En el Hotel Amán de Bangkok está probablemente el mejor restaurante italiano de la ciudad. El chef Eduardo consigue hacer una cocina italiana no sucursalista sino igual o mejor que la cocina italiana que se hace en Italia. La primera clave es que no intenta mezclar su cocina con los productos locales.
Es muy paleto y desagradable que los restaurantes de otras cocinas, cuando se instalan en España, intenten aportar estos productos locales a su cocina. No sé por qué lo hacen. No tiene ningún sentido. El chef Eduardo es de Génova y hace una cocina perfectamente italiana con los productos perfectamente italianos que la justifican y la elevan.
Es igualmente paleto pensar que en Bangkok no se puede hacer una cocina italiana de primer nivel. Es paleto, nacionalista, localista y hasta un punto racista. Cualquier cocina se puede hacer en cualquier parte del mundo. Cualquier producto se puede tener en cualquier parte del mundo. La proximidad o el kilómetro cero son afectaciones, trampas, mentiras por las que algunos publicistas te cobran indecentemente varios millones de euros a cambio de una estrategia de comunicación absurda y que inocula ignorancia y odio en el público. Pero vivimos en un mundo grande de transportes veloces que en 24 horas te pueden poner cualquier cosa que necesites en cualquier parte del mundo. Esto es importante saberlo y es importante recordarlo. Como autor/cocinero y como cliente que paga.
El chef Eduardo prepara por ejemplo unos espaguetis con tomate que son unos maravillosos espaguetis con tomate, sin más y sobre todo sin menos. Es verdad que los tomates en lugar de ser rojos son amarillos, y por eso la pasta, a pesar de tener sabor a tomate, tiene un aspecto blanquecino. Pero nada tiene que ver con la alteración de lo que son unos espaguetis con tomate de toda la vida.
Este restaurante que no existe ni en Madrid ni en Barcelona en la perfección en la que se da en Bangkok es de un precio que no supera los 40 euros. Por mucho que exageres en la comanda es muy difícil superar este precio si no haces excesos con los vinos ultracaros. Un lugar tan confortable, con vistas tan maravillosas a la ciudad. Un servicio tan atento y tan abundante. Y sólo 40 €. Una vez más me hace pensar en los ridículos que somos los europeos aceptando ser humillados con calidades y antros ofensivos que además cuestan un dinero que no guarda ninguna proporción con los que nos están ofreciendo.
La pasta, y lo digo sin exagerar, es de las más memorables de mi vida. Por su calidad, por su cocción y por su presentación. También es importante consignar que las excepciones que se piden por razón de gustos o preferencias de los clientes son inmediatamente atendidas, sin que nadie se le ocurra decir que “de esto no tenemos” o “es que así esto no lo hacemos”, que son las increíblemente bordes respuestas que te sueles encontrar en los restaurantes europeos.
