Cuando Trump anuncia una rueda de prensa desde su residencia privada de Mar-a-Lago, algo importante está por llegar; y estamos seguros, casi siempre, de que lo hará a su manera excéntrica y megalómana.
Donald Trump, presentó este lunes en su residencia de Mar-a-Lago un ambicioso proyecto de expansión naval: la creación de un nuevo tipo de buques de guerra bautizados con su nombre, la llamada “Flota Dorada”. Según el anuncio, la serie podrá alcanzar hasta 25 unidades, comenzando con dos inicialmente, seguidas de diez más y completando la flota en un horizonte de años aún indefinido. Este anuncio llega justo cuando las relaciones con el Venezuela de Maduro se encuentran en su punto más bajo.
Trump calificó a estos navíos como “los más grandes y poderosos de la historia”, prometiendo que superarán la capacidad de cualquier acorazado construido previamente, tanto en Estados Unidos como a nivel global. Acompañado por los secretarios de Defensa, Estado y la Armada, el mandatario destacó la necesidad de modernizar la fuerza naval, acusando de obsolescencia a la flota actual y comparando la potencia estadounidense con la creciente presencia de China en mares estratégicos.
El proyecto prevé que los buques de clase Trump estén equipados con misiles de crucero con capacidad nuclear, según confirmó John Phelan, de la Armada. La estrategia del Pentágono apunta a fortalecer la presencia en zonas de alta tensión geopolítica, incluyendo el Caribe, donde Estados Unidos mantiene actualmente una importante operación de vigilancia y control de petroleros, especialmente los vinculados a Venezuela e Irán.
Desde su regreso a la Casa Blanca, Trump ha mostrado un marcado interés en fortalecer la Armada como instrumento de poder y disuasión. En esta ocasión, la propuesta se inscribe dentro de su visión de un despliegue militar más eficiente y moderno, con énfasis en la producción nacional: todos los buques serán construidos en astilleros estadounidenses. Asimismo, el presidente exigió a los contratistas “rapidez y eficiencia” en la entrega, advirtiendo sanciones a quienes incumplan los plazos o estándares de calidad.
La creación de esta flota se suma a la reciente incorporación de nuevas fragatas, también fabricadas en Estados Unidos, que operarán junto a los futuros superacorazados para proteger rutas marítimas estratégicas. Este movimiento se interpreta como un esfuerzo por consolidar la superioridad naval frente a competidores globales y asegurar el control de rutas de petróleo y comercio en regiones críticas.
El anuncio se produce en un contexto de creciente tensión en el Caribe. Estados Unidos ha interceptado en los últimos días varios petroleros sancionados, incluyendo el carguero Bella 1, vinculado con Irán, y ha intensificado las medidas de presión sobre el gobierno venezolano de Nicolás Maduro. Trump afirmó que la operación continuará hasta garantizar la seguridad y el control de las rutas marítimas, dejando abierta la posibilidad de nuevas acciones coercitivas en la región.
Analistas militares coinciden en que el proyecto representa tanto un desafío logístico como una señal política clara: busca proyectar fuerza, disuadir a adversarios estratégicos y reforzar la imagen de Estados Unidos como potencia global dominante. La llamada “Flota Dorada” combina así ambición tecnológica, proyección geopolítica y un componente mediático significativo, fiel al estilo de Trump.
Más información sobre los buques de guerra
Los buques de guerra clase Trump estarán diseñados con tecnología de punta en propulsión y defensa. Según los primeros informes del Pentágono, cada navío contará con un desplazamiento superior a 25.000 toneladas, eslora de más de 250 metros y capacidad para operar de manera autónoma durante meses en alta mar. Estarán equipados con sistemas de radar de última generación, plataformas de lanzamiento vertical para misiles de crucero y defensa aérea avanzada, así como hangar para drones y helicópteros. Además, se prevé que incorporen blindaje reforzado y medidas de sigilo mejoradas, combinando velocidad, potencia de fuego y resistencia estructural para operar en entornos de combate multidimensionales, desde el control de rutas marítimas hasta enfrentamientos de alta intensidad.
Con esta iniciativa, la Casa Blanca espera no solo modernizar la Armada, sino también marcar un hito simbólico, consolidando el legado de la administración en términos de capacidad militar y presencia internacional. La combinación de buques de gran tamaño, armamento avanzado y despliegue estratégico apunta a redefinir la percepción de la fuerza naval estadounidense en un momento de crecientes tensiones globales.
