Opinión Pablo Caño

Más allá del timón: lo que el mar me enseñó sobre liderazgo

Del 12 al 18 de mayo embarqué en un Oceanis 40 rumbo a Ibiza y Formentera, en una travesía que no era de lujo, sino de aprendizaje. No íbamos a desconectar, sino a conectar con lo esencial: el equipo, el rumbo, el viento… y uno mismo.

Lo especial de esta experiencia es que nació en tierra firme, durante la formación de Vistage para convertirnos en coaches de CEOs. Tres de los tripulantes —incluido el capitán David González y yo mismo— coincidimos en ese proceso de entrenamiento en liderazgo, y decidimos llevarlo al mar. Pronto sumamos a cinco aventureros más y diseñamos una experiencia que mezclaba navegación, autoliderazgo y camaradería real.

La bitácora de una semana que dejó huella

  • El lunes zarpamos desde Dénia tras el briefing de seguridad y navegación. Primera noche en el mar, rumbo a Cala Tarida.
  • El martes fondeamos frente a la playa, desayunamos a bordo y navegamos hasta Cala Bassa para cenar viendo el atardecer.
  • El miércoles navegamos con viento hacia Cala Jondal, desembarcamos en restaurante y dormimos fondeados con viento norte.
  • El jueves atracamos en Marina Ibiza y paseamos por sus calles, celebrando el contraste entre el mar y la ciudad.
  • El viernes embarcaron nuevos compañeros. Zarpamos a Formentera y fondeamos en Es Pujols para disfrutar de una tarde tranquila.
  • El sábado maniobramos a vela cruzando el Freu, fondeamos junto a dos goletas de época en Illetes y vivimos un atardecer inolvidable en el Beach Club El Tiburón. Esa noche iniciamos la travesía nocturna de regreso a la península.
  • El domingo llegamos a la bahía de Jávea al amanecer y atracamos en Dénia con la sensación de haber vivido algo más que una travesía.

Lecciones de mar para líderes de tierra

Durante la semana asumimos turnos de guardia, maniobras, fondeos, tareas a bordo y decisiones compartidas. Vivimos la importancia de confiar, anticipar, adaptarse al viento y al grupo. Aprendí que liderar un equipo tiene mucho que ver con navegar: ni siempre hay motor, ni siempre hay calma.

El mar no permite imposturas. Te enseña rápido qué decisiones importan, qué valores son indispensables y cómo la autoridad verdadera nace del ejemplo y del respeto.

Volví a tierra con más sal en la piel… y más claridad en la mente. Porque a veces, para entender el liderazgo, hay que dejar que sea el mar quien te lleve.