Los ‘robo advisors’ (o asesores robots) son el último grito de las matemáticas financieras. Se trata de programas automáticos para la gestión de carteras online que los inversores privados pueden elegir en función de factores tan diversos como su perfil de riesgo, recursos disponibles, escaso o nulo conocimiento, o del grado de confianza en la gestión desempeñada por seres humanos. Ya hay grandes firmas especializadas en Estados Unidos, donde se inició la experiencia a partir de los trabajos de algunos Premios Nobel. Los inversores de los robo advisors pueden elegir un algoritmo de un menú predeterminado, aunque también pueden personalizarlo con la cartera de activos que les resulte más sugerente y pasan a convertirse en inversor/sujeto pasivo. Esto último no tiene por qué ser una mala idea, hay muchos inversores que no quieren o no pueden permitirse hacer un seguimiento personal de su cartera. Si la elección es la adecuada, será beneficiario de unas rentabilidades positivas, incluso atractivas, con un capital inicial modesto y –por ahora– sin excesivos gastos de mantenimiento. El robot hace su trabajo, el inversor sueña con su nuevo papel de rentista y si la rentabilidad esperada le decepciona, lo cual puede ocurrir según sean sus expectativas, puede cambiar de algoritmo. En esta relación no todo tiene que ser tan frío ni tan distante, hay robo advisors que ofrecen también una gestión no automatizada y asesoramiento vía online o teléfono móvil.
En el sector de la inversión se pone 1990 como la fecha que marca el inicio de una nueva época. En ese año el profesor de la Universidad de Nueva York, Harry M. Markowitz, recibió el Premio Nobel en Economía (ex aequo) por su teoría sobre la selección de carteras y su relación entre riesgo y rentabilidad (aunque sus trabajos datan de la década de los 50). Según Markowitz, se puede reducir el riesgo de la inversión si se invierte combinando dos o más activos financieros. Los trabajos de Markowitz se vieron enriquecidos con los estudios de los profesores (también estadounidenses) de F. Fama, Robert J. Shiller y Lars Peter Hansen en torno al análisis empírico sobre los precios de los activos financieros, que les hizo merecedores (también ex aequo) del Nobel de Economía en 2013. Sucintamente, sus trabajos contribuyeron a un mejor conocimiento de los mercados financieros al arrojar luz sobre los factores que influyen en la fijación y valoración de los precios de los activos en el corto y largo plazo. Sin la contribución de todos estos ilustres profesores, difícilmente podría haberse conseguido el despegue de la industria de la inversión como se conoce en la actualidad, ni los robo advisors podrían utilizar las avanzadas herramientas de análisis de carteras para hacer sus productos.
La introducción de este nuevo sistema automatizado de asesoramiento y gestión de patrimonios conlleva novedades relevantes: crea nuevos competidores en un segmento prácticamente monopolizado por la banca utilizando las mismas herramientas tecnológicas y su uso es relativamente fácil. Pero sobre todo abre el universo inversor a colectivos que hasta ahora estaban excluidos: alérgicos a pagar altas comisiones por servicios cuya eficiencia y transparencia no pocas veces son discutibles, depositantes frustrados por la nula rentabilidad de sus depósitos, jóvenes millennials, profesionales inquietos pero aún con recursos limitados o ahorradores de largo plazo que están pensando en su jubilación. Es por esto que los analistas auguran a la gestión automatizada un futuro prometedor porque democratiza tanto la oferta de servicios de inversión como la base de clientes al aplicar unas comisiones que hoy por hoy podrían considerarse ‘populares’.
Algunos informes de consultoras como ATKearney, destacan el escaso conocimiento de su funcionamiento en un mercado como el estadounidense, donde un 80% de la población confiesa no haber oído hablar jamás de la gestión automatizada, y sin embargo, este bajo nivel de información no es un obstáculo para pronosticar que en los próximos cinco años los robo advisors se convertirán en una de las opciones de gestión favoritas, con un volumen de activos bajo gestión creciendo el 68% anual hasta alcanzar los 2,2 billones de dólares en 2020, lo que significaría el 5,6% de la inversión en activos de los estadounidenses, desde el 0,5% en 2015 (JP Morgan, el mayor banco de EE UU por activos, cerró 2015 con una cartera gestionada de 1,7 billones de dólares). Otro estudio, esta vez del banco Wells Fargo, el mayor prestamista de hipotecas de Estados Unidos, constata que el 45% de los inversores jubilados conocen los servicios digitales de los robo advisors, y que incluso un 5% de ellos lo utilizan. Según el banco, ambas cifras irán en aumento. “Las herramientas de inversión automatizada están aún en su infancia, pero esperamos que su conocimiento aumente rápidamente. Es similar a las compras online de hace 10 años; prevemos que el mismo modelo se desplegará a medida que los inversores se familiaricen y se sientan cómodos con esos nuevos estilos de inversión”, afirman en Wells Fargo Advisors.
La Inteligencia Artificial
Una de las firmas más significadas en el segmento online es la estadounidense Wealthfront, fundada en 2011, y con unos activos bajo gestión declarados de 3.000 millones de dólares. Entre su equipo de expertos abundan los especialistas en análisis cuántico y ofrece sus servicios como “la forma más fácil y eficiente de invertir tanto en términos fiscales como de costes”. La firma, cuyo valor de mercado ha alcanzado en tan solo cinco años 700 millones de dólares, ha incorporado recientemente en sus servicios financieros Inteligencia Artificial (IA) para, además de obtener ingresos adicionales, escrutar la actividad de las cuentas de sus clientes y procesar la información obtenida para personalizar el asesoramiento y asegurar que el cliente no vea mermado su patrimonio si mantiene la inversión en la firma a lo largo de su vida. Wealthfront utiliza interfaces de programación de aplicaciones (APIs) para integrar directamente las cuentas de sus clientes en determinadas plataformas de pago por móvil en su propio sistema. De esta manera, Wealthfront, con la ayuda de la IA, puede analizar las operaciones individuales con las plataformas y saber cómo gastan su dinero los clientes. Éstos solo pagan una única comisión por asesoramiento que, según la firma, es una fracción reducida de la que cobran sus competidores tradicionales. Un cliente de Wealthfront también puede recibir recomendaciones para diversificar sus inversiones, sobre fiscalidad y comisiones específicas en función de su perfil y preferencias de riesgo. El rival de Wealthfront, Betterment, número uno en EE UU, con unos activos bajo gestión declarados de 5.000 millones de dólares, invierte en fondos de índices low cost y afirma en su web que “creemos en la inversión pasiva, lo que significa tomar el correcto nivel de riesgo para el horizonte temporal elegido y dejar a nuestros avanzados algoritmos que hagan el trabajo”.
La banca también quiere robots
¿Y los bancos? El sector, que está asistiendo con estupor a cómo empresas ajenas a la actividad bancaria están metiendo la cuchara en su propio plato, léase banca en la sombra, el crowdfunding, etc., en definitiva, todo el ecosistema fintech, que engloba también a los robo advisors, ve la llegada de éstos con un sentimiento ambivalente. Citigroup, el tercer banco de Estados Unidos por activos, cuyo volumen bajo gestión asciende a 1,6 billones de dólares, se muestra escéptico con el supuesto daño que pueden infligir los nuevos advenedizos. “Vemos la llegada de los robo advisors como un ejemplo de automatización que mejora la productividad de los asesores tradicionales, y no como una situación con un alto riesgo de sustitución. Los más ricos o los inversores más sofisticados siempre piden asesoramiento personal”, señalaron en un reciente informe analistas del banco estadounidense.
El mercado del asesoramiento automatizado, conocedor de lo exclusivo que es el negocio de la gestión de patrimonios, en el que unas pocas grandes firmas se disputan el reducido y exquisito mercado de los multimillonarios, ha enfocado su actividad hacia un segmento menos rentable, pero más numeroso, y enfatizando la ventaja de unas comisiones reducidas. “El asesoramiento automatizado está diseñado para romper el atasco que solía existir donde el asesoramiento financiero estaba solo disponible para los ricos, y la realidad es que la gente corriente no dispone de mucho dinero”, señala un experto de la consultora A.T. Kearney.
Según los analistas, la estrategia de los nuevos asesores tecnológicos no es nueva, pero sí eficaz: cobrar poco para ganar volúmenes en un mercado mayoritariamente joven que quiere acceder al mundo de la inversión desde un lenguaje común. La diferenciación en el producto –señalan– será una de las claves en el futuro, además de retener a los actuales inversores y de atraer a nuevos. En la actualidad, hay startups que ofrecen carteras temáticas o la posibilidad de mover los fondos en función de noticias macroeconómicas.
Aunque hacer pronósticos en el sector fintech tiene más de creatividad que de proyecciones fiables, los especialistas barruntan que la banca no se va a dejar arrebatar la merienda por los nuevos actores tecnológicos y que reaccionará. Bancos como Morgan Stanley, Wells Fargo, Bank of America, o firmas de asesoramiento de arraigada historia como Fidelity o Charles Schwab (el 15% de los clientes de su robo tienen al menos un millón de dólares) están desarrollando muy activamente su propio negocio automático. “Creemos que una gran parte del dinero que se vaya a los robo permanecerá en los actuales proveedores tradicionales. Grandes bancos y fondos de inversión, bien asentados y con marcas muy conocidas, una vez ofrezcan servicios automatizados tendrán apetito. Esos grandes bancos serán a la larga los beneficiados, no las startups”, sostiene un experto.
Por su parte, en los robo advisors se insiste altivamente que su entrada en el mercado no se fundamenta solo en arañar nichos de mercado, sino, además, en compartir y entender la nueva cultura de la globalización tecnológica. “Si no entiendes Venmo (plataforma de pagos por móvil) entonces será difícil entender los hábitos de gasto de un joven. Es importante entender esas transacciones para que podamos usar los datos y proporcionar realmente un asesoramiento financiero personal y relevante”, afirman en Wealthfront.