Luis Ramírez está predestinado a expandir su nombre alrededor del mundo. Su visión le han colocado entre los jóvenes con más proyección de Venezuela. Y Calle dos ojos, es un claro ejemplo. Esta tienda multimarca se ha posicionado como un must de Caracas, pero detrás de sí hay un PR y Buyer, Ramirez, con mucho que decir. ¿Qué visión guarda de la moda este joven emprendedor venezolano? ¿Cuáles son las claves que han llevado a esta marca a trabajar con emblemas como Coperni o Casablanca? Las respuestas, en Forbes.
Desde aquel primer New York Fashion Week en 2012 hasta hoy, ¿cómo ha evolucionado su forma de entender la moda y el papel que cumple dentro de la cultura?
Gracias a esa experiencia descubrí mi pasión por conectar personas, marcas e ideas. Entendí que mi camino estaba en las relaciones públicas y en construir historias alrededor de la moda. Con el tiempo, aprendí que no se trata solo de estética, sino de comunicación, identidad y cultura. La moda es una forma de expresión y conexión que refleja cómo vivimos y quiénes somos.
Ha vivido tanto fuera como dentro de Venezuela. ¿Qué aprendizajes le dejó esa experiencia internacional que luego decidió aplicar en su país de origen?
Vivir la moda desde Europa fue una experiencia clave. Me permitió entender cómo funciona la industria desde adentro y aprender que la moda es un universo muy amplio, que cada persona la vive y la interpreta de forma distinta. Esa diversidad es lo que la hace tan interesante y me motivó a regresar a Venezuela para aportar una visión más global y contemporánea a nuestro mercado.
Calle Dos Ojos nació en 2022 y rápidamente se convirtió en un referente del retail contemporáneo. ¿Qué vacío vino a llenar en la escena venezolana?
Calle Dos Ojos nació como un proyecto cercano y auténtico, sin grandes pretensiones, pero con una visión clara: ofrecer algo diferente al mercado local. En un contexto donde ya existían algunas propuestas, quisimos crear un espacio donde las personas pudieran descubrir nuevas marcas y tendencias internacionales, muchas de ellas desconocidas hasta entonces en el país. Creo que esa mezcla entre novedad, curaduría y honestidad fue lo que marcó una nueva pauta en la escena venezolana.
Traer marcas como Casablanca, Coperni o Courrèges a Venezuela fue un movimiento audaz. ¿Cómo se logra convencer a estas firmas europeas de apostar por un país fuera del radar tradicional del lujo?
Todo comenzó con la construcción de relaciones personales y profesionales a lo largo de los años. Las marcas vieron un proyecto serio, coherente y con una propuesta estética sólida. Al mostrarles que existía un público informado, exigente y con gusto por la moda internacional, comprendieron que Venezuela podía ser una ventana interesante hacia Latinoamérica. Más que convencer, se trató de generar confianza y demostrar que aquí también hay visión y capacidad de ejecución.
Pertenece a una oleada de jóvenes creativos venezolanos con mucho que aportar. ¿Qué líneas maestras son las que caracterizan sus ideas?
Pertenezco a una generación que cree en el potencial de Venezuela y en la importancia de mantenernos al día con las tendencias y experiencias globales. Mis ideas parten de esa convicción: crear proyectos que conecten lo local con lo internacional y demuestren que desde aquí también podemos innovar, inspirar y formar parte de la conversación global.
En un contexto tan desafiante como el venezolano, ¿qué significa para usted hablar de lujo?
Para mí, hablar de lujo en Venezuela es hablar de experiencias. Más que una cuestión material, se trata del deseo de vivir algo diferente, de conectar con la belleza y el detalle. Existe una generación que valora el diseño, la arquitectura y la moda como formas de disfrutar y aspirar a más. El lujo aquí no es solo comprar, es sentirse parte de un universo que inspira y eleva.
Le hemos escuchado mencionar planes de expansión hacia la hostelería y la experiencia lifestyle. ¿Qué tipo de diálogo imagina entre la moda y la gastronomía en esta nueva etapa?
Actualmente estoy trabajando en varios proyectos para traer al país marcas de reconocidos grupos de restaurantes. Creo que Venezuela y su gente merecen contar con espacios de nivel internacional, como los que existen en Colombia, Brasil o México.
También formo parte del opening de un beach club en la isla de Margarita, un nuevo concepto donde la moda y la gastronomía se unen para crear una experiencia de disfrute y sofisticación.
Después de más de una década conectando personas, marcas e ideas, ¿qué le sigue moviendo hoy? ¿Cuál diría que es la esencia de su visión para el futuro del lujo en la región?
Hoy me mueve seguir construyendo puentes entre Latinoamérica y Europa. Mi misión es seguir trayendo marcas internacionales a nuestra región, pero también llevar el talento local al exterior, dándole visibilidad y el espacio que merece. Creo que el lujo del futuro se construye desde el intercambio: mostrar lo mejor de afuera, pero también proyectar lo mejor de lo nuestro. Desde Venezuela, quiero demostrar que tenemos la creatividad, la visión y la fuerza para ser parte del diálogo global del lujo. Mi objetivo es que nuestra región no solo consuma tendencias, sino que también las inspire.

