Se les llama lokum, un término que proviene del árabe luqma, que significa «bocado». Estos dulces, nacidos en el siglo XVIII durante el Imperio Otomano bajo el reinado de Abdul Hamid I, son mucho más que un postre. Se convirtieron en un manjar de la corte otomana, servido al sultán y ofrecido como regalo envuelto en pañuelos de encaje entre la élite. Hoy, las delicias turcas, con su textura gelatinosa y sabores que van desde la rosa al pistacho, son un souvenir que los visitantes de Estambul adquieren en el Gran Bazar o el de las Especias.
Ya no viajan en pañuelos, sino en paquetes coloridos y al vacío, listos para cruzar fronteras. Es probable que esos lokum lleguen a su destino final a bordo de un avión de Turkish Airlines, la aerolínea que, desde su megahub en Estambul, conecta 353 destinos en 131 países, más que ninguna otra en el mundo. Ahora, esta compañía ha dado un paso importante en España al convertirse en accionista de referencia de Air Europa, con una participación estimada del 26-27%.
Vida y circunstancias
Juan José Hidalgo, fundador de Air Europa en 1985, tuvo una visión clara: conectar el turismo español con el mundo y viceversa desde un modelo independiente y competitivo. En sus inicios, con vuelos chárter y un puñado de aviones, pocos imaginaban que, cuatro décadas después, su aerolínea se aliaría con un gigante turco, un socio inesperado que promete transformar su futuro.
Air Europa, nacida en Mallorca y hoy una de las principales aerolíneas españolas, ha recorrido un camino notable. Con una facturación de 2.930 millones de euros en 2024 y beneficios antes de impuestos de 116 millones, ha superado crisis como la pandemia e intentos recientes de absorción por gigantes como IAG, Air France-KLM y el grupo Lufthansa.
Su red de 22 destinos en América Latina, su hub en Madrid-Barajas y su pertenencia a SkyTeam la han convertido en un activo codiciado, aunque necesitado de un impulso financiero y estratégico para consolidar su crecimiento.

Un baile de alianzas
Tras varios intentos fallidos de adquisición por los mencionados grupos europeos, frenados por restricciones regulatorias o diferencias estratégicas, entró en escena Turkish Airlines. Esta aerolínea, ambiciosa y en expansión, no solo es un coloso global, sino también una apuesta por redefinir la aviación transatlántica. Su entrada como segundo mayor accionista de Air Europa (tras Globalia, controlada por Hidalgo), con una inversión estimada en 300 millones de euros mediante un préstamo convertible en acciones, es más que una operación financiera: fortalece a ambas partes.
Para Air Europa, esta inyección de capital permite saldar la deuda de 475 millones con la SEPI, aliviando una presión financiera heredada de la pandemia. Además, la alianza preserva su independencia, un valor que Hidalgo siempre ha defendido frente a intentos de absorción total. La estructura del acuerdo, al ser una participación minoritaria, elude los obstáculos regulatorios que frustraron negociaciones previas, un punto a favor en un mercado donde Bruselas vigila con lupa las fusiones.
Para Turkish Airlines, la operación abre una puerta a un mercado codiciado: el latinoamericano, donde Air Europa tiene una presencia sólida. Conectar los destinos de la aerolínea española con el hub de Estambul crea un corredor aéreo potente: pasajeros de Asia, África y Oriente Medio podrán volar a América Latina con mayor facilidad, mientras que los viajeros latinoamericanos encontrarán en Turquía una nueva puerta a Europa y Asia. Estudios sobre la posible cesión de aviones de largo alcance desde Turkish Airlines a la compañía española, refuerzan esta visión, ampliando la capacidad transatlántica de ambas.

Más allá de los números, este acuerdo tiene un componente estratégico que trasciende lo comercial. Turquía, con su posición geográfica, ha convertido a la gran metrópoli turca en un cruce de caminos global. España, por su parte, es la puerta natural a América Latina. La unión de estas visiones crea un eje Madrid-Estambul que gana peso.
Sin embargo, la operación debe superar el escrutinio de las autoridades regulatorias, y las diferencias entre SkyTeam (Air Europa) y Star Alliance (Turkish Airlines) podrían generar desafíos. A pesar de ello, la naturaleza minoritaria de la inversión reduce estos riesgos, permitiendo a ambas aerolíneas mantener su identidad mientras colaboran. Juan José Hidalgo, con su olfato para los negocios a sus 84 años y el respaldo de su equipo, ha encontrado en Turkish Airlines un aliado que no busca devorar, sino construir.

Como un lokum bien elaborado, parece que este acuerdo combina pragmatismo y visión, endulzando el futuro de Air Europa con estabilidad y proyección, mientras que Turkish Airlines gana un trampolín hacia América Latina.
