Opinión Javier Ortega Figueiral

Macarra lleva dos erres. Ryanair también

Un Boeing 737 de Ryanair. La aerolínea promete recortes inminentes en el mercado español para preocupación de las autoridades de algunas CCAA.

Corría enero de 2012 cuando Spanair, una aerolínea en la que muchos nos habíamos dejado hasta la salud, se desvaneció. Su cierre fue un golpe duro, no solo para quienes nos quedamos sin empleo, sino para quienes creíamos en un proyecto ambicioso. Recuerdo el dolor de ver cómo se diluía algo por lo que tanto habíamos luchado. En febrero de ese año, los empleados de Spanair en la base de Bilbao se encerraron durante días en la terminal de Loiu, exigiendo soluciones para su futuro laboral.

Al noveno día, apareció Michael O’Leary, CEO de Ryanair, para anunciar nuevos vuelos a Madrid y Barcelona desde Bilbao. Era una jugada legítima: un competidor se había esfumado y Ryanair aprovechó esa ventana en Euskadi. Pero lo que no fue legítimo, ni mucho menos elegante, fue la actitud de O’Leary. Posó frente a los trabajadores que lamentaban haber perdido su empleo, haciendo irónicamente el signo de la victoria. Vi las fotos y los vídeos de aquel momento y pensé: esto, más que de tiburón de la aviación, es de macarra aeronáutico.

Aquella escena me marcó y hoy, ante el nuevo capítulo del enfrentamiento entre Ryanair y Aena, vuelve a mi memoria con una claridad que duele. El comunicado de Maurici Lucena, presidente del gestor aeroportuario, publicado el pasado tres de septiembre, es una respuesta implacable a las tácticas de Ryanair, que, en su rueda de prensa del mismo día, pintó a España como un país “cerrado al turismo” mientras amenazaba con cerrar bases y recortar rutas en regiones como Galicia, Canarias o Aragón.

Eddie Wilson, CEO de Ryanair DAC, la mayor aerolínea del ‘holding’ Ryanair, no es tan carismático como su jefe Michael O’Leary, aunque su estilo le sigue la estela.

Mentiras al descubierto

Ryanair culpa a las “excesivas” tarifas de Aena, que subirán 0,68 euros por pasajero en 2026.  Sin embargo, como desmonta Lucena, este incremento es insignificante frente al 21% de aumento que Ryanair ha aplicado a sus billetes en el último año. Contrasta lo serio que es el funcionamiento interno de la compañía, con una eficiencia operativa admirable, frente al comportamiento chulesco y faltón de sus directivos, que distorsionan la realidad para presionar a gobiernos y operadores. En tiempos tan extraños como los actuales, donde la verdad parece negociable, no todo vale, y menos mentir con tanta claridad.

Presión y chantaje

No es solo una cuestión de actitud; Ryanair también manipula los hechos. Anunció el cierre de su base en Santiago, la suspensión de vuelos en Vigo y Tenerife Norte, el mantenimiento del cierre de Valladolid y Jerez, y recortes en Asturias, Santander, Zaragoza y Canarias, alegando que las tarifas de Aena, “monopolísticas”, hacen inviables estas rutas.

Sin embargo, Aena revela que las tarifas en aeropuertos regionales son de apenas dos euros por pasajero adicional, entre las más bajas de Europa, y que el sistema de red permite que aeropuertos pequeños sean viables sin recurrir al dinero público. Ryanair, en cambio, exige operar con tarifas cero, una propuesta que trasladaría el coste a los contribuyentes mientras sus directivos, como O’Leary, se embolsan bonos de decenas de millones de euros.

Aviones de Malta Air, Ryanair DAC y Buzz, tres de las marcas del ‘holding’ Ryanair, un grupo aéreo cada vez más grande.

Gracias a su modelo, volar es hoy más accesible, pero eso no justifica sus tácticas de presión. La aerolínea falta a la verdad al presentar la compra de aviones Boeing como “inversiones en España”, cuando apenas un 3% de su fabricación es española. También miente al inflar cifras de recortes en su rueda de prensa, que no coinciden con los slots solicitados oficialmente, según datos de Aena, mostrando recortes habituales en temporada baja.

Su estrategia es clara: amenazar con dejar en tierra a regiones ‘vulnerables’ para forzar nuevos subsidios públicos como modelo ideal. Aquel O’Leary burlándose de los trabajadores de Spanair en 2012 no es muy diferente de la Ryanair de 2025, que acusa a Aena de “antiturismo” mientras España espera 100 millones de turistas y un récord de tráfico aéreo en la temporada de invierno. Su actitud no es exclusiva de España: ha amenazado a gobiernos de Alemania, Francia, Italia y otros países con la misma táctica. Pero en un país donde el turismo y la conectividad son vitales, no se debería permitir que una sola aerolínea dicte las reglas. Creo que Aena tiene razón al no ceder al vasallaje. Las rutas suprimidas, como Valladolid-Barcelona, ya recuperada por Vueling, demuestran que el sistema no depende de Ryanair.

Un 737 en la plataforma del aeropuerto Seve Ballesteros. Santander es uno de los destinos en los que Ryanair amenaza con recortar vuelos. (Foto: Aena)

Vuelvo a 2012 y a aquella imagen de O’Leary en Loiu. Me dolió entonces y me duele ahora ver cómo Ryanair, con su doble erre de macarra, confunde maximizar beneficios con pisotear la dignidad de trabajadores y comunidades. Tras ver la maquinaria impecable de su base en Londres-Stansted, me molesta aún más más la falta de escrúpulos de sus directivos. Ryanair no es la víctima; es un depredador que usa su peso para extorsionar. España no está “cerrada al turismo”; lo que está cerrándose es el grifo del dinero público que ansía. Y eso, lejos de ser una catástrofe, es una defensa del bien común frente a la arrogancia de quien cree que el cielo se puede comprar con bravuconadas y mentiras.