De ser la primera española en el programa de la NASA Academy y comandante de una misión simulada a Marte, a ocupar el puesto de directora sénior de Espacio en el Instituto Americano de Aeronáutica y Astronáutica (AIAA), la mayor sociedad del mundo dedicada a la industria aeroespacial. Ese sí es un salto.
La española Natalia Larrea llegó al puesto hace unos meses procedente de Novaspace, la sociedad resultante de la fusión de Euroconsult, a la que se incorporó hace más de una década, y SpaceTec Partners. Desde su despacho en Washington DC dirigía la oficina de la compañía francesa en Estados Unidos. Por si fuera poco, “compagino mi trabajo con docencia en la International Space University”, me dice por videollamada.
“Estamos entrando en un nuevo ciclo, en una nueva fase del sector espacial”. Natalia Larrea ha dedicado buena parte su carrera a prestar servicios de apoyo a diferentes organizaciones de todo el mundo, sobre todo gobiernos, en colaboración con agencias espaciales como la NASA, CSA, la ESA y el sector privado. Las ha asesorado “tanto en políticas como en estrategia”.
“El panorama global ha cambiado mucho en los últimos 10 años”, insiste. Lo que caracteriza a nuestros días es el “aumento en el número de actores”. Ahora, más de 90 países invierten en el espacio, “porque reconocen los beneficios socioeconómicos y porque saben que ayuda a innovar en otros sectores”.
Esta es la clave: ¿puede abrir el espacio una oportunidad para diversificar el negocio de empresas que hasta ahora sólo han pensado en la Tierra como mercado? Grandes compañías españolas del retail, la energía, las infraestructuras o las telecomunicaciones deberían sentirse aludidas, en opinión de Natalia Larrea, porque “el espacio ya es parte de las operaciones que haga cualquier empresa”.
“Estamos viendo alianzas con empresas del automóvil para hacer modelos de Luna Rover junto con empresas sector espacial; se está hablando con empresas del sector minero para la explotación de recursos; y cuando uno piensa en esa presencia sostenida en la luna, contempla módulos para agricultura lo que impulsa el agritech. En el caso de la energía nuclear también hay un push grande, la innovación irá en los dos sentidos”. Por supuesto, la banca como financiadora y el sector asegurador están ya en órbita.
La directiva del AIAA destaca las enormes posibilidades de la colaboración público-privada como generadora de nuevos modelos de negocio. “Una de las tendencias que se está viendo está relacionada con los servicios y datos”, explica, “las agencias públicas están contratando y buscan proveedores para determinadas operaciones, desde el diseño de estructuras al envío de astronautas”. También, inevitablemente, defensa.
La economía espacial alcanzó los 600.000 millones de dólares en 2024 y se proyecta que supere el billón al final de la década. “Cuando se analiza de dónde viene ese crecimiento, realmente en su mayor parte procede del downstream, o sea, de los servicios de comunicaciones y de evaluación, como el GPS”, indica Natalia Larrea Brito.
Se están desarrollando también sectores cuyo ámbito de actividad es netamente espacial, como los dedicados a la gestión de los desechos. Hay que posicionarse en toda la cadena de valor. España, con PLD Space, tiene buena mano para la partida del mercado de lanzamiento de cohetes.
Ciertamente, SpaceX actúa casi como un monopolio en Occidente, pero “en Europa, desde un punto de vista estratégico, se va a necesitar que tengamos capacidad de lanzamiento”, afirma la estratega del AIAA. La crisis europea de lanzamientos provocada por el retraso del Ariane 6 y la retirada del Ariane 5, que incrementó la dependencia de SpaceX, así lo han demostrado.
El espacio se ha vuelto más accesible, gracias a la caída en los costes de lanzamiento, especialmente debido al surgimiento de SpaceX y a su innovación de los cohetes reutilizables. “Está siendo un factor disruptivo”, poner algo en órbita cuesta hoy un 90% menos que hace tres décadas. Cuando Elon Musk consiga lanzar su Starship, con 100 toneladas de capacidad de carga, la revolución será total. Como impacto colateral, los precios de las comunicaciones también se han desplomado radicalmente.
Han sido fundamentales “los avances tecnológicos en otros campos”, apunta Natalia Larrea. La inteligencia artificial está llevando al sector de la automatización a la autonomía e impulsa una capacidad de procesamiento cada vez más distribuida, antesala de un futuro edge computing en órbita.
A eso se suma la miniaturización de los componentes, la tecnología de cargas útiles definidas por software, que permite reconfigurar los satélites una vez lanzados, las aplicaciones de uso dual para defensa, la manufactura en el espacio… aquí puedes consultar un paper reciente en el que Google explica cómo pretende crear centros de datos fuera de la gravedad, en línea con lo anunciado por Amazon y Musk.
Capítulo especial merecen los desarrollos en el ámbito de las comunicaciones ópticas (la información se transmite mediante la luz, por ejemplo, usando láser en el espacio), en los que varias empresas españolas podrían hacer aportaciones clave. “Muchas de estas megaconstelaciones las utilizan para conectar las redes entre satélites, lo llaman highway on space”.
La luna se comunicará con la Tierra de ese modo, por láser. Natalia Larrea Brito da por hecho que recibiremos “vídeo en tiempo real de alta definición desde la luna”. El impacto en la sociedad cuando eso suceda se asemejará al que tuvieron en su día las imágenes de Neil Armstrong pisando por primera vez su suelo. La luz cubrirá, al menos, el trayecto hasta los satélites que orbitan nuestro planeta, a partir de ese punto “será un mix entre radiofrecuencia y comunicaciones ópticas, así es como se está planeando”, explica.
La humanidad trabaja para “volver a la luna y quedarse, establecer una presencia sostenible, con instalaciones que tengan acceso a comunicaciones y energía”, añade. Le cito las palabras de David Lockney, director de la Innovación de la NASA, a Forbes España: “el gran cambio para la humanidad será mirar a la luna y decir: ‘Tony está allí’”.
La directiva del AIAA reconoce que, en el caso de la Luna, “a algunas personas no les gusta que se use el término de carrera espacial entre EEUU y China, aunque en mi opinión sí lo es”. Ambos países tienen planes para establecer una presencia sostenible allí y empezar a formar astronautas “antes de que finalice la década”. En abril, se lanza la misión tripulada Artemis 2, que orbitará el satélite; si todo va según lo planeado, Artemis 3 devolverá a los astronautas a la superficie lunar.
Otra transformación sustancial ocurrirá mucho más cerca de nuestras cabezas, con motivo de la retirada de la Estación Espacial Internacional (ISS), prevista en torno a 2030. La prioridad estratégica hoy es construir una alternativa en una órbita baja (LEO) e impulsar la transición hacia plataformas comerciales operadas por el sector privado. La NASA lidera esta transformación a través del programa Commercial LEO Destinations (CLD), China opera su propia estación espacial, y otros países como India y Rusia proyectan también estaciones espaciales propias.
El entorno orbital crecerá de forma acelerada y añadirá más de 43.000 nuevos satélites en los próximos diez años. En el ecosistema actual, el concepto de soberanía ya no se aplica a los sistemas propiedad de los gobiernos, sino también a la capacidad de los países para garantizar el acceso al espacio, al control de datos y de los servicios críticos, y a la protección de la infraestructura espacial. Resulta cada vez más evidente que el espacio es el next warfighting domain.
