La vela clásica experimenta un momento dulce en las costas españoles, de eso hay poca dudas. Las regatas de clásicos reúnen a unas flotas cada vez más numerosas, y tienen su periodo de esplendor en este mes de agosto con dos citas ineludibles: la Illes Balears Clàsics, que acaba de celebrarse en el Club de Mar Mallorca, y la Copa del Rey de barcos de época, que tendrá lugar la semana que viene en Mahón. En la edición de este año del evento del Club de Mar hemos podido ver a una auténtica maravilla flotante: el Archangelo, construido en 1892 y atribuido al prestigioso diseñador norteamericano Nathanael Herreshoff, probablemente el arquitecto naval más reconocido entre sus compañeros de profesión incluso siglo y medio después de su existencia.
Su historia no es solo la de un barco centenario que resiste al paso del tiempo, sino también la de su armadora, Ana Martínez Vara de Rey, una de las pocas mujeres en el circuito de la vela clásica. Una navegante apasionada cuya vida parece haberse entrelazado con la de esta pequeña goleta de 12,75 metros de eslora.
“Me enamoré de este barco hace muchos años, cuando apareció en 1983 en la bahía de Pollença, un lugar al que estoy muy unida porque crecí allí. Era una goleta preciosa. Yo era muy joven, pero me entusiasmaba”, recuerda Martínez Vara de Rey.
Lo que entonces parecía un sueño lejano acabó convirtiéndose en destino. Años después, tras pasar por varias manos, el Archangelo volvió a cruzarse en su vida. “Muchos me advirtieron que no podría con él, pero han pasado 18 años y aquí sigo. A bordo de este barco he sido inmensamente feliz”, confiesa.
La trayectoria del Archangelo está jalonada de cambios de nombre y de puerto. El notario parisino Patrick Remme lo rescató en Italia bajo el nombre Natanthal, lo restauró en Francia y lo rebautizó Archangelo en 1983. Más tarde, pasó a manos de Joel Dressel, vinculado a la legendaria goleta América, quien le encargó otra restauración en Astilleros Mallorca y lo registró como La Brillanta.
El barco también fue propiedad del italiano Nicola Calderoni, que lo llevó a Pollença. En 2007, finalmente, Ana Martínez lo adquirió, lo abanderó en España y decidió devolverle su nombre más emblemático: Archangelo.
Tras un incendio en el primer astillero donde se restauró, se perdió documentación histórica del barco. Sin embargo, para Leonardo G. Vincentiis, presidente de la Asociación Española de Barcos de Época y Clásicos, no hay dudas: “Es un Herreshoff. Tiene las mismas líneas, pero en pequeño formato, que el mítico Ticonderoga”.
El Archangelo es una goleta de doble proa y velamen repartido entre sus mástiles, lo que le confiere agilidad, estabilidad y facilidad de manejo. “Cuando subo a bordo siento que late, que respira. No es solo por lo rápido, estable y fácil de manejar que es, sino por lo que transmite: parece que vuele”, asegura su armadora, que lo describe como “un arcángel personal”.
Este velero no solo ha sido compañero de travesías, también ha sido escenario de vida. Los nietos de Ana aprendieron a navegar en él, participando como tripulantes en regatas clásicas. Hubo incluso etapas en las que, sin motor, partían únicamente a vela desde el fondeo, despertando la admiración de quienes contemplaban la maniobra desde las calas mallorquinas.
Martínez lamenta que en el circuito aún haya tan pocas mujeres al frente de estas joyas de la náutica: “Me encantaría que fuéramos más. Esto no es solo una tradición, es una pasión que se lleva dentro”. Su propia trayectoria, marcada por la perseverancia y por una relación íntima con el mar, la convierte en referente de nuevas generaciones de navegantes.
En la presente edición de la Illes Balears Clàssics, el Archangelo ha quedado tercero en la clase Época Cangreja, con una tripulación encabezada por Toni Bellés, Marc Bellés, Íñigo Aznar y Diego Riera, entre otros regatistas. Su objetivo añadido al meramente competitivo ha sido el de dar visibilidad al patrimonio vivo que representan los veleros clásicos en el Mediterráneo.
