La transferencia del conocimiento se encuentra entre las misiones más importantes de las universidades, en mayor medida relacionada con los resultados de investigación, no enfatizándose, sin embargo, la importancia de la formación como elemento fundamental de la transferencia al tejido productivo y social.
Si bien esa transferencia debe venir de la mano de las propias entidades que la aplican, para una formación cualificada de nivel superior, necesitamos, por un lado, el conocimiento generado por la investigación básica, que en España procede, mayoritariamente, de la Universidad y, por otro, de la aplicación práctica innovadora que se produce en las empresas, con formatos colaborativos entre centros de investigación y empresas.
Este proceder ha tenido una clara evolución positiva en la universidad española en los últimos 30 años, tanto en los aspectos de investigación e innovación, como en los docentes. No obstante, en el aspecto formativo, la crítica a las universidades sobre su falta de adecuación al tejido productivo sigue estando presente, si bien, debería matizarse en el marco del modelo universitario español, con universidades fundamentalmente generalistas y, por otro, con un tejido productivo basado en pequeñas empresas que demandan perfiles graduados muy atomizados.
En este contexto, se requiere de un esfuerzo de todos los agentes implicados y, haciendo el símil con los proyectos de investigación, son necesarios retos colaborativos en formación. La posible solución tiene un nombre y un modelo ya conocido en el resto de Europa: la formación dual universitaria, aunque carente de normativa estatal española y cuyo desarrollo, exceptuando algunas experiencias muy notables, ha sido testimonial.
Recientemente, se ha publicado una modificación del Estatuto de los Trabajadores que incorpora un nuevo contrato llamado de ‘formación dual universitaria’, aunque se deja pendiente de regulación posterior. A su vez, el Ministerio de Universidades ha propuesto una reforma del decreto de enseñanzas universitarias en el que incorpora la posibilidad de formación dual en los títulos universitarios españoles de grado y máster, que muchas universidades hemos considerado como un paso importante, pero se debe ser más ambicioso o, al menos, dejar más flexibilidad a las universidades para configurar el modelo en función de su tejido productivo. En cualquier caso, estamos convencidos que la versión final del decreto agregará las mejoras propuestas.
Para incorporar el talento universitario al tejido productivo necesitamos que se evolucione desde un concepto de ‘becario en prácticas sin relación laboral’ a un modelo que establezca una relación laboral en formación; además, sería necesario incentivar a las empresas para estos contratos duales, de manera que no sea cuestión solo de grandes empresas; se necesita también flexibilidad académica por parte de las agencias de evaluación para abordar estos títulos duales desde otro prisma; se requiere celeridad y flexibilidad legislativa para poner en marcha los procesos de implantación de estos títulos, así como la incentivación adecuada para todo el sistema de tutorización que esta formación requiere, tanto en el ámbito académico como profesional; asimismo, las universidades y las empresas deben establecer una relación de confianza para permeabilizar sus procesos de cara a la construcción de una nueva alianza formativa. Finalmente, la administración pública podría aprovechar para modernizar sus estructuras laborales, valiéndose de las experiencias formativas de prácticas en educación y sanidad.
El desarrollo de la formación dual universitaria es imprescindible para transferir el talento universitario de nuestro estudiantado al tejido productivo mediante un itinerario formativo que comienza en las aulas universitarias y, sin abandonar la condición de universitario, culmina en la empresa como estudiante-trabajador, convirtiendo estos dos espacios en un continuo el uno del otro. En definitiva, haciendo de la universidad un poco más empresa, pero también de la empresa un espacio formativo universitario.
Juan García García, Vicerrector de Postgrado, Empleabilidad y Relaciones con Empresas e Instituciones de la Universidad de Almería.