Opinión Salvador Sostres

Una temporada icónica

Es posible dejar de pensar en el trabajo. Fuente: Getty

Va a empezar un curso cambiante, en que es muy probable que no pensemos igual al final que al principio, y cambiemos más de una vez de opinión y de idea, de objetivo, de ritmo. Vamos siempre al límite. Y es más divertido: es más divertido hacer negocios, y hay más posibilidades de ganar mucho dinero; son más divertidas las relaciones sociales, y nunca antes habíamos podido conocer a tanta gente, ni de tantas maneras, ni de tantos rincones del mundo; y por supuesto tenemos acceso a cosas materiales y a cultura, belleza y conocimiento de un modo mucho más inmediato, barato y total del que jamás pudieron ni siquiera soñar nuestros abuelos.

La otra cara de la moneda es que perder es también más fácil, y la soledad, y el silencio. Tenemos que acostumbrarnos a que la ficción de la estabilidad –porque siempre fue ficticia, también en la era de nuestros abuelos– ha muerto. Ha muerto como ficción y tiene que morir como concepto, como vara de medir nuestro momento.

No sería nada extraño que el presidente Trump, al que tanto hemos tratado de demonizar, lograra un acuerdo de paz para Ucrania y Rusia, y la erradicación de Hamás.

Tener razón es un cliché, el bien y el mal sirven para un debate trascendente cuando es en serio, filosófico cuando es de broma, pero no sirven de guía para la geopolítica si no quieres quedarte sin opciones antes de empezar. El dogma es un traje que estuvo de moda hace dos años.

Empieza un curso que en la metáfora futbolística se parece al Barça, agónico, brillante, sin estadio, pero que al final siempre gana. Seguramente esta temporada 25/26 –en la cultura, en la política, en lo social, en todo– marcará la estética y la ética de la nueva era. Nuestro nuevo modo de vivir. Nuestros nuevos héroes. Lamine Yamal es muy distinto de Messi, aunque los dos sean del Barça, de la Masía y genios. Tan distintos como Bad Bunny y Víctor Manuel, aunque las raíces de su música no sean tan diferentes y los dos hayan escrito canciones espléndidas. No es imprescindible que adoremos lo que viene, pero sí que lo entendamos si no queremos quedarnos obsoletos, muertos en vida, viejos sin remedio.

Tener una opinión es irrelevante, tus principios también lo son aunque tú creas que te afirmas sobre ellos. Lo fundamental es entender y usar bien la luz. El conocimiento, la sensibilidad y el talento sirven mucho más para desenvolverse en nuestro tiempo que los apriorismos y los puntos de vista muy rígidos. Escribir un artículo con una opinión muy dura sobre un tema, si no sabes cómo escribir otro que lo desmonte, no es escribir: es militar. Sin entender –y yo hasta diría que sin asumir– la posición del otro, la “razón” del otro, vivir en este mundo que viene te va a parecer en el mejor de los casos, agónico, y normalmente catastrófico.

La nostalgia es más destructiva que una guerra. La militancia es lo contrario de la inteligencia. La curiosidad es más importante que la seguridad y la cultura tiene mucho más sentido como conocimiento puesto en marcha que como museo. Es antiguo pensar que Trump y Pedro Sánchez son lo opuesto. Mira bien lo que hacen y cómo lo hacen. Es moderno entender que caminan de un modo muy parecido y sobre el mismo alambre.