Opinión Eugenio Mallol

¿Es peor aprender código que tatuarse la cara?

La inteligencia artificial crea cada vez más código y está remodelando los departamentos de programación, cae la contratación de recién graduados en carreras informáticas y emerge la figura de los ‘expertos generalistas’.

Foto: Tom Morbey/Unsplash

Con todo el respeto por aquellos que han decidido que su cara es más bella con algo de tatuaje, la pregunta del título está inspirada en unas palabras del analista de riesgos Ian Bremmer en Real Time With Bill Maher de HBO, de las que se ha hecho eco Noor Al-Sibai. Hay datos contradictorios para secundar su opinión, aunque una tendencia clara se ha instalado este año: la inteligencia artificial (IA) trae un nuevo modelo de desarrollo de software y hay que adaptar las plantillas y las organizaciones a ello.

La ola de despidos y de flamantes fichajes, en un momento de transición en el que todavía no están claros los casos de uso que justificarán el monumental y carísimo negocio de la IA, han puesto al sector tecnológico en un estado de hipersensibilidad.

Las estadísticas del Federal Reserve Bank de Nueva York muestran que la tasa de desempleo de los recién graduados en ingeniería informática (7,5%), ciencias de la computación (6,1%) y sistemas de información (5,6%) es incluso superior a la de los que acaban la carrera en periodismo (4,4%), filosofía (3,2%) y psicología (3,6%), aunque estos tres últimos colectivos acepten trabajar en tareas para las que están sobrecualificados o que no se corresponden exactamente con sus estudios.

La consultora SignalFire ha sembrado el pánico con un informe en el que dice que “la contratación de personal de nivel inicial está colapsando”. Los recién graduados representan ahora solo el 7% de las contrataciones de las grandes tecnológicas, que están fichando a un 25 % menos personal joven que en 2023.

La proporción de recién graduados que consiguen puestos en Alphabet, Amazon, Apple, Meta, Microsoft, NVIDIA y Tesla se ha reducido a más de la mitad desde 2022, hasta el 12%. En contraste, el 80% de los empleados contratados por Anthropic seguían en la empresa al final de su segundo año, en DeepMind un 78% y en OpenAI un 67%.

Las empresas emergentes van incluso peor, sólo el 6% de sus nuevos empleados son recién graduados. Para explicarlo, SignalFire recurre a un contexto de inestabilidad política e intensa rivalidad por la IA entre los gigantes tecnológicos, y al fin del dinero barato. Las nuevas empresas tecnológicas de Serie A sean un 20% más pequeñas que en 2020 y optan por equipos cada vez más reducidos y experimentados. 

En España, el año pasado, el ranking de los 15 principales contratadores españoles de talento IA lo encabeza el Barcelona Supercomputing Center. Telefónica era el segundo mayor contratador y único representante del Ibex en esa lista. A continuación, se situaron Vicomtech, el Computer Vision Center de la UAB e IMDEA.

¿Es peor aprender código que tatuarse la cara? En su análisis de las tendencias tecnológicas de 2025, Mike Loukides de O’Reilly sostiene que la pelota está en la cancha de los desarrolladores de aplicaciones y de agentes de IA, es decir, de los creadores de software capaz planificar y ejecutar acciones complejas. Es un matiz interesante.

Los próximos dominadores de la IA, en el ámbito de la informática, serán aquellos que se preocupen por conocer bien los casos de uso en el negocio. Los programadores dedican sólo aproximadamente el 20% de su tiempo a escribir código. El resto del tiempo lo ocupan en comprender los problemas que se les pide resolver, diseñar soluciones adecuadas, documentar su trabajo o informar a la dirección.

Satya Nadella, CEO de Microsoft, ha enfurecido a su plantilla de Xbox al anunciar 9.000 despidos y el cierre de algunos estudios de videojuegos. Ahora mismo, entre el 20% y el 30% del código que existe en los repositorios internos de Microsoft ha sido generado por IA, cuyas sugerencias son aceptadas en un 40% de los casos. Nadella confía en que el 95% del código sea generado automáticamente en 2030.

Son porcentajes similares a los que manejan otras compañías como Google e IBME y han identificado consultoras como McKinsey y Accenture para el conjunto del sector tecnológico. Gartner, siempre atrevido, no siempre acertado, vaticina que el código asistido por IA alcanzará el 58% en 2026.

En paralelo a los ajustes, se ha desatado una batalla por ese nuevo talento que marcará la nueva era de la programación. Mark Zuckerberg ha presentado los Meta Superintelligence Labs, repletos de pesos pesados de Silicon Valley. Entre ellos, Alexandr Wang, cofundador de Scale AI y nuevo director de IA de Meta. OpenAI ha comprado finalmente Windsurf, el fabricante del popular asistente de codificación Codeium AI, pero Google se ha quedado con el CEO y parte del personal.

A medida que los sistemas informáticos se vuelven más sofisticados, crece la tendencia a valorar a los especialistas profundos… en múltiples especialidades. Un trabajo de investigación reciente se centra, de hecho, en la pujante figura del «experto Generalista«.

Cuidado con la IA. Ya no podemos vivir ni concebir el negocio sin ella, pero su burbuja actual es mayor que la burbuja tecnológica de las puntocom de finales de los años 90, según Torsten Slok, economista jefe de Apollo, quien asegura que las 10 principales empresas del S&P 500 están hoy «más sobrevaloradas que en los años 90». Los inversores no las tienen todas consigo, es terreno abonado para un crack.

Como sucedió con internet, comprenderemos entonces, que el modelo de negocio es la clave. Esto de la IA no va, al menos no principalmente, de mejorar las herramientas existentes (¡una presentación de powerpoint en segundos!), sino de un cambio de paradigma. Los atajos no valen, ni para los programadores.