella? 

La maniobra de Kristeller o presión fúndica es una práctica desaconsejada en todo el mundo, incluso por la OMS. Sin embargo es una práctica que, por lo que hemos escuchado, está muy normalizada y que además luego no queda registrada en la historia clínica. Cuando las mujeres te lo cuentan y te imaginas la situación, una persona subida a un taburete y poniendo todo su peso encima de ti en ese momento tan importante, lo primero que piensas es en el shock que puede generar. Es un claro ejemplo de la violencia obstétrica. Es una invasión de tu cuerpo y de tu intimidad

¿Es la violencia obstétrica algo integral y asociado al embarazo y parto, o es un tipo de violencia sanitaria que ocurre cuando no das con los profesionales adecuados? 

Este tipo de violencias se dan a nivel sistémico como señalan profesionales de la OMS y la ONU que aparecen en el documental. Creo que tienen que ver con la educación que se recibe desde la medicina, de esa mirada del parto como una enfermedad. La visión de un parto normal, natural, se ha eliminado de nuestro imaginario común incluso. Se representa desde hace décadas como mujer que rompe aguas, va al hospital corriendo, la tumban en una camilla y rodeada de focos y profesionales, le ordenan que empuje y le extraen el bebé sin que ella haga absolutamente nada. En vez de verlo como un proceso humano en el que estás dando la bienvenida a una nueva vida, se ve como una intervención médica. Lucía Alcaraz, matrona en un hospital público de Cataluña me comentaba: “Parece que cada vez tenemos que hacer más estudios para demostrar con datos que lo fisiológico es bueno, cuando nunca se ha demostrado que intervenciones tan extendidas como la episiotomía o el corte de cordón, fuesen mejores”. 

Fragmento del documental ‘Parir’

El Colegio de Médicos ha rechazado el concepto de violencia obstétrica. ¿Por qué crees que hay detractores y defensores de este término en el sector sanitario?

Las profesionales que hemos entrevistado nos cuentan que su profesión de sanitaria está asociada a ayudar a las personas y muchas se sienten atacadas por el término. La ginecóloga Mina Comas (jefa del servicio de obstetrícia del hospital Can Rutil), reconoce que “violencia obstétrica” le incomoda pero que es más importante abordar la realidad que hay detrás para mejorar la atención a las mujeres. La matrona es la profesional de referencia para atender los partos fisiológicos y por norma general, el colectivo matrona suele estar más cerca de las mujeres, eso les lleva a revisarse, hacer autocrítica y analizar qué cosas se deberían cambiar para ofrecer una mejor atención. Revisarse es un proceso doloroso que no todo el mundo está dispuesto a hacer. 

Según Dubravka Simonovic, relatora especial de Naciones Unidas para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, la violencia contra las mujeres de parto está tan normalizada que todavía no es considerada violencia contra la mujer. ¿Cómo crees que esta falta de reconocimiento afecta la capacidad de abordar y erradicar eficazmente la violencia obstétrica en la sociedad? ¿Cuánto crees que falta? 

El hecho de que cada vez más mujeres estemos informadas y exijamos más derechos relacionados con la salud sexual y reproductiva, genera una alarma y hace que las profesionales se sientan aludidas y respondan a las necesidades. La violencia obstétrica está reconocida. La respuesta de las profesionales que lo apoyan se basa en ceñirse a la realidad: hay muchas mujeres que están sufriendo innecesariamente en sus partos, con consecuencias físicas, emocionales o ambas. Hay que tratar de que esto no pase, aprovechando el tirón del recorrido internacional. El problema es que a nivel nacional, los organismos oficiales no están respondiendo. Naciones Unidas reconoce este tipo de violencia y el Tribunal Supremo no. Citando otra vez a Lucía Alcaraz, uno de los mayores problemas es que no exista un protocolo unificado para todos los hospitales como ocurre en Reino Unido con las NICE Guidelands, un protocolo único que todos los hospitales comparten para atender a las mujeres de parto. Por eso, parir en España es una lotería y eso que tenemos un documento de referencia, basado en evidencia científica, publicado por el Ministerio de Sanidad como la Estrategia de Atención al Parto Normal de 2007, donde se recomiendan y respaldan prácticas respetuosas en el parto. Lo que no se entiende es qué siga habiendo hospitales donde no siguen estas recomendaciones.

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