Cuando Kate Middleton pisó oficialmente el Buckingham Palace como parte de la familia real británica en 2011, quedó claro que su figura iba a convertirse en un nuevo ícono social y de estilo. Año tras año, los looks de la princesa de Gales han ido ganando atención mediática y del público. Su impacto ha acabado siendo tal, que se acabó denominando como «el efecto Kate», ya que cada aparición ha adquirido la capacidad de agotar cualquier prenda que use en cuestión de horas, lo que genera un impacto económico estimado en más de mil millones de euros anuales para la industria de la moda británica. Toda orquesta tiene su director, y en el caso modístico de Middleton es una directora con mucho estilo y una visión única: Natasha Archer.
Sin embargo, tras más de 15 años a merced de uno de los armarios más influyentes del mundo, la que ha sido su estilista y asistente de confianza ha dado por finalizada esta etapa tan bonita para embarcarse en un nuevo proyecto, respaldado obviamente por los príncipes de Gales: su propia firma de consultoría de lujo.
Aunque las despedidas sean en su mayoría tristes, merece la pena recordar la huella de estilo que ha dejado Archer en la historia de la Casa Real Británica.

El estilo de una futura reina
Natasha Archer comenzó su carrera en la realeza en 2010 como asistente personal de los entonces recién comprometidos William y Kate. Formada en el King’s College, ya contaba con experiencia en la Casa Real, tras haber trabajado para los duques de Gloucester. Con el tiempo, ascendió a un rol ejecutivo que incluía la gestión de agendas y, por supuesto, la supervisión total del guardarropa de Kate, desde actos oficiales hasta giras internacionales.
‘Tash’, como la llaman sus más allegados, fue la artífice de convertir un habitual armario conservador y rígido, en una modernidad elegante. Logró que de las perchas de la futura reina de Inglaterra colgaran colores llamativos pero dulces y que tallaran formas estilizadas pero sutiles. Ella fue fundamentalmente la que animó a asumir más riesgos estilísticos, eso sí, siempre teniendo en cuenta el estricto protocolo real.
Bajo su dirección, Kate brilló en momentos como la premiere de la última película de James Bond, No Time to Die, con un vestido dorado de Jenny Packham, o durante su gira por Jamaica con un vibrante diseño amarillo de Roksanda. También supo repetir atuendos con elegancia, como su abrigo de Alexander McQueen en la boda de Harry y Meghan. Cada elección reflejaba un equilibrio perfecto entre tradición, modernidad y estrategia visual.


Archer también definió el estilo más casual de Kate, con botas de campo, suéteres de cashmere y blusas sueltas, creando un “off-duty look” que se volvió referencia. Incluso se encargaba del joyero real en los viajes oficiales, seleccionando cuidadosamente cada pieza según el protocolo y el simbolismo de cada ocasión. No era solo su estilista, fue la creadora del carácter visual de una de las representantes más influyentes de la familia real británica.
