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El patrimonio silencioso de Amaia Montero: la empresaria que nunca abandonó La Oreja de Van Gogh

Mientras el regreso de Amaia Montero a La Oreja de Van Gogh despierta la nostalgia de toda una generación, su cartera revela algo que muchos desconocían: la cantante jamás se desvinculó económicamente del grupo.

La cantante española Amaia Montero actúa en el escenario durante el Rock in Rio Madrid 2012, celebrado el 5 de julio de 2012 en Arganda del Rey, España. (Foto de Carlos Álvarez / Redferns vía Getty Images)

A comienzos de 2024, pocos habrían apostado por ver de nuevo a Amaia Montero (Irún, 49 años) al frente de La Oreja de Van Gogh. Sin embargo, lo que parecía un sueño para sus fans se ha hecho realidad: la voz que marcó los años 2000 vuelve a compartir escenario con sus compañeros. El regreso de Amaia no ha sido solo una noticia musical, sino una declaración emocional. Celebrado por muchos y cuestionado por los más leales a Leire Martínez, el anuncio ha dividido a los seguidores de La Oreja de Van Gogh.

“Volver juntos al local de ensayo y sentir que todo sigue aquí, que el tiempo nos estaba esperando donde lo dejamos”, escribía el grupo en su comunicado. Y, efectivamente, el breve avance del nuevo tema ha confirmado lo que muchos intuían: la voz de Amaia sigue intacta y reconocible, igual que cuando llenaba estadios con canciones como «Rosas» o «Puedes contar conmigo».

Lo que tampoco ha cambiado es la capacidad de la cantante vasca para rentabilizar su talento con una estrategia empresarial discreta pero muy eficaz.

Una empresaria detrás del micrófono

Pese a su salida del grupo en 2007, para sorpresa de muchos, Amaia Montero nunca rompió su vínculo económico con la banda. La artista continúa siendo socia de La Oreja de Van Gogh S.L., la sociedad limitada a través de la cual se gestionan los derechos de autor y la facturación de esta formación donostiarra. La empresa —que reparte su capital en partes iguales del 20% entre los cinco miembros originales— cuenta con activos valorados en 2,9 millones de euros según su balance de 2022.

El objetivo social de la compañía abarca desde la creación y edición musical hasta la representación de artistas y la gestión de campañas publicitarias. En términos financieros, se trata de una estructura estable que ha permitido a todos sus socios mantener ingresos recurrentes incluso en los años sin giras ni lanzamientos. Porque, al parecer, el amor no siempre dura para siempre, pero los derechos de autor sí.

“Poquito a poco”, una sociedad de largo recorrido

En paralelo, Amaia fundó su propia empresa, Poquito a Poco S.L., con la que ha gestionado su carrera en solitario. A través de ella facturó 2,3 millones de euros en 2023, pese a haber pasado tres años alejada de los escenarios debido a problemas de salud mental de la cantante. El activo total de esta empresa asciende a 3,7 millones de euros, prueba de una gestión prudente y diversificada.

Incluso en los periodos de menor actividad, la sociedad ha mantenido beneficios modestos pero constantes. En 2019, por ejemplo, cerró el ejercicio con casi 50.000 euros de beneficio neto. La solidez de sus balances demuestra que, más allá del micrófono, Montero ha sabido dirigir su carrera como una auténtica «pyme cultural».

El ladrillo, otra de sus fuentes de estabilidad

A su perfil empresarial y artístico se suma una cartera inmobiliaria cuidadosamente construida desde finales de los 90. En 1999, recién iniciado el éxito de La Oreja de Van Gogh, Amaia adquirió un piso de 97 metros cuadrados en San Sebastián, valorado hoy en unos 400.000 euros, y un terreno deportivo de 2.666 metros con piscina, frontón y pista de tenis.

Años más tarde, con su carrera en solitario en plena ebullición, dio el salto a Madrid con la compra de un piso de 289 metros cuadrados en el barrio de Salamanca por un millón de euros. Actualmente, esa vivienda —propiedad de su empresa— podría alcanzar los tres millones de euros en el mercado.

Una artista que canta por vocación, no por necesidad

Lejos de los titulares que vinculaban su regreso al grupo a una supuesta crisis económica, los números muestras una realidad opuesta. Según ellos, Amaia Montero podría permitirse no volver jamás a un escenario. Su reencuentro con La Oreja de Van Gogh no parece responder a una urgencia financiera, sino a un deseo de cerrar el círculo desde la madurez y el cariño.

En un sector donde el éxito suele ser efímero, la cantante vasca ha demostrado que la verdadera independencia económica no se mide en focos o canciones, sino en cuentas saneadas y decisiones bien calculadas.

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