Opinión Carla Mouriño

También soy argentina

Sifones del Mercado de las Pulgas.

Apenas pongo un pie en el aeropuerto de Ezeiza y me subo a un taxi saludo con un hola y me responden de qué parte de España soy. Cuando piso Argentina soy una gallega más, me identifican al vuelo. Sí, ya séeee, contesto yo. Si en España digo que me siento parte argentina no me acaban de creer. Está bien. No quiero pretender que el resto me entienda. La primera vez que pisé Buenos Aires tenía cuatro años de edad y el siglo todavía era otro, yo todavía era otra. Mi padre es porteño y mis raíces son parte de lo que soy y me conforman, me conforman de una forma que ahora me enorgullece. 

Vengo todas las primaveras a esta ciudad en la que me recibe mi prima Micaela y mis amigos Lucila, Tomás y Juan. Me reciben como si volviese a casa, como si me hubiesen estado meses esperando para volver a hacer lo que nos gusta, para seguir haciendo muchas veces nada –¿hay mayor éxito que sentir que alguien te espera al otro lado, año tras año?–.

En noviembre las jacarandás estallan por toda la ciudad y la Avenida del Libertador se transforma en una pasarela de flores púrpuras, azul cielo y verde. Las veredas se llenan de ávidos de sol, conversación profunda y vermú con soda. Y yo leo en los bancos de la Plaza de Vicente López, como fugazzeta en el Bar Roma(después de ir a la Bomba de Tiempo) o en El Cuartito. En ambos lugares pido flan mixto de postre, mi verdadera adicción. En Legado Bar desafinamos cantando cualquier noche, en Varela Varelita me paso la tarde escribiendo mientras espío a los señores de al lado, en Oli devoro su medialuna prensada de jamón y queso. En gentexgentesueño si algún día me atreveré a recitar en público y compro más libros de los que puedo leer en Eterna Cadencia y en Borges 1975.

También escucho compulsivamente a Charly García, Soda Stereo, Fito Paez, o a Babasónicos como si me cantasen a mí. Él Mató a un Policía Motorizado canta ‘perdón si estoy de nuevo acá, pensé que habías preguntado por mí’ y yo siempre la escucho al llegar porque vuelvo de forma inevitable y vuelvo siempre inundada por una sensación embriagadora de posibilidad. 

Hace tres años escribí esto que nunca publiqué:

Repaso estas líneas en cualquier esquina entre Las Heras y Santa Fe mientras siento que recorrer Buenos Aires es como pasear por la playa en dónde me crié. Tengo la impune sensación de estar en el lugar en el que soy, en el lugar al que pertenezco. Simone Weil decía que una raíz es aquello que ata al ser humano a “su participación natural en la existencia de una colectividad que conserva ciertos tesoros del pasado y ciertos presentimientos del futuro”.

(…)

Paseo por las calles porteñas como quién conserva tesoros del pasado y me asalta la incierta certeza de pertenecer a lugares casi místicos, desde luego voraces. Lugares que no suelen destacar en las métricas absurdas que rigen el mundo pero en los que hay una tendencia religiosa a disfrutar del tiempo como si supiéramos que se acaba. Esa es mi única métrica. Ese es mi presentimiento del futuro.

Pensé toda mi vida que lo que me pasaba es que no era del todo de ningún lugar y lo que pasaba es que soy de dos. Y que me perdonen los puristas, porque a mí me encanta ser también de acá

En mis peores momentos recurro a Maradona en ruedas de prensa y recuerdo lo de remarla en dulce de leche porque a veces no, a veces no sale, y otras, cuando salga, podremos reírnos de todos los que pensaron que no. Me asola la nostalgia, la pasada y la futura, todas, y las escribo y las recito porque sentirlas sólo es indicador de que habita en mí una belleza fugaz e inatrapable, efímeracomo los cielos magnéticos de Buenos Aires. Me sé compuesta por retazos de lo que fueron otros y por eso también dejó de asustarme lo que parecía imposible —ser de dos lugares, amar por duplicado— y a cambio me brota un atrevimiento y un deseo de intentar cualquier cosa. Y es por eso que en tantas ocasiones me siento como aquel 18 de diciembre de 2022 con un gol en contra, y me digo: por qué no, podríamos ser campeones del mundo.

Y me la creo y salgo a jugar.