Para unos, este sevillano es simplemente un actor tirando a gracioso, pero para otros, es mucho más: director, productor, guionista, emprendedor y detector de talento, entre otras muchas cosas, es un tipo capaz de darle la vuelta a la industria audiovisual y seguir haciendo lo que le da la gana. Para Paco León, la libertad es su mejor triunfo. Éstas son algunas de las claves de su éxito.
En Madrid cae una fina lluvia mientras Paco León (Sevilla, 1974) apura un café. Acaba de llegar de la peluquería, donde le han suavizado el decolorado que requería uno de sus últimos personajes y lamenta el mal estado del pelo que le dejó ese ‘amarillo pollo’. Pero no es una queja, y menos en los tiempos que corren. Porque en este annus horribilis para muchos artistas, él ha rodado cinco películas en pandemia – “soy un experto en protocolos Covid-19” , bromea–. Entre ellas, la versión cinematográfica de La casa de las flores; la miniserie para Telecinco Besos al aire, y en enero, la nueva cinta de Félix Viscarret. Pero la última, rodada en Hungría y Croacia, es su primera incursión en una producción hollywoodiense y en inglés, idioma que dice que no habla. Eso no ha sido impedimento ni para su papel de villano ni para que haya hecho buenas migas con sus compañeros de reparto, como Nicolas Cage o Pedro Pascal. En la película The Unbearable Weight of Massive Talent, de Tom Gormican, Cage se interpreta a sí mismo, pero en la década de los noventa y hasta arriba de problemas. Y esto le ha dado pie a Paco a meterse bastante con él. “Yo le llamaba Nick fucking Cage y al tío le hacía gracia”.
Lo de hacer gracia, reconoce, tal vez sea un sambenito que le acompaña desde sus inicios. Porque la tiene, pero también por sus primeros trabajos, desde sus inolvidables parodias de Homo Zapping a su personaje más longevo en televisión, “el Luisma” de la serie Aída. Pero Paco León es mucho más que el tipo que se mete en la piel de unos personajes. “Yo soy un actor de provincias, donde no existe esa cosa madrileña de ‘a ver si me llama Almodóvar’, porque no te va a llamar. En Sevilla, si eres actor y quieres hacer algo, lo haces”.
Ese ímpetu emprendedor le llevó hace ocho años a dar un giro a su carrera, gracias a la película Carmina o revienta, una cinta personal, provocadora y única en la que no sólo presentó al mundo a su madre, Carmina Barrios, sino que le quitó muchos corsés a la industria audiovisual española. Hoy nos parece normal ver una película en casa mientras está en cartelera, pero en 2012 hacer un estreno multiplataforma era un desafío para exhibidores y distribuidores. Y la jugada le salió bien.
El actor, formado en el Centro Andaluz de Teatro, reconoce que en la escuela se fomentaba mucho la autogestión, de modo que estaba familiarizado con llevar a cabo sus propios proyectos. Un día, sin embargo, le llegó lo que él llama “el accidente de la fama”, fruto de sus trabajos en televisión. “Yo intenté controlar esa especie de ola –recuerda–, ese caballo que a veces se desboca, a veces conviene coger bien las riendas y llevarlo donde tú quieres y no dónde te lleva. Porque la fama a veces te lleva a unos sitios donde no quieres estar o te conviertes en otra cosa… Así que decidí utilizar eso para mí”. Y se puso manos a la obra.
“Cuando estaba haciendo Aída, que estaba muy cómodo y cobrando bien, es cuando me meto en esa camisa de once varas que es hacer esa película sobre mi madre. Dirigida por mí, con mis ahorros, dos cámaras de fotos y muy poca vergüenza. Con 20 páginas de guion, en once días hicimos una cosa que no se sabía si era un vídeo familiar caro o una película muy barata. Y resultó ser una película muy barata”, concede.
David contra Goliat
Anticipamos, para quien no lo sepa, que aquel experimento cinematográfico le sacó los colores a una industria que acabó dándole la razón. Porque su empeño no era sólo darse a conocer como director, sino cambiar algunos criterios inamovibles de la industria cinematográfica española: es decir, estrenar a la vez en las salas e internet y vender copias en DVD. Y esto que hoy sonaría a chufla, en 2012 fue una lucha de David contra Goliat plagada de obstáculos, unos detrás de otros, que él mismo relata así.
“Con esta película empecé a conocer el mundo del cine desde dentro. Y con esa osadía que te da la ignorancia, empecé a hacer preguntas: ‘Y ahora, ¿qué hay que hacer para que la gente lo vea?’. Pues tienes que tener una distribuidora. Y yo, ‘¿y eso qué es? ¿quiénes son?’. Pues son ésta y la otra… Y yo, ‘venga, vamos a hablar con ellos”. Sin embargo, las distribuidoras, al ver esa película tan singular, declinaban su interés en proyectarla en las salas. Todas le dijeron que no. “Pero la llevamos al Festival de Málaga y ganó tres premios, incluido el Mejor Actriz para mi madre. Y a raíz de aquello, los mismos que antes habían dicho que no, se interesaron”.
Hasta ahí, todo previsible. Sin embargo, las condiciones que proponían a Paco le ponían los pelos de punta: “Por ejemplo, decían que necesitaban 300.000 euros para hacer promoción… de una película ¡que había costado 30.000! Y, claro, aquello me parecía una ruina de modelo de negocio. Pero todo el mundo insistía: ‘Es así. El cine en España es así, es una ruina“.
León, lejos de rendirse, se puso a investigar. En España empezaban a surgir las primeras plataformas de video-on-demand, “en un momento en que nadie daba un duro por ello… ¿pagar por ver contenido online? Imagínate, la piratería estaba muy arriba y las salas se protegían. Y acababa de llegar una cosa que se llamaba Netflix, pero que sólo tenían cuatro pijos”. La industria del cine se blindaba en manos de distribuidores y exhibidores y ya existía un orden establecido. Cuestionarlo era impensable.
“Aun hoy estamos compitiendo con Wonder Woman, que tiene previsto hacer un billón de dólares de taquilla… y esto no se cambia tan fácilmente”, incide Paco, que rememora cómo fue averiguando todas las posibilidades que había por descubrir. “Conocí a Juan Carlos Tous, de Filmin, que me ayudó a entender un poco el negocio de las plataformas. Y se me ocurrió, ¿y por qué no lo hacemos todo a la vez? La gente tiene derecho a decidir dónde la quiere ver, si en el cine o en casa“. Por eso, dice, hizo su propio estudio de mercado: “Fue muy instantáneo y súper eficaz. Un domingo, en Twitter hice una pregunta simple: ¿Pagarías 1,90 euros por ver Carmina o revienta online? En una hora llegaron más de mil respuestas diciendo que sí, y con las respuestas más variopintas que te puedes imaginar, desde el de Almería que tiene el cine muy lejos a la madre de cinco hijos que no tiene tiempo de nada o el señor que vive en Veracruz… Lo vi claro. Y dije, lo vamos a hacer”.
En ese punto, a Paco le advirtieron de que hacer un estreno multiplataforma era incompatible legalmente si había recibido alguna de las ayudas al cine del Instituto de Cinematografía y Artes Audiovisuales (ICAA), debía cumplir unos plazos para “¡Pero yo no tenía subvención alguna! Así que me empeciné en hacerlo –continúa el director–, pese a que ahí había casi un boicot de los exhibidores, que por supuesto veían amenazado ese modelo de negocio. En fin, hubo cosas feas por parte de algunos y un montón de dudas”. Lo consiguió, y con éxito. Aunque una satisfacción extra, confiesa, fue que el “experimento” funcionara: “No sólo para mí, sino para todos”.
Paco León, amén de productor, director, guionista o actor, también es el responsable de todas y cada una de las campañas de comunicación que lleva a cabo con sus proyectos. También en esto anticipaba otra forma de llevar a cabo su propio marketing: “Cuando ves algo que te pone cachondo, lo quieres ver ya, no dentro de tres meses”, dice haciendo alusión a esos calendarios marcados por las majors. Y sustituyendo la falta de dinero con ingenio y una motivación extra: “el espíritu de experimentar”, reconoce. “Todo era muy emocionante, pero yo no tenía dinero, así que buscamos la manera de que se hablara, generando interés. Con mi amiga y productora Sandra Hermida, aprendimos mucho de comunicación. El resultado no pudo ser mejor. Ese año se estrenó en cines Lo imposible y se gastaron un millón de euros en comunicación, pero los impactos de Carmina o revienta y Lo imposible fueron los mismos”.
Aquella experiencia que le sirvió para conocer las tripas de la industria también cambió algo más en su vida: “Pasé de ser ese actor que pregunta ‘dónde me pongo’ a decir pues ya te voy a decir yo dónde”, resume.
El talento y el talante
En estos días, Paco también ha estrenado uno de sus últimos trabajos como realizador de videoclips. Lo que te falta, de Soleá Morente, es su segunda incursión en la música. Antes lo hizo Ojos de serpiente de la jovencísima Dora Postigo, hija de la modelo y actriz Bimba Bosé, para quien ya cuenta en la que será su próxima película. De esta aún no anticipa mucho porque está en fase de escritura, pero por si acaso, se adelanta: “Yo procuro no responsabilizarme de las expectativas que tengan sobre mí los otros, sino mantener esta cosa experimental que me mueve”, confiesa.
Otra cosa que mueve a León, más que el dinero o la fama, es la curiosidad: “Yo tengo mucho miedo, no creas, pero tengo más ilusión que miedo, y una cosa gana a la otra. Ya sé que es un tópico, pero es cierto que cuando sales de tu zona de confort y encuentras cosas nuevas, te fortalece. Hay una frase que me encanta de mi amiga Ajo, micropoetisa, que dice que hay mucho miedo para tan poco peligro”.
El miedo es una trampa, y aquí vuelven los malos tiempos. Paco prefiere ver el vaso medio lleno: “Creo que es un buen momento para replantearse cosas. Ahora que hay tanto revuelo, donde conviven modelos de siempre con otros nuevos, es un momento emocionante para probar cosas. Yo creo en el riesgo con medida. Hay que valorar bien qué es lo que tienes que perder realmente… porque a veces no tienes tanto que perder. Bueno, y que no te importe”.
En su caso, al echar la vista atrás, no se arrepiente ni de un solo fracaso. “Ha habido cosas que han tenido muy poca repercusión, fracasos profesionales, cosas en las que has trabajado mucho y no han llegado a lo que tú querías”.
En la conversación sale a colación una serie que dirigió y protagonizó hace años y pasó sin mucha gloria: Ácaros, un remedo de La Bola de cristal. “Lo pasamos muy bien y fatal. Vale, fue una mierda, pero si no hubiera hecho aquello, tampoco habría hecho Arde Madrid, porque así aprendí cómo se hacía una serie. Porque, más allá del resultado, el objetivo es la experiencia, y si no lo intentas no la tienes. Yo lo que no quiero es que la edad o la carrera me acobarde, que me venza esa cosa de temer perder lo que tienes”. Su resiliencia profesional va mucho más allá: “En realidad a mí me tranquiliza mucho pensar que lo puedo perder todo. Es decir, me veo capaz de empezar de cero, porque sé que los recursos los tengo en mí, que yo soy mi principal activo. Me encanta lo que hago, pero también podría dedicarme otra cosa: podría desde diseñar muebles a vender calzoncillos”, remata.
“A mí siempre me ha dado mucha envidia la gente que hace lo que le da la gana”, confiesa para acabar. Y pone como ejemplo de inspiración a Lola Flores, a Courtney Love o… a su madre. “Mi madre es muy inspiradora porque es muy libre y muy tolerante. Y creo que el verdadero éxito es ser libre“. Con esa máxima, le preguntamos si se le ocurre algún otro consejo para conseguirlo. Y lo resume muy brevemente: “No tengas miedo de experimentar cosas. Tómatelo como un juego y diviértete. Merece la pena”.