Opinión Eugenio Mallol

El Citiverso comienza en las aceras

El bordillo es la prueba crucial de la capacidad de una ciudad para implementar la gestión del cambio porque en las aceras confluyen el mundo físico y el digital, pero hacen falta datos para que el mecanismo funcione de forma inteligente.

Foto: Diana Parkhouse/Unsplash

Las aceras desempeñan un papel esencial en las ciudades como espacios de interacción social. Así lo creía Jane Jacobs, teórica del urbanismo, activista y autora del libro Muerte y vida de las grandes ciudades. Stephen Goldsmith, ex alcalde de Indianápolis y vicealcalde de Nueva York, hoy en el Centro Bloomberg para Ciudades de la Universidad de Harvard, citaba esa observación recientemente. Los urbanistas “la han ignorado”, decía Goldsmith, como tantas otras ideas de Jacobs, “comenzaron a segregar los usos urbanos: oficinas por aquí, residencial por allá, industrial por otro lado”.

El bordillo hoy en día es “un lugar complejo donde múltiples departamentos comparten jurisdicción en medio de las necesidades contrapuestas de residentes, empresas y muchas otras partes interesadas. El bordillo es más que una losa de concreto. Es una prueba crucial de la capacidad de una ciudad para implementar la gestión del cambio”, concluía el experto de Harvard. Una idea brillante en tiempos de la inteligencia artificial (IA) generativa.

Las entregas a domicilio, los cambios en la tecnología de estacionamiento de vehículos, los quioscos digitales, el transporte compartido, las bicicletas y los patinetes, las terrazas, los (aún escasos) vehículos autónomos, los robotaxis si es que algún día llegan a Europa… las aceras se han convertido en espacios muy demandados. En ellas confluye el mundo digital y el real.

Las limitaciones de la planificación convencional se hacen más evidentes conforme las ciudades se hacen más complejas y se multiplican las herramientas tecnológicas que permiten capturar los datos multimedia que se generan en ellas. Desde los sensores del internet de las cosas (IoT) y las cámaras de vigilancia a los vehículos conectados y las propias redes sociales. Se abre una era de oportunidades nuevas para innovadores tecnológicos y gestores públicos, podríamos decir.

Investigadores de las universidades de Adelaida (Australia) y Sheffield Halam (Reino Unido) abogan por el concepto de urbanización computacional como nuevo paradigma. Se basa en el big data geográfico y en la IA, ayudará a comprender problemas complicados relacionados con la dinámica urbana, el uso de la energía, los patrones de tráfico y los impactos ambientales, según dicen. ¿Serán capaces los hallazgos de la urbanización computacional de dirigir decisiones políticas?

Yacine Ghamri-Doudae, de la Universidad de La Rochelle (Francia), instaba hace poco, en un evento del IEEE, a aprovechar las capacidades de computación, almacenamiento en caché y comunicación de los vehículos conectados para complementar la red de telecomunicaciones de las ciudades. Serviría para habilitar numerosos servicios basados ​​en la ubicación y aumentar la inteligencia del entorno urbano, sostuvo, aplicando los principios de redes complejas y los enfoques de teoría de juegos.

Otra interesante vía de innovación centrada en la ciudad del futuro tiene como núcleo al gemelo digital urbano (UDT) por el que se puede navegar con tecnologías inmersivas para simular el impacto de las nuevas infraestructuras, patrones de tráfico o cambios en la gestión medioambiental. Helsinki ha invertido 1.000 millones de euros para construir dos modelos en 3D de vanguardia que proporcionan visualización de datos en vivo. Es interesante seguir cómo se involucran en la tarea los motores gráficos en los que se basan los videojuegos, como Unity Engine, Unreal Engine y Simulation Engines.

El concepto de Citiverso que impulsa la Unión Europea se nutre en cierto modo de todos estos planteamientos. El objetivo es crear agentes virtuales inteligentes que se comporten de forma compatible con los avatares digitales de los usuarios humanos. Advertencia: una persona en una ciudad no se programa igual que en un videojuego. Implica modelar desde rasgos cognitivos y físicos hasta factores psicológicos, sociales y conductuales. Y hay que garantizar la gestión segura de los datos, claro.

La otra pata de la mesa corresponde al planeta. El Banco Europeo de Inversiones ha dotado 2.000 millones de euros en préstamos para cofinanciar proyectos derivados de los llamados Contratos de Ciudad Climática. Su primer objetivo es lograr 100 ciudades climáticamente neutras e inteligentes en Europa en 2030, con la intención de que todas las ciudades alcancen esa doble condición en el horizonte de 2050. Sin las tecnologías digitales y la IA este objetivo resulta inalcanzable.

El redescubrimiento de la acera en la era digital es apasionante y se cruza con otras fuerzas transformadoras que florecen en torno a los nuevos entornos urbanos virtuales. La obtención de la residencia electrónica en Estonia, por ejemplo, permite establecer y gestionar remotamente una empresa desde cualquier lugar del mundo.

Pero sigue habiendo mucho camino por delante. Más de la mitad de los presupuestos de TIC de los gobiernos locales se destinan simplemente a la integración del software existente, lo que deja poco espacio para la innovación y los nuevos servicios digitales. Y conseguir colaboración del sector privado no siempre resulta sencillo: el 12 de septiembre entra en vigor la Ley de Datos que regula la gestión de los datos (y en algún caso la obligación de compartirlos) que generan los dispositivos conectados. Aunque no lo digan en voz alta, empresas como Telefónica en España no acaban de ver claro que la información que tanto esfuerzo le ha costado reunir tenga que recalar ahora en un espacio europeo de datos, aunque sea anonimizada.

La UE pretende que, en 2030, muchas ciudades y comunidades de la UE se beneficien de esas plataformas digitales de datos, con el objetivo de que gradualmente se vayan integrando en un gemelo digital de la Tierra, gestionado por el proyecto Destination Earth (DestinE). La interconexión de los gemelos digitales en un CitiVerso europeo, dentro del marco Sociedad 5.0, proporcionará una sociedad idealmente justa y sostenible. Esa es la visión de Bruselas. La condición es que el 100% de los ciudadanos de la UE dispongan de identidad digital en 2030.

Quizás sea bueno recuperar hoy las esencias de ese pepito grillo urbanístico que fue Jane Jacobs, desde la sosegada visión de Stephen Goldsmith. La fuerza transformadora que pudo haber tenido en su día la extensión del Lower Manhattan Expressway, antes de que ella se empeñara en parar a los bulldozzers, se adivina hoy en las nuevas autopistas digitales. ¿Desarrollo o expansión? No perdamos de vista las aceras.