Pablo González Ruiz de la Torre (Sevilla, 1994) no pretende hablar en nombre de su generación, pero sí cree que ha recogido el pesimismo y la frustración de esta para fundar Pangea. Este mes su proyecto cumple tres años, tiempo durante el que él y su equipo de movers han desarrollado eventos, acuerdos con empresas y comunidades de talento que quieren hacer ver a los jóvenes que por primera vez pueden decidir su futuro. Nos reunimos con él en el auditorio de la Fundación Rafael del Pino, escenario de The 2015 Starting Point, evento organizado por Pangea que está considerado como una de las mayores concentraciones de talento joven de la historia. Desgranamos con él sus reflexiones sobre la que él se niega a llamar generación perdida, opiniones plasmadas en Pangea, un libro que recoge los testimonios de “siete jóvenes que están transformando el mundo”.
*Foto: Javier Valeiro
-“Vivimos en la mejor etapa de la humanidad”. Este es uno de tus mantras. ¿Le ha costado a los Millennials llegar a esta conclusión?
Hay que diferenciar a la generación Millennial, de la que yo no formo parte según se establece, de la generación Z, en la que sí me encuentro. La primera ha vivido de una forma más directa toda la crisis económica que hemos tenido a nivel global durante los últimos ocho años, y eso cambia mucho la forma que tiene de entender lo que como generación es, lo que puede conseguir y, sobre todo, el contexto en el que se mueve.
Estamos en la etapa más apasionante de la historia, no porque lo diga yo, sino por la cantidad de cosas que están pasando ahí fuera. Hasta hace muy poco tiempo los que tenían acceso a la educación, o los que podían crecer a nivel social y tener grandes puestos de trabajo, eran aquellos que nacían en un determinado entorno. Hoy en día vemos que las personas, independientemente de donde nazcan y de sus condiciones económicas, son capaces de estudiar en universidades como el MIT o Harvard de forma completamente gratuita. El contexto y todo lo que ofrece convierten a esta época en un momento con más oportunidades para todos aquellos que realmente se lo quieran tomar en serio.
-Para ti el talento no es una cuestión relativa al coeficiente intelectual, sino al impacto positivo que genere en la sociedad algo que hagamos nosotros mismos. ¿Qué pueden hacer los jóvenes para encontrar su talento?
Siempre digo que hay talento donde hay personas. El problema es que muchas veces la sociedad solo reconoce o valora una serie de talentos que todos tenemos que conseguir, como por ejemplo ser el abogado o el médico perfecto. Es como si no hubiera posibilidad de construir un camino propio en la vida, de ser realmente lo que quieres ser. Sin embargo, parece que ahora uno tiene la capacidad para llegar hasta donde quiera. Tenemos que ser capaces de reconocer nuestro propio potencial y, sobre todo, buscar formas para que podamos conocer aquello que nos gusta hacer, eso que hacemos bien y que el mundo necesita.
*Foto: Javier Valeiro
-Tal y como explicas en el libro, pasar a la acción se vuelve una condición indispensable para desarrollar nuestro propio talento.
La actitud es la clave. Problemas hay todos los días. Todo será más duro a medida que uno vaya creciendo, y aquello que te va a mantener con ganas de levantarte cada día y de acostarte queriendo ser mejor al día siguiente es una actitud de caballo. Y eso es realmente difícil de conseguir, porque no todo el mundo tiene esa fuerza.
-Tu generación ha tenido suerte. Según comentas, nacer con una visión tecnológica y tener acceso a las tecnologías supone una ventaja para el talento.
Exactamente. Aunque yo creo que la juventud es una actitud, una forma de ver y de afrontar las cosas, y no aquello que está en el DNI y contra lo que desgraciadamente no puedes luchar. Pero sí que es cierto que la generación nativa digital tiene una ventaja competitiva, que únicamente tenemos aquellos que de forma natural nos hemos adaptado a un nuevo entorno, en el que las cosas han cambiado radicalmente y no van a parar de cambiar. Está demostrado a nivel científico que vemos el mundo y reaccionamos ante él de forma muy diferente. Eso hace que tengamos una serie de capacidades, herramientas y puntos de mira que nos ayudan a ir más rápido que otra generación.
-Sin embargo, sorprende leer como tú mismo aseguras que hubo un tiempo en el que aspirabas a vivir una vida más tranquila y estable.
Eso nace precisamente del desconocimiento de la cantidad de cosas que estaban pasando. Al venirme aquí a Madrid, gracias a la universidad a la que voy y a la cantidad de gente que empiezo a conocer a nivel internacional, me doy cuenta de que hay mucho más. A medida que me fui haciendo mayor supe que tener una vida tranquila es imposible. No era consciente de hasta qué punto era inquieto. Tenía ganas de hacer cada vez más cosas y no sabía por dónde empezar, pero quería empezar.
-También comentas que no te sentías escuchado y valorado por lo que llamas “la absurda razón de ser joven”. ¿Se escucha más a los jóvenes ahora?
Creo que a los jóvenes se nos escucha más que hace 100 años, pero la gran diferencia está en que nunca hemos tenido tantos canales para expresarnos como los que tenemos a día de hoy. Ahora los jóvenes pueden acabar con cualquier marca, político o empresa a través de las redes sociales. Además, la unión de todos a través del mundo digital nos hace tener mucha más capacidad de impacto que antes, aunque muchas veces no le sacamos el máximo provecho. Nos quejamos de muchas cosas que deberíamos solucionar, pero como no sabemos agruparnos, ponernos de acuerdo o comunicarnos de la forma apropiada, sigue habiendo problemas que tienen solución pero que no somos capaces de afrontar.
-Parece como si la “educación tradicional” tuviera la culpa de la falta de actitud y determinación de los jóvenes. Hablas de la necesidad de “redefinir el porqué de la educación”.
Cuando hablamos de educación muchas veces nos centramos en la figura del profesor, el libro de texto o en el contenido, y eso al final no deja de ser el “qué” de la educación. Y luego está el “cómo”. En los últimos años se han incorporado tabletas y pizarras digitales en los colegios para digitalizar de alguna forma la metodología y el contenido. Sin embargo, hay una tercera parte, que para mí es la realmente fundamental, que es el “porqué”. Por qué realmente aprendemos, por qué realmente existe la educación y, sobre todo, para qué. Hoy en día un niño o una persona que acaba la carrera no tiene ni idea de cómo va a ser el mundo. Por ese motivo es fundamental que durante el tiempo que pasamos estudiando podamos aprender y prepararnos para el mundo al que nos vamos a enfrentar.
*Foto: Javier Valeiro
-Según tú, en este modelo se debería individualizar la enseñanza. ¿Es viable este sistema cuando al año pasan por las aulas cientos de niños y niñas?
Creo que es un modelo mucho más barato que el actual. El problema que tenemos es que seguimos empeñados en que un profesor debe ser un transmisor de conocimiento. Hoy en día un alumno con una tableta o un teléfono móvil tiene todo el contenido del mundo en sus manos. El papel del profesor tiene que pasar de transmisor de conocimientos a alguien que acompañe y facilite ese proceso de aprendizaje. Eso, que suena muy bonito e idílico, es muy difícil que conseguir cuando la imagen que se tiene de los profesores en España es mala y el sector educativo todavía es empleado como una herramienta política. Yo creo que una de las mejores cosas que va traer la era digital es que la tecnología va a democratizar en todos los sentidos. Si al final somos capaces de que en cualquier colegio un alumno con su tableta o su ordenador -que cada vez son más baratos y accesibles para cualquier centro- pueda aprender sobre lo que quiera, cuando quiera y de la forma que quiera, y apoyado por profesores que le acompañen, la educación va a ser realmente diferente.
-Pese a ello crees que la educación ha recuperado su esencia en los últimos años: “nacer de la inquietud”. ¿Qué inquietud te llevó a crear Pangea?
Más que de una inquietud, Pangea nace de una frustración, de ver como desgraciadamente la gente joven sigue pensando que no puede hacer tanto como podría llegar a hacer. Puedes conseguir lo que te dé la gana sin ningún tipo de límite más allá del que quieras imponerte a ti mismo. Lo que hay que hacer es ponerse a trabajar, buscar soluciones que nazcan de nosotros, que somos los que sufrimos el modelo educativo.
-Para Pangea no existen las barreras geográficas. ¿Podría ofrecer esta iniciativa una solución a la “fuga de talentos” que sufre España?
Retener a nuestra generación es imposible. No entendemos de barreras, queremos vivir aquí, mañana allí y al día siguiente en otro sitio, y eso es muy bueno. Lo que sí es importante es que no provoquemos en ninguno de esos jóvenes que se va una mala sensación sobre su país, porque es fundamental que adonde quiera que vayan sigan teniendo una conexión con España. Al mismo tiempo tenemos que convertirnos en una nación que atraiga talento joven y talento en general de cualquier otra parte del mundo. España es un país con un potencial enorme, y tenemos que empezar dando una vuelta de tuerca a esa percepción que tenemos de nosotros mismos para que el mundo entero se convenza de ello.
-Durante el recorrido de Pangea te has negado a reconocer dos cosas. Una de ellas la has vuelto a negar ahora, y es que formamos parte de un país sin futuro. La otra es que los jóvenes de hoy en día son una “generación perdida”.
Gente vaga la ha habido siempre, hace 100 años y hace 200. Una de las cosas buenas que va a pasar en esta etapa es que se va a premiar cada vez más el esfuerzo, y al vago se le va a castigar más que nunca. Eso es una buena noticia. El principal reto que tenemos como generación es que debemos entender que el mundo ha cambiado, que lo que antes valía ya no vale, y que como personas seremos lo que nosotros queramos ser. Tenemos una generación joven muy preparada en este país, con muchas ganas de comerse el mundo, pero si no dejamos de apagarla y quemarla no seremos capaces de definir el futuro.
-En ese futuro Pangea parece ya asumir una gran responsabilidad. ¿Cuál será el siguiente paso de esta iniciativa?
Haremos lo máximo posible para que el menor número de personas sientan la frustración y la desgana que sufrimos nosotros. El principal reto que tenemos ahora es no quedarnos quietos, seguir creciendo y dar respuesta a las necesidades que van surgiendo. Recientemente hemos lanzado Trivu, primer certificado de la historia con denominación de origen joven que reconoce proyectos que impulsados por gente joven generen impacto.
-Entonces, como bien dices en el libro, seguiréis sin valorar lo imposible como una opción posible.
Lo imposible es siempre una opinión. Y cuanta más gente joven conozco más me doy cuenta de que no hay persona que luche, se deje la piel y que realmente quiera hacer algo que le apasiona que no acabe consiguiendo sus sueños. Podemos tirarnos el resto de nuestra vida lamentándonos, criticando el país en el que hemos vivido, la familia que nos ha tocado o la mala educación que hemos recibido, pero al final tu futuro lo decides tú.