Foto: Jacobo Medrano
¿Qué es el ‘lobby’?
El lobby es participación. Es el legítimo ejercicio del derecho de participación de la sociedad civil en los asuntos públicos, en los asuntos que les ocupan. Nosotros partimos de la base de que el conocimiento científico, el conocimiento técnico, casi siempre está en el lado de la sociedad, no en el de los que toman las decisiones o los que legislan y por eso es nuestra función la de servir de engranaje entre la sociedad civil y los legisladores, para que todos conozcan todos los aspectos relacionados con una determinada normativa política pública.
¿Qué significa para los profesionales del ‘lobby’ la iniciativa de la CNMC?
Ha sido una decisión valiente que apoyamos absolutamente. ¿Y por qué apoyamos absolutamente esta medida? Si ahora, en 2016, podemos pensar que la práctica del lobby tiene una imagen un poco mejor, es precisamente porque se ha levantado el velo sobre esta actividad y porque se han introducido mecanismos de transparencia, que es lo que nosotros desde APRI llevamos defendiendo desde hace más de nueve años. La transparencia y la regulación de nuestra actividad es lo que, en nuestra opinión, hacen posible que la sociedad entienda lo que hacemos.
Los ‘lobbistas’ desempeñan una actividad legal, pero les envuelve cierto oscurantismo y opacidad que les hacen aparecer como agentes malévolos.
Efectivamente. Yo hago mías dos frases, ninguna de las cuales me pertenece. En primer lugar, la del Presidente de la Asociación francesa de lobbistas, que cuando se creó el registro, muy alegremente dijo: “se va a descubrir que no hay nada que descubrir”; una cosa que yo creo pasará también en España. Y en segundo lugar, hago mía también una afirmación de Transparencia Internacional, una ONG que trabaja en el ámbito de la transparencia en toda la Unión Europea, y que reconoció en su informe sobre el lobby en España que en nuestro país no ha habido ningún caso de corrupción directamente asociado al lobby. Ha habido cientos de miles de escándalos de corrupción, pero ninguno típicamente asociado al lobby, que, por otro lado, no son extraños en países, incluso, donde están regulados. Típicamente estaríamos hablando de dinero a cambio de enmiendas o preguntas parlamentarias, o proposiciones parlamentarias. Eso en nuestro país no ha sucedido. En primer lugar, cuanta más transparencia más se incrementará la participación de la sociedad civil, de las empresas, las ONG u organizaciones empresariales, y, por otro lado, las decisiones del regulador estarán mucho más legitimadas porque se sabe por qué las toma. Éste es el modelo al que nosotros aspiramos en España, un modelo que funciona en Bruselas y del que los eurodiputados están muy satisfechos, incluso los españoles. Lo que no es lógico es que mi relación con un eurodiputado sea diferente a la relación que pueda tener con un diputado del Congreso. Es ahí donde nosotros luchamos.
¿Cuáles han sido las dificultades que han impedido hasta ahora hacer transparente el ‘lobby’?
Cuando APRI se constituye en 2007, nuestro principal reto fue la educación de los políticos españoles en nuestra actividad, en lo que es una actividad profesional ética y responsable. Esa parte de formación o pedagogía ya se ha superado. En la décima legislatura trabajamos muchísimo con los distintos grupos parlamentarios, tanto del Congreso como del Senado, y puedo decir que en el contexto de la tramitación de la Ley de Transparencia, que se aprobó en 2012, no sólo nos invitaron a comparecer -comparecí yo en nombre de la Asociación, en la Comisión Constitucional–, sino que además fuimos la comparecencia más solicitada, y pedimos en ese mismo momento que se regulara el lobby. Todos los grupos parlamentarios, con la excepción del Partido Popular, pidieron que se incluyera el lobby en la Ley de Transparencia, pero el Popular no quiso, alegando que en ese momento la Ley de Transparencia sería conocida como la Ley del lobby y no como la Ley de Transparencia.
¿Cuáles son las herramientas del ‘lobbista’?
Pues, la información – como para los periodistas –, el análisis, la metodología, que te permite de alguna manera ser más eficaz en la consecución de los objetivos. Los contactos son importantes porque lógicamente son necesarios, pero los contactos, como nosotros decimos, cambian necesariamente cada cuatro años, si no cada menos. Por lo tanto, es más importante quizá la habilidad de ser capaces de construir relaciones de confianza que el hecho de tener una agenda de contactos que en un momento dado desaparecen.