A los 20 años que canturrea el bolero, “que no son nada”, que Alfredo Le Pera le escribió a Don Carlos Gardel, yo andaba, un 10 de septiembre del 2001, en la Toscana, en casa de Sting. Aterricé con otros compañeros de la prensa, la mayoría eramos “prisos”, como nos llamaba el periodista Antonio Franco, a los que trabajábamos para Jesús Polanco, que de otros medios colegas, para asistir como clá a la grabación en directo del nuevo disco/vídeo o vídeo/disco (entonces los formatos andaban solapándose) de Sting, bautizado One Such a Night.
Y así fue, todo quedó en solo una noche, aunque el plan fue desde el primer momento grabar dos, para elegir las mejores tomas, pero el atentando contra el World Trade Center impidió la grabación de la segunda noche. Y también abortó la campaña de lanzamiento de aquella grabación, y de todo lo previsto para aquel otoño.
Sting compró Tenuta Il Palagio en 1997 junto a su esposa, la actriz y productora de cine, Trudie Styler. 350 hectáreas de viñedos para embotellar Chianti, plantados en el siglo XVI cerca del pueblo de Figline Incisa Valdarno. Este lector y el cronista podrían alquilar la casa si ahorrasen un poco, cosa que honra a Sting y a sus financieros y a nosotros nos deja tener ilusiones (ilpalagio@tenutailpalagio.it +39 055 9502652). La finca anuncia cinco casas para invitados, entre olivares y viñedos con los que embotella añadas bautizadas como algunas de sus composiciones, Roxanne, When we dance o Sister Moon. Todas ellas firmadas por Sting en una gama de precios entre 20 y 40 euros.
Aquella noche del 10 de septiembre de 2001, ya fresca en la Toscana, a ninguno nos sorprendió el repertorio. Se trataba más bien de husmear por la finca -ninguno de nosotros nos alojamos allí sino en Florencia – probar su aceite, ver si le veíamos antes (que no le vimos). 19 éxitos, con la colaboración del argelino Cheb Mami -al bajista le gusta mezclar sus éxitos con aportaciones de músicos del mundo, escuchen con el beninés Shirazee su Englishman in New York -, y un tema inédito, Dienda, escrita por el sensacional pianista de jazz Kenny Kirkland, ya fallecido.
Si calzas ya algunos años y en 1986 estuviste en el concierto que Sting ofreció junto a Branford Marsalis en el Palacio de los Deportes de la Comunidad (13/12/1985), en la gira en la que grabó el doble álbum Bring On The Night, recordarás el monumental solo de piano de Kirkland en Bring On The Night/When The World is Running Down. Kirkland falleció hace unos años y el jazz perdió a una de sus figuras.
Tras el concierto todos de vuelta en autobús a Florencia, un regreso que se hizo interminable, los carabinieri nos tuvieron retenidos en una estrada con antorchas debido a un accidente de trafico. A la mañana siguiente, el día 11, canturreabamos estribillos y gestionábamos resacas, pero ninguno supimos nada del atentado hasta que tocamos tierra en Madrid. No existía internet. En los móviles no rulaba el vídeo aún.
Los teléfonos servían para llamar, a lo sumo vibraban, los mensajes de sms constaban una pasta y aún había gente que en el cinturón llevaban un busca como los médicos. Nadie se imaginaba entonces que un teléfono sería hoy un smartphone y que a pesar de ser inteligente tendría como costumbre colgar la llamada cuando le viniese en gana.
Entre Barajas y las oficinas, la mía en el 32 de la Gran Vía, seis pisos más abajo de la Cadena SER, la radio del taxi fue nuestra compañera. Es difícil de imaginar hoy. A eso de las 15.30 ya ante la televisión del despacho de Ignacio Quintana, Director General de Progresa entonces, asistimos perplejos al desplome de las dos torres, con la puerta abierta, con los compañeros asomados a la perplejidad catódica. A nadie podía contarle yo ya que anoche había estado en la casa de Sting, a nadie le importaba, y poco podía imaginar entonces que 20 años después me emocionaría la versión de Walking on the Moon de Aloe Black y Roseaux como lo ha hecho este verano.
Si te da por ver el vídeo, y buscar caras conocidas, un tipo con camiseta de rayas -¡hay que tener bemoles para calzarse una camiseta de rayas frente a Sting!- es este cronista. O quizá no sea yo sino el que fuí antes del atentado, porque dicen que el mundo cambió apenas 12 horas después. Pero mantengo bien vivo en esa pequeña caja de música en la que la memoria guarda todos y cada uno de los días en los que se te puso la piel de gallina, el coro con el que le arropamos… “I´ll be watching you (every single Day) (every world you say), (every game you play), (every night you stay) I´ll be watching you”.