Opinión Javier Ortega Figueiral

Oda a León, oda a la red aeroportuaria

La terminal del Aeropuerto de León, lado aire, fotografiada el pasado jueves. Obra de FB Arquitectura, inaugurada en 2010. (Foto: JOF)

Recientemente, emprendí un viaje en coche por motivos personales: de Barcelona a Galicia y vuelta, pasando por Valencia, Madrid y Zamora. En el tramo de Galicia a Madrid, hice noche en Ponferrada, donde descubrí un encantador Museo del Ferrocarril que les recomiendo. Al día siguiente, me desvié de la A-6 del camino más recto a la capital. ¿Lo hice para visitar la majestuosa catedral de León? Pues no, aunque su gótico sigue siendo un imán y lo justificaría, aunque esta columna la firma un aerotrastornado: mi destino era la parte civil de la base aérea de La Virgen del Camino, hogar del Aeropuerto de León.

Los aeropuertos pequeños tienen un encanto único para quienes amamos la aviación. Mi primera visita allí fue en 1999, en el primer vuelo comercial desde Barcelona. El Fokker de 50 plazas quedó aparcado frente a una sencilla ‘cajita de zapatos’ inaugurada por el entonces ministro de Fomento, Rafael Arias-Salgado. Volví volando un par de veces más a León (y sí, visité la catedral) para conocer el proyecto de Lagunair, una aerolínea leonesa que no sobrevivió la fiebre del transporte aéreo regional en España. Solo Air Nostrum, Binter Canarias y UepFly han perdurado gracias a sus modelos especializados.

Un Embraer 145 de Lagunair en Barcelona. La aerolínea leonesa no sobrevivió la crisis de 2008 ni el competitivo transporte aéreo. (Foto: JOF)

En 2010, una nueva terminal reemplazó aquella sencilla estructura y la semana pasada, mi pasión por la aviación y la arquitectura me llevó a descubrirla por fin. Diseñada por FB Arquitectura, su techo de madera maciza quiere evocar la calidez de un hogar leonés y las vistas a los páramos de Castilla y León que la rodean son horizontes abiertos para el que llega o se va de la ciudad por aire. Capturé con mi cámara este espacio, un testimonio visual de cómo este aeropuerto se integra en su entorno, unos pasos de la trama urbana de La Virgen del Camino. Diría que la terminal es una obra de arte funcional, un refugio elegante para viajeros que buscan más que un simple vuelo.

La terminal original del Aeropuerto de León, usada de 1999 a 2010 como principal instalación de Aena en la provincia. (Foto: JOF)

Pero la verdadera magia del lugar no reside solo en la arquitectura. Su existencia refleja el poderío de la red de Aena, el mayor operador aeroportuario del mundo. En 2024, la compañía gestionó 309,3 millones de pasajeros en sus 46 aeropuertos y 2 helipuertos en España, con gigantes como Madrid-Barajas (66,2 millones) y Barcelona-El Prat (55 millones) liderando el tráfico. Me detuve y senté un rato en el interior de la terminal, observando a pasajeros rumbo a Málaga y acompañantes esperando un vuelo desde Mallorca. Mi aeropuerto de cabecera, uno de los cinco grandes de Aena, contrasta con este espacio, aunque son los aeropuertos pequeños, como el de León, los que dan sentido a una red tan grande.

Muchos de estos aeropuertos, probablemente deficitarios, no podrían sobrevivir sin los ingresos de los grandes, que financian su operación en un modelo de solidaridad económica. Este sistema es crucial para regiones como Castilla y León, donde la despoblación amenaza con vaciar aún más ciertas áreas de España. El Aeropuerto de León, con vuelos todo el año a Barcelona y estacionales a Andalucía, Baleares o Canarias, conecta a los leoneses con el mundo, a los negocios y atrae viajeros incluso al Camino de Santiago, los Picos de Europa y creo que también a la potente gastronomía local. Hay que recordar que no todo son vuelos comerciales. La aviación privada, general y de servicios va teniendo un peso cada vez mayor.

Un Bombardier Global Express de Mercadona, un CRJ de Air Nostrum y un Kamov para incendios forestales frente a la terminal del Aeropuerto de León. (Foto: Aena)

Es un motor económico silencioso, una puerta que evita que estas tierras queden aisladas, incluso con una línea de tren de alta velocidad (el AVE llegó a la provincia hace ahora una década). Sin la red de Aena, este aeropuerto probablemente no existiría. Su cierre sería una pérdida logística, cultural y social, un paso más hacia el abandono de la España vaciada. La red de Aena es un compromiso con la cohesión territorial, permitiendo que lugares como León, con su historia, paisaje y gente, sigan en el mapa global. Los grandes aeropuertos son los pulmones del sistema; los pequeños, su corazón, latiendo con la vida de las comunidades que sirven.

Y esta es mi opinión-oda a León, a su aeropuerto y a todos los pequeños aeropuertos de la red, que dan alas a las ciudades, provincias y comunidades que sirven, manteniéndolas vivas y conectadas.

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