Liz Truss ha sido elegida para sustituir a Boris Johnson como líder del Partido Conservador y primera ministra del Reino Unido, lo que marca el final de un amargo verano de campaña y el punto álgido de una carrera política marcada por un rápido ascenso en las altas esferas de la política británica y por drásticos cambios de opinión.
La Reina Isabel II es la encargada de hacer oficial este nombramiento este martes en Balmoral, su finca escocesa. Así pues, será la primera vez que la monarca, en setenta años de reinado, no reciba a un Primer Ministro saliente o entrante en el Palacio de Buckingham (Londres).
Truss se impuso a seis rivales en una serie de votaciones de desempate entre los diputados conservadores (MP) y derrotó al exjefe del Tesoro Rishi Sunak en una votación entre 172.000 miembros del partido conservador, que representan menos del 1% de la población del país.
Desde que entró en el Parlamento en 2010, ha ascendido rápidamente en el escalafón político y ha ocupado varios puestos en el gabinete de los anteriores líderes David Cameron, Theresa May y Boris Johnson, incluido su actual cargo de ministra de Asuntos Exteriores.
En la campaña electoral, Truss prometió hacer cambios económicos radicales si resultaba elegida, incluyendo la reducción de impuestos y la supresión de gravámenes energéticos. Además, ha descartado la creación de nuevos impuestos o el uso de «dádivas» para hacer frente a la crisis del coste de la vida.
De demócrata a conservadora
Truss no siempre fue conservadora. En el pasado fue miembro titular de los Demócratas Liberales, un partido de la oposición de centro-izquierda.
Asimismo, fue presidenta de los Demócratas Liberales de la Universidad de Oxford cuando estudiaba Política, Filosofía y Economía, y se pronunció a favor de la abolición de la monarquía en la conferencia del partido de 1994. Dos años más tarde, se afilió al Partido Conservador.
La primera ministra del Reino Unido también cambió de opinión en relación al brexit, convirtiéndose en una partidaria acérrima tras haber hecho campaña a favor de la permanencia del país en la Unión Europa.
Los vaivenes de Truss en posiciones políticas clave a lo largo del tiempo han llevado a numerosos observadores a preguntarse si sus creencias son sinceras o si son simplemente lo que conviene en cada momento.
Johnson, cuestionado
La victoria de Truss marca el final de un arduo y enconado verano en el que los políticos tories se han disputado la sustitución de Johnson.
Johnson dimitió como líder del Partido Conservador a principios de julio, después de que múltiples escándalos provocaran una indignación generalizada y un éxodo masivo de funcionarios del gobierno.
Sunak, junto con el secretario de Sanidad, Sajid Javid, iniciaron la oleada de dimisiones y cuestionaron la integridad y el comportamiento de Johnson en cartas de dimisión excoriante.
A pesar de las intensas presiones políticas y públicas para que se marchara –además de presidir un gobierno paralizado por la pérdida de tantas personas–, Johnson permaneció en el cargo y luego dijo que continuaría como primer ministro durante más de un mes mientras se seleccionaba a su sucesor.
El político ha sido criticado por tomarse múltiples vacaciones y por no haber actuado ante la creciente crisis del coste de la vida en el Reino Unido, mientras el Partido Conservador selecciona un nuevo líder.
Pero no solo Johnson ha recibido críticas. Sunak ha acusado a Truss de eludir el examen de sus planes fiscales, que, según él, son poco realistas y alimentarán la inflación.
No obstante, el exjefe del Tesoro dijo a la BBC que continuaría como diputado si es derrotado por Truss y que apoyaría al nuevo gobierno conservador en «cualquier capacidad». No descartó volver a presentarse como líder del Partido Conservador en el futuro.