Estonia tiene alrededor de 1,3 millones de habitantes – un poco menos que la población de Barcelona – y puede que no sepas muy bien dónde está. Su nombre suena a iglú, a esquimal, a iceberg y no a demasiadas horas de sol, por eso puede que te sorprenda saber que este pequeño país bañado por el Mar Báltico es en realidad un auténtico paraíso tecnológico y una de las economías más avanzadas del mundo.
Hace tan solo veinticinco años que Estonia recuperó su independencia e identidad tras más de medio siglo bajo el yugo del control soviético. Si antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial sus habitantes disfrutaban de un nivel de vida acomodado gracias a una elevadísima renta per cápita, en los albores de los años noventa el país estaba en ruinas, física y moralmente: 80.000 estonios emigraron, y otros 60.000 fueron directamente deportados. Estonia perdió de golpe su identidad nacional para convertirse en una pseudo-colonia rusa, ya que más de medio millón de rusoparlantes se instalaron en sus tierras para contribuir a la militarización de una región que se consideraba zona fronteriza.
Sí, habéis leído bien: veinticinco años les han bastado para pasar del aislamiento del Telón de Acero a ser apodada por la prensa internacional “el pequeño Silicon Valley Europeo”. Y eso no es algo que pueda decir cualquier país.
Pero, ¿qué es ese milagro del que habla el titular? Recientemente el eslogan de una campaña para promocionar el país decía: “Estonia, el lugar donde las cosas ocurren primero”. Y estamos a punto de demostrarte que no se trata de una hipérbole o una de esas estratagemas tan propias del marketing.
En Estonia prácticamente cualquier trámite administrativo puede hacerse online. Y cuando decimos “prácticamente” es porque el 99% de los servicios del Gobierno están disponibles en la red. En Estonia la gente lleva más de diez años, desde 2005, votando por Internet. Sí, nada de colegios electorales, ni cartas a la embajada si los comicios te pillan fuera. A solo un clic. En las elecciones generales de 2015 los estonios que se encontraban de viaje o trabajando en el extranjero pudieron votar por esta vía, de manera totalmente segura, desde 116 países distintos.
En Estonia quien hace colas y llama para pedir cita previa es porque quiere, ya que el DNI y el visado, entre otros muchos documentos, se piden y renuevan por Internet. Se trata del pilar fundamental de la digitalización: un sistema electrónico de identidad que, pese a que se implantó hace casi quince años, es el más avanzado del mundo. En Estonia incluso las recetas médicas pueden obtenerse online. Por no hablar de la declaración de la renta, que se hace en línea desde hace años; en 2015 el 95,8% de las declaraciones se hicieron a través de Internet.
En Estonia puedes registrar una empresa en cinco minutos. Sí, en cinco. Ni siquiera hace falta que seas estonio, ya que cuentan con un sistema de ‘residencia electrónica’ que no es otra cosa que una especie de identidad digital transnacional que permite a los ciudadanos extranjeros abrir una empresa en el país, sin más trabas o exigencias que pagar impuestos y operar como si fueses de allí. Esta iniciativa, unida al claro apoyo gubernamental que reciben el emprendimiento y la tecnología, lograron todo un hito en 2013: Estonia se convirtió en el país del mundo con mayor número de startups por persona. Y si no, que les pregunten al sueco Niklas Zennstrom, al danés Janus Friis y al estonio Ahti Heinla qué les llevó a escoger Tallin como lugar de nacimiento de su compañía, Skype.
Estonia fue pionera a la hora de proporcionar a los estudiantes de colegio, en 1998, un ordenador con conexión a Internet, y hoy incluye en su enseñanza obligatoria clases de código y programación. En el año 2000 el Gobierno estonio estableció el acceso a Internet como un Derecho Fundamental, cuando ni siquiera formaba parte de la Unión Europea, algo que sucedió finalmente en 2004. Por cierto, en Estonia toda la educación – sí, toda – es totalmente gratuita.
En Estonia el sector tecnológico representa alrededor del 15% del producto interior bruto (PIB) nacional. La ciudad de Tallin cuenta con 60.000 farolas conectadas que cambian en función de la hora del día, movimiento y condiciones climáticas, y tienen una red IP sobre la que pueden ser instalados sensores de todo tipo, desde ambientales hasta de tráfico. Hay wifi gratuito en bosques y gasolineras. Además, es el primer país del mundo en contar con una red de estaciones de recarga rápida de vehículos eléctricos y cuenta con una flota de más de 500 coches eléctricos municipales.
Sé lo que estáis pensando: cuánto nos queda por aprender. Para empezar, volvamos la vista hacia ese país diminuto a quien nadie, excepto los inversores y emprendedores más avisados, parece prestar demasiada atención.