Sting: pospuesto. Aerosmith: Pospuesto. Amaral: Pospuesto. Cada semana desde hace ya más de un año, se repite la misma letanía: giras, conciertos y festivales de música aplazados, llevados al streaming o directamente cancelados. Desde marzo de 2020, se acumulan más de 25.000 citas anuladas. El sector de la música en directo ha sido uno de los más devastados por el impacto del Covid-19, con unas pérdidas que según la Federación de Música de España superan los 1.200 millones de euros, una caída del 75%.
Un panorama agónico que ha provocado la unificación sectorial en la plataforma Alerta Roja, que durante los últimos meses ha celebrado manifestaciones en varias ciudades para denunciar la situación de desamparo que afrontan las más de 800.000 personas que viven de la industria del espectáculo y los eventos. Según los cálculos de la plataforma, solo un 10% del sector ha podido acceder a las ayudas concedidas por las Administraciones públicas.
Sin embargo, este mismo domingo, en el Palau Sant Jordi se darán cita más de 5000 personas que, sin distancia de seguridad, disfrutarán del concierto de la banda Love Of Lesbian. ¿Locura? ¿Espejismo de normalidad? No: experimento.
Se trata de una iniciativa piloto organizada por Festivales por la Cultura segura y el Hospital Germans Trias i Pujol que busca establecer nuevos protocolos para la celebración de espectáculos públicos. Los asistentes tendrán que llevar mascarillas FFP2 y haber pasado un test de antígenos para garantizar la seguridad del evento. El pasado diciembre se llevó a cabo una prueba de corte similar dirigida por el mismo hospital, y los resultados fueron alentadores: no se registraron infecciones entre las 1.000 personas que se reunieron en la Sala Apolo.
El sector aguarda esperanzado las conclusiones que arroje este nuevo ensayo que quintuplica el aforo del anterior, a las puertas de la temporada de los festivales de verano, fecha clave para los grandes eventos de música al aire libre. Que la población prevalente en los conciertos (el grupo de edad de los 18 a los 45 años) sea el que más va a tardar en acceder a las vacunas, no invita, precisamente, al optimismo.
Sí lo hace Michael Rapino, CEO de Live Nation, el mayor organizador de conciertos a nivel mundial, que aseguró que a mediados de verano podrían celebrarse muchas de las citas programadas. Hasta el momento, el panorama español festivalero le quita y le da la razón simultáneamente: el Sónar y el Primavera Sound han pospuesto su celebración a 2022, pero se mantienen en pie el FIB Benicàssim, el BBK Live o el MadCool, que se celebrarán con restricciones de aforo y estrictas medidas de seguridad.
Salas pequeñas vs macroconciertos
Pero más allá de los conciertos veraniegos cuyas celebraciones al aire libre disminuyen el riesgo de contagio, hay otra parte del sector que encara un futuro mucho más negro: las salas de conciertos. Dejados por la legislación en una especie de tierra baldía (no son considerados hostelería ni tampoco espacios de cultura) ven cada vez más lejos una hipotética recuperación tras un año devastador. Según ACCES, la asociación estatal de salas privadas de música en directo, ya son 17 las que han cerrado por la pandemia y vaticina que serán más.
El reparto de ayudas aprobado por el gobierno se gestiona por las comunidades autónomas, que no han aplicado un criterio uniforme a la hora de paliar la situación crítica de estos locales. En comunidades como Castilla La Mancha, Castilla León o La Rioja las salas de música en directo no han recibido ninguna ayuda específica, mientras que Andalucía, Galicia o la Comunidad Valenciana sí han implementado inyecciones económicas para ellos.
Madrid, la comunidad con más locales de este tipo (54) destinó parte de las subvenciones de su Plan Aplaude a las salas de pequeño formato, pero a asociación La Noche en Vivo de Madrid considera que aún son insuficientes. Con la limitación de aforo actual, las salas con capacidad para 200 personas solo pueden permitir los conciertos con unos 38 asistentes en el público, algo que convierte en económicamente inviable la apertura.
El drama va más allá de las cifras. Son 120 millones de euros de pérdidas, según cuantifica La Plataforma de Salas de Conciertos (PSDC), que subraya que todo esto amenaza con cambiar el panorama musical para siempre, porque solo sobrevivirán los eventos masivos.
¿Futuro sin conciertos?
La pregunta más temida por el sector, continúa siendo la misma desde marzo de 2020: ¿Puede permitirse la industria musical sobrevivir sin la música en directo? Si nos atenemos a los datos, la respuesta es que difícilmente. Antes de la pandemia, la música en vivo era el mayor activo de la industria musical española, su locomotora, ya que aportaba más de 700 millones de euros según el informe elaborado por la Universidad Internacional de la Rioja. Un exhaustivo análisis que confirma, además, que la mayoría de los ingresos de los artistas provienen de los conciertos, no de la venta discográfica.
Aún así, el streaming ha salvado los muebles de la industria durante el pasado año. Las ventas a través de plataformas digitales han aumentado un 4,4% según Promusicae, pero también han acusado un 27,6% de retroceso en los ingresos por la propiedad intelectual, debido al cierre de salas. Está por ver cómo afecta a la aportación de la música a la economía española, que antes de la pandemia suponía el 0,6% del PIB.
El panorama es demasiado inestable para los vaticinios, y aún es una quimera determinar cómo y de qué manera volveremos a los conciertos. Irónicamente, la situación actual invita a pensar que será más sencillo asistir a un concierto de masas que a un pequeño recital, una auténtica transformación del sector.