Opinión Javier Ortega Figueiral

Airbus arregla en un fin de semana lo que Boeing no ha solucionado en seis años

Un Airbus A320 neo de Vueling en el aeropuerto de Barcelona. El sábado por la mañana esta compañía hizo sus deberes y siguió operando con normalidad. (IAG)

Si ustedes siguen esta columna semanal (que espero que sigan y se lo agradezco profundamente), recordarán que hace apenas un mes celebrábamos aquí un hito histórico que pasó casi desapercibido entre tanto ruido: el A320 había superado al B737 como el avión de pasajeros más fabricado de la historia.

Aunque Boeing lanzó su 737 original veinte años antes, un consorcio europeo al que en su día se miraba con condescendencia desde Estados Unidos ha conseguido no solo alcanzarlo, sino adelantarlo en 2025. Orgullo europeo.

Pues bien, la vida a veces escribe los mejores epílogos. Justo cuando todavía se saboreaba desde este lado del Atlántico esa victoria simbólica, una tormenta solar de las más intensas del ciclo actual decidió poner a prueba al nuevo rey del aire.

El pasado 30 de octubre, durante un vuelo de Jetblue de Nueva York a Tampa y sin previo aviso, el morro de un A320 de la compañía estadounidense bajó bruscamente unos segundos con el piloto automático conectado. Los pilotos recuperaron el control de inmediato y el avión aterrizó sin más daño que quince pasajeros y tripulantes con golpes y contusiones. La causa: un fallo en el software L104 del ordenador de control de alerones y profundidad (ELAC).

Un bug que, en teoría, podía repetirse en miles de A320 en todo el mundo. El avión más fiable del planeta, de repente, necesitaba una actualización urgente. Y por volumen, lo que podría haber sido un desastre histórico duró lo que un suspiro.

El constructor identificó el problema, desarrolló el parche, lo certificó junto a EASA y FAA y lo distribuyó. El viernes 28 de noviembre Airbus envió la alerta técnica AOT A27N022-25 y la agencia europea EASA emitió una directiva de emergencia que entraba en vigor la noche del sábado a las 23:59. El mensaje era tajante: ningún A320 con la versión L104 podía volver a despegar con pasajeros hasta tener instalado el software corregido o, en su defecto, la versión anterior probada.

El problema afectó a los aviones de la familia 320 de Airbus. Las aerolíneas de Kuwait también operan este modelo. (KAL)

Solución a toda velocidad

Las aerolíneas lo instalaron en tierra, muchas veces entre el desembarque de un vuelo y el embarque del siguiente. En menos de 72 horas, más del 95 % de la flota mundial volvía a estar en servicio. En España ni siquiera notamos nada en Madrid-Barajas, A Coruña-Alvedro o Bilbao-Loiu. Punto final.

Comparemos, porque comparar es justo. Mientras Airbus resolvía en un fin de semana un problema que afectaba a más aviones que los que Boeing ha entregado en los últimos cinco años, el 737 MAX sigue en 2025 con producción capada por la FAA, inspecciones adicionales, puertas que se desprenden en vuelo y una reputación que aún sangra por los 346 muertos de los accidentes de Indonesia en 2018 y Etiopía en 2019. Esa es la diferencia entre una cultura que diseña para la seguridad y otra que diseñó para ganar cuota de mercado a toda costa.

Bravo y gracias

Aquí quiero detenerme especialmente en quienes hicieron posible el milagro silencioso: los departamentos técnicos de las aerolíneas. Trabajaron turno tras turno sin hacer ruido y fueron los que aplicaron la actualización en tiempo récord, revisaron sistemas, probaron y devolvieron los aviones al cielo con la misma profesionalidad de siempre. No salieron en televisión, no tuitearon su hazaña, aunque gracias a ellos miles de pasajeros volaron y llegaron a su destino sin más novedad.

Un TMA o Técnico de Mantenimiento de Aeronaves de Iberia Maintenance. Estos profesionales han sido los grandes (y discretos) protagonistas del fin de semana aeronáutico. (IBE)

Bravo, Airbus. Felicidades a EasyJet, a Air France, a Lufthansa, a Air France… y me gustaría expresarlo muy especialmente a los ingenieros, TMAs y demás personal de mantenimiento de Vueling, Iberia, Volotea y a todos los operadores españoles que, una vez más, demostraron que cuando Europa confía en sus profesionales, el resultado es imbatible. En un continente que a veces se empeña en dudar de sí mismo, la familia A320 nos acaba de recordar una verdad sencilla y poderosa: todavía sabemos hacer las cosas que vuelan alto y llegan a tiempo.

Y eso, queridos lectores, no es poca cosa.