72.480, El Gordo de la Lotería de Navidad
Lifestyle

3 formas típicas y poco reconocidas de procrastinar

George Loewenstein profesor de economía y psicología en la Universidad Carnegie Melon, describe a los procrastinadores como “abstraídos las recompensas ‘viscerales’ del presente”, y la investigación confirma que en el presente los procrastinadores tienden a preferir el placer sobre el progreso.
No obstante, de acuerdo con una estimación, sólo el 18% de la procrastinación podría atribuirse a la “aversión a la tarea”, es decir, no querer hacer algo. Por lo tanto, muchos de nosotros no posponemos lo importante simplemente porque no nos da la gana hacerlo, sino que la procrastinación placa nuestra fuerza de trabajo.
Entonces, si no nos importa hacer las cosas, ¿por qué no las hacemos? Caroline Beaton, colaboradora de Forbes USA, considera que somos presas de una especie de autoengaño que nos lleva a pesar que en cada momento estamos haciendo “lo mejor que podemos hacer”. Si esto te suena, quizá debas leer lo que viene a continuación, porque hablamos de tres formas de procrastinación muy comunes pero reconocidas como tal a pesar de serlo.

Buscar culpables. Varios estudios indican que la procrastinación está muy relacionada con la dependencia de otros. Una forma de dependencia que se suele manifestar a menudo es la de echar la culpa a otros. Por ejemplo “no puedo hacer X si no está X persona”, “yo he hecho mi parte, pero estoy esperando a que X haga la suya”, etc. Además, la procrastinación también está relacionada con el sentimiento de culpa y la baja autoestima, por lo que a veces los culpables que buscamos somos nosotros mismos y nos ahogamos en nuestros lamentos y pensamientos negativos.

Perfeccionar. Al contrario de lo que se suele creer, el perfeccionismo no nos hace mejores en nuestras tareas. De hecho, está asociado con la ingesta compulsiva, los conflictos interpersonales y la evitación de tareas. Además, el perfeccionismo y la procrastinación en conjunto están asociados a la preocupación y la depresión.

Múltiples estudios sugieren que la procrastinación del perfeccionista puede tener sus raíces en el miedo a cometer errores. El miedo al fracaso es, en efecto, una muy buena excusa para demorarse en hacer las tareas. A pesar de que los altos estándares y las metas ambiciosas son positivos, el perfeccionismo puede causar la deliberación perjudicial. Las personas que posponen la toma de decisiones, buscan más información acerca de alternativas y suelen utilizan criterios más rígidos y menos racionales. Las personas productivas suelen estar satisfechas con lo “suficientemente bueno” y en lugar de reprenderse por sus errores, se lo toman como una oportunidad de mejora.

Estar indeciso. A veces procrastinamos en la toma de decisiones, simplemente porque no hemos respondido a la pregunta “¿por qué?”. Este descuido oscurece nuestras metas, nos hace confundir las tareas primordiales con las secundarias y nos empuja a tardar más en llegar a la meta. El compromiso requiere la comprensión de lo que estamos haciendo y si no sabemos responder el porqué de lo que hacemos, difícilmente podremos comprometernos con decisión y dejar de dudar sobre lo que debemos o no hacer. Esas dudas son, en última instancia, las que nos frenan y, por ende, lo que nos lleva a procrastinar.

Por desgracia, estos hábitos de procrastinación sutiles pueden afectarnos durante años sin que nos demos cuenta, pero una vez que los reconocemos es más sencillo luchar contra ellos. El objetivo es que seamos conscientes de que estas formas de actuar afectan a nuestra productividad tanto o más que estar un rato jugando a Candy Crush y combatirlas para dejar de sabotear nuestro potencial y ser más productivos.

[vc_posts_slider count=1 interval=3 slides_content=teaser slides_title=1 thumb_size=large posttypes=post posts_in=3673]