El primer año de Donald Trump 2.0 nos deja sin palabras por la cantidad de acontecimientos que el presidente estadounidense ha arrastrado consigo. Sin duda, es un personaje que deja boquiabiertos a sus adversarios políticos, por su capacidad para reinventarse ante los reveses políticos y por su fuerza para cambiar el panorama mundial en una simple rueda de prensa. El enfrentamiento con China, los ataques a la OMS, el nuevo enfoque hacia la OTAN, las ayudas a Ucrania y luego la rueda de prensa con el presidente Zelensy en el Despacho Oval, el controvertido apoyo a Netanyahu y las ideas sobre el futuro de Gaza, los aranceles y la mirada del mundo fija en las conferencias del presidente.
En estos doce meses, su gobierno ha redefinido las relaciones internacionales, ha tensionado la economía global con nuevos aranceles y ha convertido la política doméstica en un escenario permanente de confrontación.
La política exterior del trato: Zelensky, Oriente Medio y la lógica del beneficio
El episodio más revelador ocurrió en febrero de 2025, cuando Trump recibió en el Despacho Oval al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky. Aquella reunión, que debía sellar un acuerdo de cooperación minera, terminó en una rueda de prensa tensa y casi teatral. Trump, fiel a su estilo, reclamó públicamente “más gratitud” de Kiev; Zelensky, con gesto duro, respondió que “la gratitud no detiene los misiles”. Tras los ataques al estilo del presidente ucraniano y la recomendación de «vestirse» más elegante. En Oriente Medio, por ejemplo, el presidente ha impulsado acuerdos económicos directos con Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, mientras propone que USA asuma un papel administrativo sobre Gaza tras un eventual alto el fuego.
Las críticas no lo detienen, al contrario, vive de este torbellino político hecho de frases fuertes y duras; incluso en sus tropiezos, que no son pocos, consigue vivir de este fenómeno político por el que logra mantenerse en equilibrio en el ojo del huracán.
El viejo lenguaje de la diplomacia ha sido sustituido por el de los negocios. En el tablero internacional, Trump actúa más como negociador de contratos que como arquitecto de alianzas.
El arancel como arma
Si todo el mundo puede depender de sus decisiones, ¿por qué no hacerlo? Así, los aranceles se han convertido en su arma política más poderosa. Sin duda, en ocasiones ha perdido credibilidad por la volubilidad con la que imponía y retiraba aranceles a sus adversarios políticos. Estados Unidos cobrará exactamente lo mismo que le cobren. En la práctica, esto ha golpeado a socios tradicionales como Canadá, Alemania y Corea del Sur, provocando turbulencias en los mercados y advertencias de organismos financieros internacionales.
El mandatario defiende la medida como un acto de soberanía económica. “Durante demasiado tiempo, el mundo se ha aprovechado de nosotros”, repite en mítines y conferencias. Sin embargo, la estrategia ha reavivado el fantasma de la recesión: la inflación se mantiene alta, las exportaciones agrícolas se han frenado y el consumo interno muestra síntomas de fatiga. Todo lo habríamos esperado de Trump, excepto que estuviera tan ausente en política interna y tan presente en asuntos exteriores.
La guerra fría con Elon Musk
Pocos enfrentamientos simbolizan mejor este nuevo ciclo que el choque entre Trump y Elon Musk. El empresario, convertido en uno de los hombres más influyentes del planeta, había sido invitado al inicio del mandato a colaborar en la llamada Department of Government Efficiency (DOGE), una agencia destinada a recortar gasto federal.
Pero la alianza se deterioró rápidamente. Musk, crítico con los aranceles y preocupado por sus efectos en Tesla y SpaceX, alertó públicamente de una recesión “fabricada por la política”. Trump respondió con un mensaje seco en Truth Social: “Elon debería concentrarse en hacer coches que funcionen”. Desde entonces, su relación se ha vuelto una guerra de declaraciones. Mientras Musk aboga por un gobierno tecnocrático y desregulado, Trump insiste en un Estado fuerte, nacionalista y guiado por su liderazgo personal. Paradójicamente, ambos representan el mismo impulso: el del individuo que desafía las estructuras tradicionales del poder.
El negocio del poder
El regreso de Trump también ha coincidido con un notable incremento de su fortuna personal. Su patrimonio superó los cinco mil millones de dólares en 2025, impulsado por la subida en bolsa de su empresa de medios, Trump Media & Technology Group, y por inversiones en activos digitales.
Esta dualidad presidente/empresario ha reavivado el debate sobre conflictos de interés. La frontera entre sus decisiones políticas y sus beneficios privados es cada vez más difusa. Para sus críticos, Trump está monetizando la presidencia; para sus seguidores, simplemente demuestra que “sabe ganar”.
Lo cierto es que el magnate-presidente ha logrado convertir su figura en una marca rentable, incluso en medio de controversias judiciales, tensiones diplomáticas y protestas internas. Estados Unidos le sirve más a Trump que Trump a Estados Unidos.
Tras este primer año de mandato, la sensación es que el país sale cada vez más polarizado y lleno de problemas, mientras que, por el contrario, la figura hegemónica de Trump parece haberse reforzado con aranceles, ruedas de prensa, declaraciones controvertidas y reuniones con otros jefes de Estado.
Doce meses después de asumir nuevamente el poder, Trump sigue siendo el epicentro del debate estadounidense.
Trump encarna la figura más popular de un político en la actualidad. Amado u odiado, carismático pero inestable, mezcla populismo, nacionalismo feroz, rasgos autoritarios preocupantes y bromas siempre listas para desactivar una situación que estaría a punto de estallar.
La historia parece no repetirse dos veces con él, si antes parecía una presidencia dramática, hoy parece una obra de teatro.
