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El valor del mejor chocolate

Los adultos también innovan, y a veces lo hacen en el placer. O quizá sea justo al revés: innovamos en placer porque somos adultos. Porque sabemos apreciar lo que evoluciona sin perder su alma. Ese es, desde hace casi siglo y medio, el territorio natural de Chocolates Valor: un lugar donde la tradición no se conserva como un objeto frágil, sino que se impulsa hacia adelante, igual que una tableta que se quiebra para revelar nuevos matices. Y es que, en ese gesto de avanzar sin estridencias, reside una actitud profundamente humana. Los adultos no buscan un fogonazo pasajero, sino una emoción que tiene raíces; un disfrute que dialoga con la memoria y mira, al mismo tiempo, hacia la promesa de lo venidero. Valor ha sabido cultivar precisamente eso: una forma de placer que crece con nosotros.

En Villajoyosa, nació la forma Valor de entender el chocolate, en 1881. Una forma guiada por un principio sencillo: lo que se ama, se cuida; y lo que se cuida, se transforma. La compañía ha mantenido intacta su alma artesana, pero nunca inmóvil.

Rompiendo esquemas

Su historia es la de un o cio que respira y se adapta, que crece sin perder su esencia. Esa devoción por controlar cada paso del proceso –desde el haba hasta la última fase del atemperado– ha permitido que cada tableta conserve un carácter reconocible, una especie de  rma invisible que el consumidor percibe, aunque no siempre pueda describir. Esa mirada los llevó a rede nir el universo de los altos porcentajes, un territorio que ellos dotaron de matices nuevos cuando aún era una frontera rígida y poco explorada. Supieron llevar la intensidad del cacao más lejos, pero también más hondo: la acompañaron de almendras enteras, avellanas crujientes, destellos de naranja, abriendo un mapa sensorial que convirtió lo puro en sorprendente.

Gracias a esa manera de avanzar, el alto porcentaje dejó de ser refugio de puristas y se transformó en una experiencia deseada y plural. Y cuando parecía que el terreno estaba completo, Valor volvió a dar un paso que cambió otra costumbre cotidiana: los cacaos solubles de altos porcentajes. Una categoría que no existía hasta que ellos la imaginaron. Con el primer Cacao Negro 70% y el Cacao 100% natural –sin aditivos, sin gluten, sin edulcorantes– llevaron la intensidad al desayuno, demostrando que lo extraordinario también puede ser para todos los días.

Hoy, esa forma de evolucionar la ha convertido en la segunda marca de tabletas más consumida en España y en la referencia indiscutible en altos porcentajes y frutos secos. Más de 20.000 toneladas de chocolate nacen cada año bajo un mismo impulso: crecer desde la autenticidad.

Saborear el tiempo

La transformación de Valor también respira en sus campañas. Con “El placer de ser adulto”, la marca conquistó un territorio emocional que celebra lo que el tiempo nos regala: criterio, serenidad, libertad para elegir sin prisa. En un mundo obsesionado con la eterna juventud, Valor defendió algo distinto: el placer de ser quienes somos. Sus spots, convertidos en pequeñas piezas cinematográficas, han hecho de esa idea una identidad reconocible. La historia de Valor es la de un placer que ha sabido madurar sin perder su esencia.

Desde sus orígenes, la marca ha crecido junto a quienes disfrutan del cacao, transformando cada generación en una nueva forma de sentir el placer. La incorporación de HUESITOS y Tokke amplió ese vínculo, acercando el sabor de siempre a nuevas miradas sin romper el lazo con el pasado.

Esa convivencia entre legado y mirada amplia ha construido una empresa que no sólo perdura, sino que se renueva sin romperse

Hoy, El placer de ser adulto es un guiño a aquel Placer Adulto con el que todo empezó: la misma pasión, el mismo respeto por el cacao y por las personas que lo hacen posible. Porque ellas son, también, el ingrediente esencial de cada receta.

Desde Villajoyosa, ese precioso municipio costero al sur de Alicante, famoso por sus coloridas casas, sigue latiendo el corazón de Chocolates Valor, la marca chocolatera española más querida e internacional. Esa convivencia entre legado y mirada amplia ha construido una empresa que no sólo perdura, sino que se renueva sin romperse, como una receta que se mejora con el tiempo sin alterar lo que la hacía especial.

En Villajoyosa, al amanecer, las calles siguen oliendo a cacao recién tostado. Y en ese aroma late una promesa: seguir evolucionando con la madurez de quienes saben que crecer no es abandonar lo que fuimos, sino perfeccionarlo.

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