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El legado de Gene Hackman, a subasta: cuando la vida de un actor se convierte en colección

Lejos de ser un simple acumulador, Hackman era un auténtico amante del arte. Tras retirarse de la actuación en 2004, dedicó sus días a pintar, esculpir y escribir novelas.

Durante medio siglo fue uno de los rostros más sólidos y respetados del cine estadounidense. Dos veces ganador del Oscar, cuatro veces del Globo de Oro, protagonista de clásicos como Sin perdón o Los Tenenbaums. Pero Gene Hackman, el hombre detrás de esos personajes duros, reservados o entrañables, llevaba años lejos de los focos.
Ahora, ocho meses después de su muerte, su nombre vuelve a los titulares por una razón curiosa y algo melancólica: su vida entera se ha convertido en una subasta.

Bonhams, una de las casas de subastas más prestigiosas del mundo, ha anunciado que pondrá a la venta más de un centenar de objetos que pertenecieron al actor. El catálogo parece el inventario de un museo privado: pinturas de Kandinsky, Matisse y Rodin conviven con relojes Seiko, guiones de cine y viejas máquinas de pinball.
Los precios de salida son tan dispares como la propia colección: algunos lotes parten de solo 10 dólares, mientras que una pintura modernista de Milton Avery, Figure on the Jetty, podría alcanzar los 700.000 dólares.

Lejos de ser un simple acumulador, Hackman era un auténtico amante del arte. Tras retirarse de la actuación en 2004, dedicó sus días a pintar, esculpir y escribir novelas. En su casa de Santa Fe, Nuevo México, convivían esculturas de Rodin con bocetos suyos y retratos de su esposa, Betsy Arakawa. Bonhams lo resume bien: “su colección reflejaba el mismo rigor y curiosidad que su carrera como actor. No compraba por moda, sino por instinto”.

Más allá de los grandes nombres del arte moderno, el catálogo está lleno de piezas pequeñas que cuentan una historia más íntima: un busto de bronce de su esposa, un autorretrato pintado por él, libretos de teatro subrayados, un ejemplar de Muerte de un viajante, libros firmados por David Mamet, sus gafas de sol y hasta sus palos de golf.
Hay también material cinematográfico digno de cualquier coleccionista: guiones de Sin perdón, Bajo sospecha o Los Tenenbaums, cintas VHS, carnés del sindicato de actores y los propios Globos de Oro que ganó en 1992 y 2001, cuyo precio de salida ronda los 5.000 dólares.

Y, como si el azar quisiera subrayar la ironía, las fotografías de Henri Cartier-Bresson o Herb Ritts, que retratan a Clint Eastwood y Willem Dafoe, parten con un precio inicial de apenas 10 dólares. Lo suficiente para que cualquiera pueda llevarse a casa un pedazo diminuto de la historia del cine.

Sus últimos días

La vida de Hackman terminó tan discretamente como él la vivió. A los 95 años, el actor falleció en Nuevo México, donde llevaba décadas viviendo lejos de Hollywood. Su esposa, Betsy, murió pocos días antes que él, víctima de un virus transmitido por roedores. Cuando los encontraron, habían pasado varios días. Ambos compartían una vida tranquila, dedicada al arte, a los perros y a los cielos amplios del desierto. No tenían hijos en común, y aunque Hackman dejó tres de su primer matrimonio, ninguno figura como heredero directo de su colección. Por eso, el destino de lo recaudado sigue siendo una incógnita.

Un legado que habla

La subasta dividida en tres fases entre Nueva York y Los Ángeles, desde el 8 de noviembre hasta comienzos de diciembre, promete recaudar varios millones de dólares. Solo las trece obras principales podrían alcanzar los dos millones.
Pero más allá de la cifra, lo que intriga es el retrato que dejan estos objetos: el de un actor que, tras ganar todos los premios posibles, se refugió en el silencio, el arte y la observación. Un hombre que parecía entender que la belleza también está en las cosas cotidianas: una silla tallada a mano, una tetera japonesa, una lámpara Tiffany.

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