Nautik Magazine Juan Melgar

Y la furia se desató

MARISKA-D1 pasando la Isla del Aire / MARISKA-D1 passing Isla del Aire. ©Sailingshots by María Muiña

Fiel a su cita anual, Mahón, ha sido el escenario perfecto para la celebración de la XXI edición de la Copa del Rey de barcos de época que organiza el Club Marítimo de Mahón. Cada año, como si de un rito de cierre del veraneo menorquín se tratara, se reúne en el puerto más oriental de España lo más granado de la flota clásica nacional e internacional. Poco a poco, los días previos, la fibra y el carbono van dando paso al bronce y a la madera. Nadie duda que se habrá ganado en eficiencia y habitabilidad en los barcos con el paso de los años, pero las atemporales líneas de los clásicos dejan en evidencia a todo el diseño náutico contemporáneo.

Así, hemos podido admirar entre otros a los siempre fieles New York 50 de Nat Herreshoff, a los centenarios 15 metros fórmula internacional de William Fife, al majestuoso Cariad, al cuasi-centenario Gipsy, construido a la sombra de nuestro Juan Sebastián Elcano, al Livia, magníficamente recuperado por la Fundación Vela Clásica de España o al Cygnet of Mourne, uno de los primeros Swan que se construyeron. Muchos de ellos montando las grímpolas de clubes tan señeros en la vela como Royal Yacht Squadron, el Real Club Náutico de Barcelona, el Royal Thames Yacht Club o el Real Club Náutico de Palma.

Pero si habitualmente la belleza es la gran protagonista de la regata, en esta edición lo ha sido sin duda la meteorología. La primera jornada el mediterráneo se mostró hosco y tacaño; sin apenas viento, una mar revuelta y cruzada impedía a la flota avanzar bajo la aplastante calima: con la regata anulada la flota regresó a puerto recordándonos aquello tan conradiano de que el mar nunca ha sido amigo del hombre.

Pero si la primera jornada había resultado antipática, la segunda jornada, la furia se desató: con parte de la flota ya habiendo cruzado la línea de llegada, un chubasco de inusitada potencia se abalanzó traicioneramente desde tierra con la parte de la flota más rezagada ya casi embocando. Sin poder anticiparse por la rapidez del ataque y con todo el trapo arriba, la lucha de las tripulaciones fue desesperada y algunos sucumbieron dejándonos para el recuerdo la que será sin duda la imagen de esta regata: el soberbio Tuiga, un 15 metros fórmula internacional de William Fife construido en 1909 por encargo del duque de Medinaceli y ahora armado por el Yacht Club de Mónaco quedaba desarbolado. Su compañero de clase The Lady Anne, logró sobrevivir perdiendo el botalón, pero la regata se había acabado para ellos también. La arribada a Mahón siempre tiene unos ciertos tintes homéricos pero ese día más que nunca.

Las dos últimas jornadas de la regata ya se desarrollaron conforme a lo que viene siendo habitual y más tranquilos pudimos maravillarnos con la espectacularidad de las maniobras al paso de la Isla del Aire, las majestuosas empopadas o las ajustadas ceñidas buscando la línea de meta. En la clasificación final se impusieron Mariska, Spartan, Amorita, Argos y Barlovento, aunque en Mahón siempre gana la belleza. La gran victoria es sobre todo mantener tan frágil patrimonio a flote, esos tesoros de Espronceda por los que se desviven sus armadores. Muy tímidamente las instituciones marítimas españolas van tomando conciencia del valor histórico que atesoran estas embarcaciones y la siempre férrea normativa va poco a poco aflojando su puño de hierro.

Cerrada la temporada clásica española, de Menorca muchos zarparán rumbo a Francia e Italia, la temporada continúa y allí les esperan la Vele d’Epoca di Imperia, la Monaco Classic Week, las Régates Royales de Cannes, o Les Voiles de Saint-Tropez.