Nacido y criado en un entorno creativo profundamente influenciado por la figura de su padre, el maestro del diseño Miguel Milá, nuestro entrevistado ha construido una trayectoria propia, honesta y coherente, marcada por la observación, el respeto por los materiales y la voluntad de crear objetos útiles y duraderos.
Háblenos de sus comienzos.
En 1985, inicié mis estudios de arquitectura en Barcelona. Poco después, compaginé la universidad con el trabajo en el estudio de Miguel Milá, dedicándome al desarrollo de proyectos de producto. Trabajar a una escala menor que me permitia controlar procesos y materiales me llevó a cambiar mis estudios a diseño industrial. Inicié estudios de diseño industrial y a mitad de la carrera empecé a colaborar con arquitectos y diseñadores proponiendo mobiliario y complementos a diferentes empresas como preferencia y realizando trabajos de arquitecura efímera. De esa época inicial, muy dinámica, surgieron piezas como el perchero Agarrón, la tumbona Tutombas, el balancin Balensiya, el botellero Teula y la Sillarga y Sicurta. Estas últimas continúan poblando diversos espacios públicos, incluidas varias playas de Barcelona, donde ya forman parte del paisaje de la ciudad.
Echando un vistazo a su carrera, es habitual verle realizar colaboraciones con otros artistas. ¿Cómo enriquece su trabajo colaborar con otros compañeros?
Efectivamente, desde que empecé a trabajar de forma independiente, he colaborado con diversos diseñadores. Creo firmemente que el diálogo enriquece los procesos creativos. Hablar de las propuestas, debatirlas, agiliza y aporta siempre que la relación fluye. Haber explorado distintos caminos y aprendido de los demás siempre me ha resultado enriquecedor y continuó haciendo bastantes colaboraciones por este motivo

Su padre ha sido referente y compañero de trabajo. ¿Cómo fue trabajar con él?
Nací y crecí en el mundo de Miguel Milá, y fue siempre mi realidad. De pequeño, le observaba haciendo cosas en casa: desde trabajos de mantenimiento y reparaciones, la invención de pequeñas piezas… El taller y la propia acción de hacer me atraian.
Más tarde, al iniciar mis estudios, tuve la oportunidad de adentrarme en el despacho, donde aprendí muchisimo no solo de él, sino de todo el equipo: delineantes, interioristas, proveedores,… Miguel me enseñó a abordar los proyectos aplicando el sentido común, siempre desde la simplicidad y la observación atenta del uso de las cosas y los materiales. En esta etapa, fue para mí un maestro y mentor.
Años después, fundamos un estudio de interiorismo, diseño de producto y grafismo junto a mi padre y mi hermana. Realizamos proyectos como la reforma del piso de época que hoy se visita en la Casa Milá, colaborando ya como un colectivo creativo.
En los años más recientes, Miguel y yo hemos trabajado como coautores, compartiendo los procesos desde el inicio y abordando los proyectos a cuatro manos. Me siento profundamente satisfecho de las piezas que hemos creado juntos y de haber podido compartir tantos años de trabajo codo con codo.

Una de sus creaciones más importantes es la silla Costanza. ¿Qué aporta esta pieza el universo del mobiliario y por qué es tan especial?
La silla Constanza surge del encargo de Isist Atelier para sumarse a su colección de sillas en las que el cuero es el protagonista. En seguida tuvimos claro que la estructura tenía que ser de rattan. El cuero y la caña de rattan están entre nuestros materiales preferidos y en esta pieza son idóneos.
Esta silla es el resultado de la maestría artesanal de dos especialistas: Isist Atelier en el cuero y Trenat en el rattán. La vasta experiencia y el entusiasmo de ambos fueron fundamentales para afinar el proceso.
Buscábamos crear una silla resistente, sencilla y de amplias dimensiones y con brazos. Las suaves inclinación de asiento y respaldo la hacen tan cómoda para comer como para sentarse en una tertulia, Es muy confortable y su amplitud la coloca entre silla y butaca. El asiento y respaldo, elaborados en una piel singularmente especial con un tratamiento único (dos capas de flor de piel con una capa técnica interior), le confieren una gran comodidad y estabilidad.
Gracias a la sencillez de su forma y la limpieza de sus líneas encaja armoniosamente en muchos ambientes. Es a la vez elegante y humilde. Es muy visible la habilidad artesanal en su ejecución.
Lo más distintivo es su calidez extraordinaria, como si siempre hubiera pertenecido al espacio. Llega con vida propia, con ese «caliu» (calidez) que la hace integrarse perfectamente en cualquier lugar.

Recientemente ha inaugurado en el Museo del Diseño de Barcelona una retrospectiva dedicada al trabajo de su padre, Miguel Milà. Cuéntenos cómo ha sido el proceso creativo de esta exposición.
Esta exposición es el resultado de años compartiendo procesos significativos para ordenar, entender y valorar la obra de Miguel Milá. La donación de su archivo personal al museo nos brindó la ocasión de revisar sesenta años de trabajo y comprenderlo desde una perspectiva más completa.
Posteriormente, la tesis doctoral de Francisco Gaspar, en la que también colaboré, ayudó a organizar su vasto cuerpo de trabajo en una cronología clara. El documental de Poldo Pomés ofreció una mirada íntima a sus métodos y valores, además de examinar muchas de sus piezas más icónicas. También estuve cerca durante la redacción de sus dos libros recientes: uno autobiográfico y otro, un catálogo contemporáneo con una mirada actual.
Todo esto conforma la base de la exposición que busca ofrecer una mirada íntima a los orígenes de Miguel y la formación de su personalidad e intereses, así como a su despegue en el diseño. Se exploran los principios claves y fundamentales de su manera de proyectar y la relevancia de su trabajo, no solo en piezas de uso doméstico, sino también en el espacio público. La importancia de los procesos artesanales en su obra, la mirada domestica como fuente de detección de problemas y la preocupación constante por actualizar y mejorar las piezas que había diseñado.
Además, se hace hincapié en la atemporalidad de su obra. Miguel tuvo una carrera excepcionalmente larga, trabajando hasta sus últimos meses de vida. Su entusiasmo por el diseño nunca decayó; era una parte muy importante de su vida. El trabajo lo emocionaba, y, en consecuencia, sus piezas nos siguen emocionando.
¿Cuál fue el mejor aprendizaje que le dejó su padre que ha podido aplicar a su trabajo y cuál cree que fue lo mejor que aportó al sector?
Miguel me enseñó a mirar y analizar el entorno buscando detectar necesidades a solucionar.También me enseñó que el mundo en que vivimos está conformado por muchos elementos en constante diálogo cruzado y deben respetarse y acompañarse. La mejor manera de conseguir esto, es que nadie grite para que todos puedan hablar.
Hablemos de futuro. ¿Cómo ve el sector de aquí a unos años?
El futuro que me gustaría ver consideraría el valor de las cosas no en función de los costes, el precio y el beneficio para hacer crecer riquezas ya ricas. El mundo de mucho y muy desechable nos está inundando y no conseguimos hacer el cambio necesario en los hábitos y exigencias de consumo. La sensatez acompañada de una continua revisión de lo que es necesidad, lo que es deseo y capricho o lo que vale o no la pena hacer o tener es fundamental pero algo tan sencillo nos cuesta mucho entender. La calidad, la larga y buena vida y valorar la implicación de las personas en los procesos y del mundo como nuestro hogar deberían ser valores éticos fundamentales para esta y todas las industrias.
La industria evoluciona rápido, pero ¿puede mantenerse sólo de las tendencias o la atemporalidad juega un papel fundamental en el proceso creativo?
Aunque la industria del mobiliario y la iluminación a menudo se inclinan por tendencias pasajeras como si de moda se tratara, esta mentalidad carece de sentido para mí. Mi trabajo busca ofrecer soluciones genuinas a problemas existentes, no simplemente cambiar formas o colores por capricho.
Hoy en día, la sostenibilidad se busca en los lugares más insospechados. Continuamos fabricando objetos innecesarios que serán desechados en poco tiempo, incluso si ahora se hacen con materiales reciclados.
Valoro profundamente las piezas que nos acompañan toda la vida. Esa es la única sostenibilidad que considero verdaderamente viable. Creo que no he comprado un mueble nuevo; prefiero los objetos vividos, aquellos con historia o hacermelos yo mismo. Quizás sea el peor cliente de la industria, pero entiendo que la novedad, a menudo, llega con fecha de caducidad.
No concibo los objetos como mera decoración, sino como funciones dignas y fiables que te acompañan con el paso del tiempo, respondiendo a tus necesidades. Por supuesto, también deben ser armoniosos y amables, cualidades que fomentan el cuidado y el cariño por la pieza. Me fascinan los diseños que se pueden reparar y que envejecen con dignidad. Para mí, la verdadera sostenibilidad es tener una silla que te dure 60 años y que, con el tiempo, se convierta en parte de ti, de tu historia y de tu vida.

