Opinión Javier Ortega Figueiral

Andorra ya vuela alto

El logo de la entidad pública responsable de la promoción y gestión del turismo en Andorra en un ATR de Air Nostrum, el aparato más grande que opera en Andorra-La Seu.(JOF)

En Andorra aún se recuerda con cariño el Forbes Andorra Economic Summit celebrado en abril de este año. Varias personas me lo comentaron la semana pasada en su capital, Andorra La Vella. Estuve dos días en el Principado por un motivo interesante: moderar un debate sobre el desarrollo del transporte aéreo en el país.

Es interesante matizar lo de “desarrollo”, puesto que no hablamos de “arranque”. La aviación en el pequeño principado de los Pirineos ya está consolidada gracias a la cooperación de tres administraciones: la catalana, la española y la andorrana, además del empuje del empresariado local. De hecho, fue la EFA (Empresa Familiar Andorrana) la que organizó un evento seguido con expectación y que resultó un éxito: el XXI Cicle, dedicado a la expansión del Aeropuerto de Andorra-La Seu d’Urgell.

Fue un placer moderar el debate central, una hora de diálogo fluido entre cuatro pesos pesados que dejó sobre la mesa no solo ideas, sino proyectos tangibles y plazos concretos.

Un aeropuerto que ya no es un experimento

Cuatro años después de su reapertura para vuelos regulares en diciembre de 2021, el Aeropuerto de Andorra-La Seu d’Urgell (LESU / LEU, por sus códigos OACI e IATA) ya no es un proyecto piloto. Es una instalación consolidada con 14.600 pasajeros en los nueve primeros meses de 2025 (+22 % interanual) y 7.000 operaciones anuales, cifras que superan a aeropuertos como Valladolid o Pamplona.

El plan inminente de desarrollo de Andorra-La Seu prevé usar toda la plataforma disponible por la demanda de hangares y operadores. (AdC)

Las dos rutas regulares con Air Nostrum/Iberia regional a Madrid y Palma operan con una ocupación media del 80%, alcanzando picos del 94 % en temporada alta. No es casualidad: los gestores de Aeroports de Catalunya han invertido en medios, handling especializado y en unos meses dispondrá de control aéreo completo. Por su parte, Andorra, que además participa en los gastos de explotación, ha puesto en marcha un bus gratuito que conecta el aeropuerto con el país en apenas una hora, sincronizado con cada llegada y salida. El Gobierno de Andorra, liderado por Xavier Espot y con David Forné al frente de Transportes, ha sido clave en esta madurez. Han inyectado subsidios anuales a los vuelos para garantizar su viabilidad, aunque ya no hablamos de salvavidas: es inversión en soberanía aérea.

Andorra, un país sin mar ni aeropuerto propio hasta ahora, ha pasado de depender únicamente de unas carreteras muchas veces nevadas a tener una puerta aérea que genera PIB directo.

El empresariado familiar toma el mando

Si hay un actor que ha dado alas a este desarrollo, es el empresariado andorrano, representado por la EFA. Las mayores compañías y familias de Andorra actúan como cofundadores de esta organización y representan una parte importante del PIB del Principado. La EFA no se conforma con ser pasajera: también quiere pilotar. El acto del 29 de octubre, con unos 150 asistentes en Andorra la Vella, fue un manifiesto práctico. Daniel Armengol, presidente de la EFA, y Daniel Aristot, su vicepresidente, pusieron sobre la mesa propuestas audaces: convertir La Seu en punto Schengen en seis meses, junto a Forné hablaron de aprobar una ley aeronáutica andorrana en 2026, registro de aeronaves propio y lanzar rutas directas a París, Lisboa y Milán con capital local.

“Nos gustaría tener una compañía aérea andorrana”, dijo Aristot sin rodeos. No es un sueño romántico; es estrategia para diversificar una economía donde el turismo pesa la mitad del PIB y atraer inversión corporativa, con un auge del 30 % en jets privados este año.

La EFA ha convertido la aviación en un eje clave de su agenda desde 2018, organizando foros que han pasado de diagnósticos a acción. En un país de 80.000 habitantes y 468 km², este empuje familiar demuestra que la escala no importa si hay visión compartida.

La mesa de debate del pasado 29 de octubre: de izquierda a derecha, Javier Ortega Figueiral, David Forné, Carlos Prieto, Daniel Armengol y Jordi Candela. (GdA)

España y Andorra, en la misma frecuencia

En un momento dulce para las relaciones bilaterales, con hitos como los 30 años de diplomacia en junio de 2023 y una cooperación fluida en fiscalidad y movilidad, los representantes españoles en el debate brillaron por su alineación con Andorra. Carlos Prieto, delegado del Gobierno de España en Cataluña, habló de datos, soluciones técnicas y de una “cooperación sin paternalismos”, enfatizando cómo el cielo pirenaico puede ser un activo compartido. Su tono fue de socio, no de supervisor, y se notó la sintonía con los andorranos.

Igual de clave fue Carlos Pérez-Desoy Fages, embajador de España en Andorra desde febrero de 2023. Con su experiencia consular en Cuba, Naciones Unidas, China, Jamaica o Brasil, aportó la visión diplomática: “El cielo pirenaico es compartido; hagámoslo rentable para todos”, indicó en un parlamento previo al debate.  Ambos Carlos, en perfecta armonía con Armengol y Forné, participaron en el debate con pragmatismo junto a Jordi Candela, director general de Aeroports de Catalunya, que puso el punto de vista técnico y realista, más allá de ser quien se encarga de la gestión de la instalación que desde 2020 dirige Óscar Madrid. No hubo fricciones: hubo compromisos directos, de tú a tú. En una hora, se pasó de diagnósticos a plazos, demostrando que, cuando administraciones y empresariado reman en la misma dirección, los resultados despegan.

El helipuerto que cierra el círculo

Para rematar esta consolidación, 2026 marcará otro hito: la apertura del primer helipuerto nacional en suelo andorrano, en La Caubella (La Massana). Con una inversión de 10,3 millones de euros, esta plataforma de 2,4 hectáreas no es un lujo superfluo, sino una necesidad estratégica en muchos frentes para un país que tiene “su” aeropuerto fuera de sus límites. Hoy existen diferentes helisuperficies por el país, aunque está, por peso y entidad será simbólica y 100% andorrana.

Un Bell429 de Heliand, el operador andorrano de helicópteros, en pleno vuelo sobre el Pirineo. La empresa gestionará el helipuerto nacional. (Vallnord)

Con gestores que operan con precisión, un empresariado que invierte con audacia, y vecinos como España y Cataluña remando en la misma dirección, el Principado ha convertido su antiguo aislamiento geográfico en una ventaja competitiva. En un futuro no muy lejano, la idea es que además de seguir sumando pasajeros en vuelos regulares existentes y por crear, el viajero de un jet corporativo llegue desde Zúrich o Londres, aterrice en Andorra-La Seu, pase brevemente por la terminal corporativa y, en minutos un helicóptero lo traslade a La Massana. Ese empresario suizo o británico cerrará un trato y lo celebrará en el restaurante Kökosnøt con sus socios locales. Esa es la idea: volar alto.

Ya sea en vuelos regulares o corporativos. En avión o helicóptero. Volar alto y con el apoyo de todos los actores: públicos y privados. Remando (y volando) en la misma dirección.